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Kodachrome, cuando el glamour se hizo carne y hueso

La fotografía en color Kodachrome revolucionó hace 75 años la imagen de las estrellas de Hollywood.

Cover

Y de golpe se hizo el color. Las uñas rojo carmín de Marlene Dietrich, la melena pelirroja de Rita Hayworth, el sombrero coloreado de frutas tropicales de Carmen Miranda, la dorada permanente de Lana Turner, los labios sensuales de Gene Tierney… Las estrellas de Hollywood parecían haber desterrado de la noche a la mañana aquel blanco negro uniforme y las fotografías monocromas de las portadas de las revistas. El culpable tenía un nombre: Kodachrome. La implantación de la nueva película de fotografía por la marca Kodak Eastman había producido un gran terremoto cromático, un renacimiento de las estrellas de Hollywood que iluminaban la nueva década, los años cuarenta, con sus retratos ahora de 'carne y hueso' filtrados por colores vivos y exaltados que invadían las portadas de las revistas y las fachadas de los cines.

El libro Hollywood en Kodachrome (Editions de la Martinière) a cargo del investigador, fotógrafo y conservador, David Wills, recoge ese momento, entre los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo veinte, en que la poderosa maquinaria de Hollywood formada por fotógrafos, publicistas, directores de arte, diseñadores o maquilladores, aunaron esfuerzos y talento en la proyección carnal, en la imagen sensual de las estrellas de la llamada casa encantada o fábrica de sueños. Después de la primera edad de oro, la década de los años treinta, la fotografía en color -de la mano de Kodachrome- acabó de cimentar un estilo, el glamour como ADN imprescindible y distintivo de actores y actrices.

Marlon Brando en una imagen publicitaria de la pelicula ‘Ellos y ellas’.

En esta proyección y también construcción glamourosa donde rivalizaron los diferentes estudios, destacaron una serie de fotógrafos, autores de algunas de las imágenes que han acabado convertidas en iconos. Nombres como el mítico George Hurrell, Robert Coburn, Clarence Sinclair, Ernest Bachrach, Frank Powolny y otros, se encargan de velar, erigir, forjar y afinar la imagen de las estrellas ya sea en el set del estudio o en la intimidad del hogar. Una autoría artística que a menudo queda en un segundo plano. Como recordará el propio George Hurrell en el excelente libro de entrevistas, La gente hablará (Seix Barral) de John Kobal, “la clave de todo empezaba por las fotos y la creación de la imagen” a propósito del trabajo pionero de los fotógrafos de estudio en la construcción del estilo e imagen visual de la estrella o aspirante a serlo.

Los vasos comunicantes entre los estudios de Hollywood y las revistas, generales o especializadas, se estrechan y se vuelven todavía más dependientes. Una correspondencia que produce, tanto para los estudios como para las revistas, excelentes dividendos. Mientras los estudios encuentran en las revistas su mejor mirador para sus producciones y estrellas, las revistas disfrutan y consumen ese abundante y goloso material gráfico que les envían desde los departamentos de publicidad. Son los años que un estudio como la Twentieh Century Fox distribuye semanalmente más de 1.500 fotografías de la actriz Gene Tierney, uno de los rostros más populares de la Fox, a los magazines especializados. Otro tanto ocurre con una estrella como Betty Gable que queda inmortalizada en bañador en la fotografía que realiza Frank Powolny para la publicidad de la película Pin up girl (H. Bruce Humberstone, 1944). La fotografía acabará viajando en el tiempo mientras la película de origen quedará finalmente en el olvido.

La espectacular Ava Gardner a todo color.

A pesar de la Guerra Mundial, que señalará una buena parte de la década de los años cuarenta, Hollywood nunca abandonará su papel de fabricante de sueños y de fantasías. Gracias a la nueva técnica fotográfica del Kodachrome, el glamour y su proyección gráfica se hizo todavía mucho más seductora y fascinante para el público. Un poder de seducción visual al que contribuyó, sin duda, la industria de la belleza y marcas como Max Factor que encontraron en los rostros de las actrices su mejor portavoz. Sólo había que ver la fotografía publicitaria de un Errol Flynn ahora más visible con su irresistible mirada azul o los 'pecaminosos' labios rojos de Lucille Ball.

Gracias a Kodachrome, Hollywood y sus estrellas acentuaron el glamour como “arma de seducción masiva”. Como escribiría el escritor y dramaturgo Arthur Miller que vivió de cerca la gloria- y también el infierno- de una estrella como Marilyn Monroe, “el glamour al fin y al cabo no es otra cosa que tener el poder para actuar sobre las emociones de los otros”. Y la fotografía en color sin duda se convirtió en su aliado más poderoso.

La fotografía en color acabó de cimentar un estilo, el glamour como ADN de actores y actrices.

Una de las páginas del libro ‘Hollywood en Kodachrome’.

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