Iris lo llena todo. Noventa y un años y esta leyenda viva de la decoración de interiores, todo un personaje de la sociedad neoyorquina, ilumina cada lugar en el que entra. Después de dos meses de llamadas, hemos logrado cerrar el encuentro. A Mrs. Apfel no le gusta la tecnología. «Cualquiera que me quiera, puede encontrarme por teléfono. El correo electrónico y los móviles solo han hecho torpe y aburrida a la gente joven. Ya no saben cómo hablar y comunicarse», comenta con su acusado sentido del humor.
A Iris Apfel la fama le llegó a los 84 años tras haber sido objetivo de una gran exposición en el Museo de Arte Metropolitano de Nueva York en 2005 (Iris Apfel: rara avis). Allí se podían ver más de 80 trajes de su peculiar colección de moda en la que hay piezas de Dior, Dolce & Gabbana, Nina Ricci, Geoffrey Beene, Lanvin, etc. Su estilo, sin embargo, rompió moldes mucho tiempo atrás, cuando con su peculiar gusto demostró que la moda era intuición y que combinar piezas de diseño con ropa de mercadillo no solo estaba permitido, sino que era una forma de triunfar haciendo caso omiso de los estereotipos. La exquisita firma de textiles y diseño interior que creó junto a su marido Carl, Old World Weavers, la llevó a tener clientes como Greta Garbo, Patricia Nixon y Estée Lauder y a decorar la Casa Blanca para nueve presidentes, desde Harry S. Truman hasta Bill Clinton.
«De pronto me he convertido en una estrella geriátrica. Mi marido y yo nos reímos mucho con la situación. He estado haciendo esto toda mi vida y ahora me encuentro con montones de revistas, sobre todo europeas, que están escribiendo sobre mí. ¡Pero yo no estoy haciendo nada distinto a lo que he hecho durante los últimos 70 años!», dice riendo mientras me coge del brazo e intentamos parar un taxi.
Rumbo a su casa de Park Avenue, Iris confiesa que nunca imaginó estar tan activa a los 91 años. «A mi edad, tener que hacer todas estas carreras y estar en todos los sitios a la vez es increíble. Estoy diseñando gafas, bolsos y zapatos, además de hacer un programa para la Universidad de Texas porque ¡me hicieron profesora!», dice incansable. Su piso parece un almacén de utilería por la cantidad de objetos variopintos y tesoros de todo el mundo que posee. «Me gusta coleccionar objetos de los viajes que hago. ¿Has visto la foto del salón?», pregunta orgullosa mientras hace referencia a una imagen impactante de la campaña que realizó con la firma de cosméticos MAC, para la que diseñó una colección vibrante de labiales, sombras y polvos inspirados en ella. Y tras ofrecerme un té en el acogedor comedor de madera de su casa, empieza a recordar.
¿Cómo surgió su interés por el arte y el estilo?
Siempre lo tuve. Mi madre era una mujer muy bien vestida y teníamos una casa bellísima. Y mi padre trabajaba en el negocio de la importación y traía cosas hermosas de todo el mundo. Una de sus hermanas, a quien yo admiraba mucho, estaba en la escuela de Arte y después se convirtió en diseñadora, así que crecí con ese interés.
Siempre habla de su madre y los consejos que le dio para ir bien vestida pese a los tiempos difíciles que les tocó vivir.
Soy una niña de La Gran Depresión, no teníamos mucho dinero. Nadie lo tenía. Y cuando conseguías un poco, aprendías a gastarlo sabiamente. Yo he estado comprándome mi propio vestuario desde que tengo 11 años, porque mi madre trabajaba y no tenía tiempo para ir de compras conmigo. El primer año que lo hice fue porque se aproximaba la Pascua y pensé: «Dios mío, no tengo un nuevo modelo para la ocasión». Entonces todo el mundo se compraba algo para estrenar ese día y lo lucía por la Quinta avenida. Lo llamaban el Desfile de Pascua. Era precioso. Así que mi madre me dijo: «Lo siento, Iris. Si quieres un vestido nuevo, tendrás que encontrarlo tú sola». Y me dio la magnífica suma de 25 dólares, que era un montón de dinero para la época. Me lancé a una tienda de descuento que había en el downtowndonde encontré una prenda de la que me enamoré. De pronto pensé: «No, recuerda que tu madre siempre dice que tienes que comparar. No puedes comprar lo primero que ves, porque tienes que estar segura del valor que tiene». Lo dejé, me subí al metro y me fui a la calle 34, donde había una decena de tiendas maravillosas. Todo lo que vi valía tres veces más que el otro vestido, así que regresé a por él. Lo compré por 12,95 dólares junto con un sombrero que costaba 3 dólares. Luego fui a una tienda de calzado cuyo dueño se convirtió en mi cliente años después y cuyo hijo es ahora un gran diseñador de zapatos, Stuart Weitzman. Por 25 dólares lo tenía todo y me quedó dinero para almorzar y volver a casa. Recuerdo que todo el mundo alabó mis compras. Mi madre siempre me dijo que tenía muy buen gusto y mi padre, que era buena economista. Ese ha sido el secreto.
La joyería y los accesorios son otros de sus fuertes.
Sí, también adquirí mi primera pieza de joyería a esa edad, y desde entonces la he estado coleccionando. Es algo que aprendes con la práctica. Puedes cometer algunos errores, pero debes tener cierto coraje e interés para ir a los lugares y ver, ver, ver. En tiendas, museos, libros. Debes afinar tu ojo. No es algo que viene por naturaleza. Todo lo que vale la pena en la vida tiene un precio que hay que pagar. Mi madre siempre decía que los accesorios son lo más importante si posees algunas prendas básicas. Le encantaba la ropa arquitectónica, bien cortada, con buenas telas y muy simple. Y a mí también. Me gustan los trajes que yo pueda embellecer. Con unos complementos puedes convertir tu look de día a uno de noche. Y de todos ellos, la joyería es lo más, porque cuando la cambias transformas todo tu estado de ánimo. Puedes verte seria, divertida, sexy… ¡Lo que quieras! Los zapatos también son importantes. En ocasiones hago demostraciones en los museos de cómo es posible que las personas modificar su aspecto con mínimos detalles.
Estoy segura de que a menudo la gente le pregunta qué tiene que hacer para encontrar su propio estilo.
Siempre. Y lo que respondo es que tienen que trabajar en él. Es diferente para cada persona. No hay una fórmula. Para mí, estilo es sobre todo actitud. No tiene nada que ver con la cantidad de dinero que posees. Conozco a muchas personas con toneladas de dinero que no tienen estilo y personas sin dinero que van increíbles. Es la forma de pensar sobre ti. Tener curiosidad acerca de uno mismo. Lleva tiempo. Debes conocerte y saber que no importa lo bella que sea una prenda. Si no te sientes cómoda en ella, parecerá que la has tomado prestada. Tratar de copiar el look de alguien es una tontería.
¿Qué significa la moda para usted?
Es un producto muy serio. A veces puede verse como algo muy tonto. Pero si realmente la estudias, te das cuenta de que es una reflexión de la política, de la vida social, de la economía, de la atmósfera. Es decir, de nuestra forma de vida. Si comparas los trajes de diferentes periodos, verás que la gente vestía de una manera por una razón. Cuando las mujeres eran más rígidas, se aflojaron los corsés. Las cosas no solo suceden sin más, ¡todo ocurre por algo!
¿Qué cree que refleja la moda actualmente?
Caos total, aturdimiento, confusión, ningún sentido de dirección ni disciplina. Lamentablemente, la mayoría de los diseñadores jóvenes no quieren trabajar duro. Hay algunos, ¡gracias a Dios! Pero hay muchos que acaban por convertirse en fanáticos de los medios de comunicación. Muchos son jóvenes atractivos que solamente saben hacer una cosa: conseguir un montón de prensa y conquistar a los editores. Pero para hacer algo realmente de calidad hay que saber cómo cortar, coser y dibujar. No solo hacer bosquejos. La mayoría de los diseñadores actuales dependen de otras personas para hacerlo.
¿Quiénes son sus amigos en esta industria? ¿Sus diseñadores favoritos?
No tengo muchas amistades porque nunca he estado en el negocio de la moda, sino en el de la decoración. Pero siempre me ha encantado. Así que viajaba mucho a Europa y mis visitas siempre coincidían con las pasarelas. Después de los desfiles iba a las firmas y preguntaba si había alguna cosa de la que quisieran deshacerse, y la compraba. Nunca pude adquirir nada en Valentino porque él corta para chicas muy pequeñas. Pero a las prendas de casas como Dior o Nina Ricci no tenía que hacerle nada, quizá un dobladillo. Me hice con cosas maravillosas porque estaban deseando deshacerse de ellas. También en aquella época algunas marcas tenían tiendas donde vendían las muestras. Siempre me ha gustado la moda poco convencional que, por suerte, no se vendía tan bien y era más barata. Así fue como construí una hermosa colección gastando poco dinero.
Esa fue la que se pudo ver en el Museo de Arte Metropolitano.
Sí, fue increíble y ya ha estado en un montón de museos.
Usted trabajó para nueve presidentes en la Casa Blanca, ¿cómo fue esa experiencia?
Fue un trabajo hermoso y muy emocionante porque pude conocerlos a todos, pero con la única mujer con la que realmente trabajé mucho fue con la señora Nixon ya que le apasionaba la casa. Pero lo primero que aprendes es que ni los presidentes ni sus esposas tienen nada que ver con la decoración. Ni siquiera Jackie. Hay una comisión de Bellas Artes cuyo trabajo es asegurarse de que cualquier cambio que se realice sea lo más parecido posible al diseño original. Es más una labor de restauración. Eso sí, en la planta de arriba, que es donde están sus aposentos, los presidentes y sus mujeres pueden hacer todos los cambios que quieran.
Siempre ha dicho que usted es un espíritu libre y que eso fue lo que la llevó a dejar su trabajo enWomen’s Wear Daily.
Absolutamente. Si te cierras a una sola cosa, no aprendes nada. Diana Vreeland dijo que tener «demasiado buen gusto puede ser aburrido». Hay personas que copian todo. Pero hay que mezclar y combinar para lucir con personalidad. Creo que debes ser tú misma.
¿Qué ha aprendido de sus viajes por el mundo?
Todo. Vivir es la mejor inspiración. Y esta te llega de la gente, al leer libros, visitar museos, caminar por la calle, ver una obra de teatro, escuchar una canción. Nunca sabes realmente por dónde va a venir. Pero si algo está claro es que siempre tienes que moverte.
¿Cree que la moda tiene edad?
No. De hecho no me gusta lo moderno. Las tendencias vienen y van. Me gusta la ropa atemporal, lo simple, lo que puedas llevar mucho tiempo, aunque actualmente todo es de usar y tirar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.