Cómo Michelle Williams logró sobreponerse a la muerte de Heath Ledger y después triunfar en Hollywood
La estrella más silenciosa de Hollywood acaba de adjudicarse un nuevo éxito de taquilla gracias a Venom: Habrá matanza, el mejor estreno cinematográfico desde el inicio de la pandemia. Así ha sido el trágico y elusivo camino hacia el éxito del talento más venerado de su generación.
Cuando le preguntaron sobre su posible participación en la secuela de Venom, una de las diez películas más taquilleras de 2018, Michelle Williams ni pudo ni quiso ocultar su desconcierto. “Ni siquiera sé bien qué es lo que pasaba en la primera… Así que no sé nada sobre la segunda parte”, admitía en un arranque de honestidad. Tres años después, no solo la actriz acabó teniendo conocimiento y rodando Venom: Habrá matanza, si no que el regreso del antihéroe más famoso de los cómics, ha vuelto a batir récords para convertirse en el filme más taquillero desde el inicio de la pandemia. Quizá el hecho de que los responsables de la saga no se tomaran como un desaire las palabras de la actriz y volvieran a contar con ella para dar vida a la fiscal Anne Weying, figura clave en la primera entrega de la saga, sea la mejor muestra de su estatus en la industria. A sus 41 años, la aparición de esta rara avis de la meca del cine, tan discreta y reservada como influyente y demandada, supone un aval de calidad y prestigio capaz de legitimar cualquier proyecto. La estrella más silenciosa de Hollywood deja que sea su talento el que hable por ella… y lo hace a gritos.
Fue Ryan Gosling, su compañero en la película –ya de culto– Blue Valentine, el que aseguró que Michelle Williams “era un cruce entre Clint Eastwood y Brigitte Bardot”, si es que tal mezcolanza es posible. Lo que sí se antoja certero es lo generacional de una intérprete que salta indemne entre formatos y géneros: del indie al musical pasando por dramas pañueleros a espectáculos de acción como la recién estrenada nueva entrega de Venom. Embelesando a críticos, académicos y hasta a quienes pagan por entrar a la sala, siendo capaz de sobreponerse a su estatus como icono de la televisión adolescente y a uno de los romances más trágicos del cine reciente, el vivido junto a Heath Ledger.
Michelle Williams conoció al ganador del Oscar durante el rodaje de la película que catapultaría sus carreras hasta el olimpo de la meca del cine, Brokeback Mountain, y estuvieron juntos tres años. Su romance terminó en septiembre de 2007 a causa de la drogadicción del actor, que acabaría costándole la vida pocos meses después. Huyendo de los tabloides que buscaban convertirla en la viuda doliente del nuevo Hollywood, Williams se refugió en las obras de autores independientes que abrazaron su talento clásico, pulcro e intenso. Hasta Blue Valentine se pasó meses “sin recuperar las ganas y motivación por actuar. Pero mientras contemporáneas como Natalie Portman o Scarlett Johansson –a quién le arrebató el papel de Marilyn Monroe– se llevaban la atención de los medios, la actriz del eterno rubio platino conformaba una de las filmografías más deslumbrantes del séptimo arte sin que su nombre suene todavía demasiado familiar entre el gran público. Martin Scorsese, Charlie Kauffman, Todd Haynes o Ridley Scott son algunos de los cineastas que han reclamado sus servicios y, tras la licencia recaudadora de Venom, le toca el turno a Steven Spielberg. En The Fabelmans, basada en la propia infancia del director en Arizona, dará vida a un trasunto de la madre del director, buscando el Oscar que se le resiste tras cuatro nominaciones.
Williams ha dotado con la misma pátina de discreción a su vida personal que a su carrera en Hollywood, pese a ser erigida a su vez por Nicolas Ghesquière en musa de Louis Vuitton y triunfar también sobre las tablas de Broadway. La actriz ha pasado por el altar en dos ocasiones, en ceremonias de las que los medios solo tuvieron conocimiento una vez celebradas. La primera, con el músico Phil Elverum en 2018, no superó el año de vida. En marzo de 2020 contraería matrimonio con su actual esposo, el director Thomas Kail. Ambos coincidieron en la serie Fosse/Verdon, que hizo merecedora a la actriz de un Emmy y un Globo de Oro, y el pasado año tuvieron su primer hijo juntos. El retoño se une así a Matilda, la primogénita que Michelle Williams tuvo con Heath Ledger. Aunque apenas se ha pronunciado públicamente respecto al malogrado actor, la actriz confesó el recuerdo que aún comparte con su hija: “Siempre le digo a Matilda la misma frase, ‘Tu padre me amó mucho antes de que nadie pensara que era talentosa, guapa o de que tuviera ropa bonita’”.
Natural de un pequeño pueblo del estado de Montana, su precocidad en el mundo de la interpretación podría haberla convertido en una candidata clara a engrosar las listas de juguetes rotos de la meca del cine. A los 13 ya contaba con apariciones episódicas en Los vigilantes de la playa y con solo 15 años dejó los estudios y pidió la emancipación legal de sus padres para poder centrarse así en su carrera como actriz y evitar someterse a las restricciones laborales de los menores de edad en los rodajes. Se mudó sola a un piso de Burbank, ciudad que acoge varios de los grandes estudios cinematográficos, y un par de años después logró el papel que consolidaría su carrera: el de Jen Lindley en la popular serie adolescente Dawson crece. Un rol que pondría su rostro en las carpetas de los jóvenes de todo el mundo, pero que la obligaría después a demostrar que era mucho más que una de las “mujeres más sexis del mundo con menos de 21 años” en aquellas listas sexistas publicadas por las revistas de la época.
A pesar de su perfil bajo y de haberse criado en una familia de fuertes convicciones republicanas –su padre se postuló en varias ocasiones para el Senado sin éxito–, Williams es también una de las caras más visibles del activismo feminista en Hollywood. Más allá de aprovechar discursos como el de los Globos de Oro de 2020 para defender el derecho al aborto y alentar el voto femenino –despertando la admiración digital de figuras como Hillary Clinton o la actual vicepresidenta de los Estados Unidos, Kamala Harris–, la actriz ha sido muy vocal al denunciar uno de los ejemplos de discriminación salarial más bochornosos del Hollywood reciente.
El tabloide USA Today desveló que Michelle Williams cobró un salario de menos de 1000 dólares por diez días extra de rodaje en el filme Todo el dinero del mundo mientras que su coprotagonista en la película, Mark Wahlberg, se embolsó cerca de un millón y medio de dólares. Williams, que admite que se quedó “paralizada” tras conocer la disparidad salarial, fue invitada al Congreso estadounidense en 2019 para compartir su experiencia y exigir la anhelada igualdad salarial. “Lo que me pasó no fue una sorpresa para mí. Simplemente reforzó mi creencia vital de que la igualdad no es un derecho inalienable y que las mujeres siempre tendrán que trabajar igual de duro por menos dinero, mientras asumen más responsabilidades en sus hogares. Y si esto fue así para mí, una mujer blanca en una industria glamurosa, ¿cómo estarán sufriendo mis hermanas en sus respectivas profesiones?”, alegaba en Washington flaqueada por un grupo de políticas.
Esa misma integridad que la lleva a sacarle públicamente los colores a un estudio cinematográfico y a un cineasta de postín (Ridley Scott), sin temor a las represalias, es la misma que despliega para explicar por qué acepta papeles a priori poco estimulantes como el de Venom: Habrá matanza. “Las películas de superhéroes abren el camino a nuevas oportunidades y posibilidades en la vida (…) Me encantaría que hubiera una razón artística detrás, pero tengo que tomar decisiones para cuidar de mi familia”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.