Encapuchados. Dime qué vistes y te diré lo peligroso que eres
Uniforme indispensable en las revueltas urbanas, el hoodie escala posiciones como una de las prendas más polémicas de la era moderna
En la jerga americana, un hoodie –además de ser una sudadera con capucha–, significa ser un “gamberro” o un “vándalo”. Que una cómoda y útil prenda de algodón, vestida por millones cada día, haya pasado a tener una concepción negativa, diccionario de por medio, no es casualidad. Cuando en 2005 las banlieues de los suburbios parisinos ardían, los instigadores se escondían bajo la capucha. Cuando Londres vivió unas jornadas críticas de saqueos y violencia el verano pasado, los hoodies se erigieron como uniforme indispensable para participar en los riots. Cuando el adolescente de 17 años, Trayvon Martin, fue tiroteado y asesinado en febrero por un vigilante de barrio en Florida (EEUU), lo que llevaba puesto, y condicionó su muerte, fue la capucha. Aunque Trayvon iba desarmado y volvía de comprar golosinas, el vigilante, Georges Zimmerman, consideró que su actitud era sospechosa por llevar el hoodie puesto. El hombre se acogió a la ley Stand your ground (Defiende tu territorio) –que permite el “uso justificable de la fuerza” en defensa propia– para evitar, en un principio, pisar la cárcel. La polémica no había hecho más que empezar.
EEUU ha vivido desde entonces un encendido debate sobre si es apropiado o no vestir la capucha. Desde la cadena Fox, el terturliano Geraldo Rivera, pidió a hispanos y afroamericanos que dejasen el hoodie en casa para evitar más muertes. La respuesta de la ciudadanía, lejos de seguir los consejos del periodista, fue contundente. Durante unas semanas, familias enteras, jóvenes, políticos y celebrities se encapucharon en parques y edificios públicos. Decenas de ciudades organizaron las million hoodie marches en las que manifestantes vestían su hoodie para protestar contra lo que consideraban un crimen racista. David Simon, creador de The Wire, hacía eco de la tragedia en su blog y cantantes, actores y deportistas mostraron su rechazo al crimen colgando fotos en internet donde aparecían con la capucha puesta. “Sólo porque alguien lleve una capucha, no se le puede convertir en un matón”, clamó un congresista demócrata en el Capitolio.
Diseñada a principios de los años 30, el objetivo del hoodie era proteger de las inclemencias del tiempo a atletas, estudiantes y obreros.
Diseñada a principios de los años 30 –la marca Champion Products asegura que ellos fabricaron el primer modelo tal y como lo conocemos–, el objetivo del hoodie era proteger de las inclemencias del tiempo a atletas, estudiantes y obreros. Las capuchas no tomaron las calles hasta mediados de los 70, en Nueva York, cuando los grafiteros necesitaron prendas para mantener un “perfil bajo” ante el radar de la policía. La cultura Hip Hop, los Z-boys de Santa Mónica y el desembarco del skate harían el resto. El hoodie ya estaba dentro del engranaje de la moda juvenil. Grandes marcas como Tommy Hilfiger o Armani incluirían la capucha en sus colecciones para completar el proceso.
“Vestir ropa deportiva a diario sugiere una distancia del mundo de la oficina (traje) y de la escuela (uniforme)”, indicó Angela McRobbie, socióloga y catedrática de comunicación en la universidad de Goldsmiths, al diario The Guardian. Para McRobbie, “la cultura del Rap celebra la experiencia de la exclusión social. Musicalmente y estilísticamente, proyecta amenaza y peligro, rabia y cólera”. Carlos del Pozo, propietario de la tienda de ropa urban online Purple Drank Clothing, ratifica la teoría de la moda gangsta. “En realidad es un pez que se muerde la cola. Los chavales buscan ser como las estrellas del rap que veneran y los cantantes imitan a los traficantes y a su público vistiendo igual que ellos”. El underground del Hip Hop, no obstante, está abandonando al hoodie. “Si te fijas en los videoclips cada vez más bien vestidos, las camisetas ya no son tres tallas más grandes, los pantalones tienen un estilo más refinado y ahora se estila el gran lujo, como llevar zapatillas Gucci”, apunta.
Con lujo o sin él, vestir la capucha está prohibido en algunos centros comerciales de Inglaterra o Australia y el caso Trayvon ha revitalizado el debate sobre si la moda puede llegar a ser una amenaza social. ¿Es el hoodie la prenda más polémica de la era moderna? Kevin Braddock, editor de Sleek Magazine, colaborador del Esquire británico y artífice de un artículo sobre el poder del hoodie en The Guardian, entona un “rotundo no” al respecto. “La asociación de moda y peligro lleva años sobre la mesa. No hace mucho si calzabas unas Dr. Martens eras un anarquista y si vestías una chaqueta de piel eras un rocker de cuidado”, apunta.
Braddock descarta que el “estigma social” que acompaña a la prenda desaparezca. “Puede que Justin Timberlake convenciese a los hipsters de que era cool llevar la capucha por encima de la chaqueta de piel, pero en las zonas socialmente degradadas la sensación de amenaza persistirá”, vaticina. El verdadero debate, a su entender, debería centrarse en comprender a esos jóvenes de barrios marginales que “se esconden del mundo” bajo su capucha. Para ello, remite a un discurso de David Cameron, cuando todavía era líder de la oposición británica: “Nosotros, los que llevamos traje, vemos a los hoodies como algo agresivo, el uniforme de un ejército de jóvenes gángsters. Pero, para los jóvenes, es su forma de permanecer invisibles. Cuando veas a un chico andando por la calle, con la capucha puesta, la cabeza baja y mirando al suelo, reflexiona y piensa sobre qué será lo que le ha llevado hasta ese momento”.
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