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Diseñadores prodigio: jóvenes preparados y muy rentables

Tienen solo entre 27 y 35 años. Pero ya han trabajado para grandes firmas y sus colecciones generan expectación… y beneficios.

Alexandra Marshall (Simone Rocha), Karin Nelson (Juan Carlos Obando), Alice Rawsthorn (Julien Dossena), y Andrea Lee (Marco de Vincenzo)

SIMONE ROCHA, LA VANGUARDIA LLEVABLE

«No uso bolso, así que todo lo que diseño lleva bolsillos», dice Simone Rocha con un dulce acento irlandés mientras muestra un vestido de cóctel de aire infantil: sin mangas, en organza de seda nude, con enagua de neopreno negro; y los bolsillos en cuestión, forrados con tul negro transparente. Bonito y fácil de usar, pero sobre todo divertido al tacto. Al presionar la falda, rebota como un muelle. «Parece plástico de burbujas, ¿verdad?», bromea la diseñadora. En su cualidad táctil, sí; pero no hay nada desechable en este vestido, ni en ninguna de las prendas de su colección. Las estructuras son impresionantes, y aunque mezclan muchos elementos (retro y vanguardia, artesanía y tecnología…) no resultan excesivas. Sorprende que, siendo tan joven (27 años), la creadora sepa bien quién es y lo que le gusta. Su habilidad: crear piezas llevables del gusto de Lady Gaga, Rihanna o Rita Ora.

Tras graduarse en Central Saint Martins en 2010 y desfilar un par de años en la semana de la moda de Londres, dio el gran salto en otoño de 2013, con un abrigo de pelo sintético de leopardo con forma de huevo, unos pantalones anchos con zapatos de cordones a juego y un rígido abrigo rosa que acabó saliendo en todas las revistas indies de moda.

Ha vivido los desfiles entre bambalinas «desde que era un bebé», junto a su padre, John Rocha (el diseñador de Hong Kong afincado en Dublín), y su madre, Odette, quien es la mánager de John. La firma de su progenitor (que incluye prêt-à-porter, joyería, mobiliario…) se vende en todo Reino Unido. Simone colaboró desde muy niña. «Hacía té y compraba ropa interior. Luego aprendí punto y croché, y pasé un tiempo en la sala de patronaje. La gente siempre me pregunta si mi infancia fue glamurosa», reflexiona. «No, no lo fue. Es una vida dura».

Ahora son sus padres quienes la ayudan. Odette es su socia y John su asesor. Para padre e hija los tejidos son clave. Pero si bien el trabajo de él es romántico, el de ella tiene un aire intelectual de inspiración japonesa. No es casualidad que su marca triunfe en las tiendas de Dover Street Market (de Comme des Carçons) o en Saks Fifth Avenue.

Cordon Press

JUAN CARLOS OBANDO, SENSUALIDAD LATENTE

El pasado enero, en una fiesta de los Globos de Oro, Obando se acercó a Amy Adams. La actriz había lucido uno de sus vestidos en un festival de cine –un diseño sexy de lunares con cuello halter que hubiera hecho las delicias de su personaje en American Hustle– y quería agradecérselo. «Ella me dijo: “¡Gracias a ti! Me sentí muy cómoda y guapa”», recuerda el diseñador de Los Ángeles. Entre los nombres de su creciente grupo de seguidoras también están la consultora de moda Katherine Ross o Jessica Alba –quien lleva sus blusas, pijamas y faldas campesinas–.

Inspirados en las sensuales mujeres de su Barranquilla natal (Colombia), los «básicos noctámbulos de Obando» llenan un nicho. Para buscar un sastre, mejor ir a otra tienda. «No hacemos ropa para la oficina», admite. «Yo te visto cuando sales del trabajo; incluso más tarde».

J. Crew lo ha fichado para diseñar una colección cápsula; y su firma sigue creciendo: ya se vende en todas las tiendas de Barneys (Nueva York). Incluso triunfa su joyería de aire masculino e industrial: «En teoría, no debería funcionar con prendas delicadas, ¡pero funciona!». No está mal para un chico que hasta hace poco no sabía nada de moda. «A los 19 años no me sonaba ni el nombre Versace», bromea. Por aquel entonces, lo suyo era el diseño gráfico. Hasta que en 2002, trabajando para la agencia de publicidad Saatchi & Saatchi, tuvo que buscar el vestuario para un anuncio de coche. Y en vez de contratar a un estilista, compró una máquina de coser y algunos patrones, y completó su autoaprendizaje desmontando piezas vintage de Gucci y Azzedine Alaïa para analizarlas.

Aunque ya abandonó su faceta publicitaria, conserva su poder de persuasión. Su último desfile en Nueva York –en una mansión del siglo XIX adornada con flores– fue cautivador. «Estoy en un momento de mi carrera en que todo confluye».

WWD

JULIEN DOSSENA, REINVENTANDO FUTURO

Cuando Dossena dejó su trabajo como diseñador en Balenciaga en 2012, tras la salida de Ghesquière, sufrió pánico. «No tenía sentido quedarse», admite. «Pero trabajé allí cuatro años, a veces todo el día, y fue triste». El luto no duró mucho. Al cabo de unas semanas, el diseñador de 31 años se incorporó como consultor en Paco Rabanne, una casa que el grupo Puig estaba intentando revivir. Y apenas ocho meses después, el CEO Marc Puig lo nombró director creativo.

Su debut al frente de la maison, el pasado otoño en París, con tops metálicos, vestidos de cuero y jeans plateados, recibió muy buenas críticas. «Siempre he adorado la rebeldía y modernidad de Rabanne», dice Dossena con entusiasmo. Vale la pena recordar lo radical que fue el maestro, hoy retirado (a sus 80 años). En su primera colección (1966) utilizó metal, plástico, goma y cartón. Vistió, entre otras, a Françoise Hardy y Brigitte Bardot. Y poco antes del 11 de agosto de 1999 abandonó París, convencido de que ese día la estación espacial rusa Mir caería sobre la ciudad y la arrasaría.

Dossena comparte su visión futurista, pero solo como aficionado a las novelas de J.G. Ballard. Nacido en Bretaña, estudió Historia del Arte en París y Moda en Bruselas. Tras graduarse en 2008, fue contratado por Ghesquière, con quien mantuvo una relación sentimental. Juntos trabajaron con algunos de los proveedores de tejidos de Rabanne y experimentaron con telas tecnológicas más ligeras. Rejuvenecer las prendas es solo uno de los retos de Dossena, quien fundó la firma Atto junto con dos colegas de Balenciaga: Lion Blau y Florent Buonomano.

«Lo que adoro de la ciencia ficción es que te permite inventar un mundo entero, con su paisaje, arquitectura y personajes. Rabanne rodeó a la mujer de vestidos y escenarios metálicos. Ahora me toca a mí construir mi propia realidad visual».

Getty

MARCO DE VINCENZO, LA OTRA MODA ITALIANA

Su rostro es unas veces travieso, otras solemne. A sus 35 años, la estrella de la moda siciliana en ascenso Marco de Vincenzo se ha convertido en un maestro de la fusión y la ilusión, escapando del clásico derroche de los creadores del sur de Italia (el barroco sexy, el folclore y los gladiadores) para adentrarse en territorio inexplorado. Sus vestidos mezclan siluetas clásicas con materiales high-tech. Su colección de primavera 2014 fue aplaudida por su lujo subversivo: combinaba cuero metálico con estampados digitales de ikat, trampantojos y tejidos deportivos lacados. En febrero, el grupo LVMH invirtió en la marca. «Quiero que la gente mire dos veces la misma prenda», comenta De Vincezo, quien también diseña accesorios para Fendi.

Ya de niño, en Messina, le fascinaba el dibujo, el diseño, la fotografía y el poder transformador de la moda. A los 18 años dejó Sicilia para ir al Instituto Europeo de Diseño en Roma. Tras graduarse, empezó a trabajar en el departamento de bolsos en Fendi, donde forjó una estrecha relación con Silvia Venturini Fendi. En 2009, presentó una pequeña línea de alta costura en París. Fue un debut prometedor: sus trajes estilizados y sus vestidos con tablas y acabados metálicos captaron la atención de Franca Sozzani, editora de Vogue Italia, que le dio el primer premio en el concurso Who Is On Next.

Desde entonces, sus colecciones de prêt-à-porter (en la semana de la moda de Milán) han oscilado entre cueros geométricos, pieles tipo yeti, prints pixelados y tejidos veraniegos. Fue en Fendi donde desarrolló su pasión por los materiales raros, que él trabaja con efectos 3D, tintes de oro, pintura o cristales bordados.

Lo que da cohesión a su estilo es su instinto para saber lo que es llevable y sus siluetas clásicas. «No tengo musas, pero sí amigas bellísimas que trabajan en moda, como Giovanna [Battaglia] o Delfina [Delettrez]. Cuando esbozo un vestido, les pregunto: “¿Lo llevarías?”. Y cuando estoy solo, lanzó una pregunta al aire: “¿Es mágico?”».

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