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Dejarlo todo e irse al campo

No es un reality show. Vivir en un pueblo es la fantasía de cualquier urbanita. Incluso existen escuelas para aprender a ser granjeros 2.0.

Granjero
Cordon Press

Ninguno de los alumnos de Mollys Farm School ha arado a caballo nunca, tampoco sabe hacer un semillero, ni talar un árbol, ni arreglar un tractor, ni ayudar a parir a una vaca, pero están dispuestos a remangarse la camisa y meter las manos en el barro para probar la experiencia (www.farmschool.org). Tendrán que vivir durante 12 meses en una granja de Massachusetts y aprender todo lo necesario para gestionar una explotación agrícola/ganadera (el curso entero, de octubre a noviembre, tiene un coste de casi 14.000 euros).

El fotógrafo Erik Jacobs y su mujer, también fotógrafa, decidieron abandonar sus trabajos fijos en The Boston Globe para hacer realidad su sueño y emprender un negocio que les permita vivir en una zona rural. «Está claro que algo no funciona en el sistema actual. La vida es algo más que trabajar duro para darse el lujo de consumir más», razona. «Cultivar la tierra y cuidar de los animales permite disfrutar de un estilo de vida diferente, sin el estrés de la ajetreada vida urbana», detalla el fotógrafo, que muestra su día a día en la granja en el blog Plough and Stars (ploughandstarsproject.com).

En España, los jóvenes ya no quieren dejar el pueblo para buscar una oportunidad en la gran ciudad. «Hemos pasado de un mundo rural que perdía habitantes a un mundo rural que gana población. Más que una vuelta al campo, es una vuelta a las raíces. La gente que ha nacido en una aldea echa de menos la cultura del campo y la crisis está acelerando el proceso de vuelta», apunta el catedrático de Sociología Benjamín García Sanz. Otra cosa, muy distinta, son las personas que han nacido en la ciudad y deciden irse a vivir a un entorno rural. «Los neorurales eligen residir en el campo por motivos ecológicos y, cada vez más, por factores económicos. Una tendencia que crecerá en el futuro con la implantación del teletrabajo y las mejoras de las comunicaciones en los pueblos cercanos a las grandes urbes», comenta a S Moda el catedrático.

Muchas celebridades ya han alcanzado su utopía rural. Amanda Brooks, directora de moda de Barneys, dejó su piso en el Lower East Side de Nueva York para trasladarse con su familia a una granja de Oxfordshire (Inglaterra), propiedad de la familia de su marido, el artista Christopher Brooks. «Mi vida aquí es muy diferente. Llevo a los niños a la escuela, tengo tiempo para cocinar tres deliciosas comidas caseras al día –seguro que más de uno se preguntará si sigo entrando en mis pantalones de Céline de la talla 34–, paso horas montando a caballo, disfruto de unos pocos pero buenos amigos y vivo entre animales, árboles frutales y huertos», confesaba hace unas semanas en su blog iloveyourstyle.com.

El exbajista de Blur, Alex James, también reside en una granja, a las afueras de Londres, donde fabrica artesanalmente un queso premiado. «Pensaba que no habría vida para mí después de los 40. Pero cuando te haces mayor, te das cuenta de lo que realmente te gusta, y a mí lo que me hace feliz es el campo y el queso». Tras su comentado All Cheeses Great and Small, James está listo para lanzar un nuevo libro de memorias. «Mi mujer se casó con una estrella de rock y terminó con un agricultor».

Aquellos que fantaseen con probar la experiencia, en una finca agrícola de la Toscana (www.spannocchia.com) ofrecen un programa de granjeros en prácticas que atrae a gente de todo el mundo con el fin de ayudar a cuidar los cultivos, los animales, los viñedos y aprender algo sobre el oficio.

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