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De armas tomar

Educada para triunfar, la actriz y modelo Milla Jovovich solo interpreta papeles forjados a su imagen y semejanza. Demasiada mujer para imitar a otras.

Milla Jovovich
Eric Guillemain

Está sola en su gran mansión de Hollywood. Y está encantada. «Mi marido y mi hija se han ido de viaje. Me gusta la soledad. De pequeña pasaba mucho tiempo sin nadie. Leía sobre todo novelas fantásticas y devoraba series como Thundercats. Todo eso fue alimentando mi mundo interior». Música, moda, diseño, cine… Pocas disciplinas se resisten a Milla Jovovich, de 35 años de edad. El 30 de septiembre estrenó Los tres mosqueteros de Paul W. S. Anderson, próximamente la veremos en Dirty Girl de Abe Sylvia y, en 2012, en Resident Evil: Retribution, la quinta entrega de la saga de videojuegos. «Tengo suerte de trabajar tanto», confiesa. También como modelo. La ucraniana es imagen de L'Oréal. «Sería un crimen no aprovechar las oportunidades», insiste. Su vida ha sido un torbellino y daría para varios guiones. Repasamos una existencia de película.

Biopic’ musical. La lista de celebrities con un pie en la música es extensa: Paris Hilton, Lindsay Lohan, Scarlett Johansson… Experiencias fugaces. Milla Jovovich quiere escapar al cliché. «Me esfuerzo por ser algo más que una actriz famosa. Me gusta debatir, llegar al fondo de las cosas». Ha montado un estudio de grabación en casa. «Mi prioridad es el cine y con tanto rodaje ha sido difícil sacar tiempo para componer. Pero si todo sale bien, lanzaremos el álbum en 2012». No será el primero. Jovovich debutó con Divine Comedy en 1994. El sencillo, ‘Gentleman Who Fell’, fue rescatado para la banda sonora de Las reglas del juego (2002). La voz de Jovovich recuerda al folk de Kate Bush. «No canto bien. Pero soy actriz y sé fingir», confiesa divertida. Parece obsesionada con dejar un rastro. «Toda mi vida ha girado en torno a la expresión. Siempre me ha preocupado el cómo, no solo el por qué. Mi madre me leía a clásicos como Dickens. Le importaba que entendiera la historia y supiera explicarla. Entraba en mi cuarto y me preguntaba sobre personajes, metáforas que estaban dentro del texto…». 

Un cuento de hadas. Habla de Galina Jovovich (su madre) constantemente. Sobre ella afirmó en una entrevista: «No es la mamá cariñosa que cocina galletas». Su progenitora fue actriz en Ucrania. Deseó serlo en el extranjero. Pero las circunstancias truncaron su ambición. Galina proyectó ese sueño en su hija. «Me apuntó a clases de interpretación, baile, violín…», recuerda Milla. Solo tenía cinco años y acababan de mudarse a Los Ángeles. No hablaba inglés y su apellido era ruso. No fue fácil. «En el colegio, las chicas vestían de Guess; yo, vintage. Era el bicho raro». Antes de aterrizar en la meca del cine solían fantasear con una mansión, una enorme piscina, un jardín. La familia se había creído a pies juntillas el sueño americano. Pero lo más cerca que estuvieron de una piscina fue cuando la madre de Milla limpió la casa de Brian de Palma en Mulholland Drive. Galina vio dólares en el futuro de su hija. No se equivocó. La primera vez que pisó un estudio tenía 11 años. Ya había estado allí. En su cabeza. «Mi madre me explicaba quién era quién, me enseñaba libros de fotografía. No me intimidó la primera sesión. Era mi cometido». Cuando conoció a Richard Avedon, también con 11 años, le comentó lo mucho que le gustaba su obra. «Se quedó atónito. ¡Imagina a una chiquilla diciéndole eso!». Protagonizó Regreso al lago azul, la segunda parte de la cinta erótica, con 15 años. «Tuve muchas responsabilidades. Mi hija no trabajará tan joven. Tendrá otros problemas», asegura sobre Ever, su pequeña y la de su tercer marido Paul W. S. Anderson, a quien conoció en el rodaje de Resident Evil. «No es fácil criar a una niña en Beverly Hills». Teme que Ever, de casi cuatro años, se convierta en una especie de Serena van der Woodsen –una de las protagonistas de Gossip Girl– o en una niña mimada como las de la serie Sensación de vivir. 

Una historia de amor. Sus relaciones han sido un torbellino. También en eso fue precoz. Se casó con Shawn Andrews, su novio en el filme Movida del 76 (Richard Linklater, 1993), en el set de rodaje. Tenía 16 años. El enlace fue anulado a los dos meses. También salió con el fotógrafo Mario Sorrenti, con el exbajista de Jamiroquai y con John Frusciante, guitarrista de Red Hot Chili Peppers. El quinto elemento (película que protagonizó en 1997) y su director, Luc Besson, cambiaron el rumbo de su carrera. También el de su vida. «Fue un punto de inflexión y mi segundo matrimonio», dice. Se divorciaron en 1999. El cineasta francés tenía 16 años más que ella. No fue el motivo de su ruptura. «Era incapaz de asentarme. Buscaba el drama. Como artista, quería tener una vida excitante, llena de sobresaltos. Me sobraba energía. Ahora es diferente. Con la edad buscas estabilidad. No había ningún problema con muchas de las relaciones que han fracasado. Pero yo necesitaba terminarlas… para sentirme liberada». Su receta para el desamor: la falta de independencia. «Hay gente que dedica toda su vida a su pareja. Luego no pueden pasar página cuando la relación se acaba». 

Mil aventuras. Los tres mosqueteros es un libro de libros, una puerta hacia otros mundos. La versión de Paul W. S. Anderson, un ejercicio técnico y heterodoxo. «La gente se sorprende cuando ve barcos volando, pero en mi opinión, quizá el propio [Alejandro]Dumas los habría incluido si hubiera sido director de cine en el siglo XXI», opina la intérprete. El filme está trufado de anacronismos. Pero eso es lo de menos. La gran diferencia entre esta adaptación y las decenas anteriores es su formato. D'Artagnan, Athos, Porthos y Aramis luchan en tres dimensiones. Año y medio después del éxito de Avatar, el 3D empieza a pinchar. Según los expertos, no es la panacea, el público prefiere las sesiones normales porque son más baratas. Y en algunos casos, la tecnología es deficiente. En esto Jovovich coincide: «El otro día estaba viendo un filme en 3D. Se veía borroso, me dio dolor de cabeza. Rodar en ese formato es caro y complicado para los actores y el equipo. La estereoscopía está en pañales. Es como cuando pasamos del cine mudo al sonido». Pero la versión filmada por su actual marido es, según dice, perfecta: «Paul es un experto». En su opinión, el 3D puede salvar la industria. «El año pasado Resident Evil: Ultratumba recaudó mucho dinero en China, el imperio de la piratería». La cuarta parte de la saga fue la décima película más taquillera con 1,3787 billones de yuanes (15,6 millones de euros).

Una mujer de acción. Su cuerpo responde a los cánones de los años 90: alta, delgada, con poco pecho. Con los años ha ido sumando músculos al conjunto. Han sido útiles: sus manos han retorcido el pescuezo de miles de zombis (Resident Evil) y han roto el cuello de cientos de perros mutantes (Ultraviolet). Han impedido la invasión de Francia por los ingleses (Juana de Arco, de Luc Besson) y con ellas se ha vengado a punta de pistola (Calibre 45). Milla Jovovich no es la vecina de al lado. «Mis rasgos son masculinos. Mucha gente no se me acerca si no me conoce. Me teme». Linda Hamilton, Sigourney Weaver, Angelina Jolie… Jovovich pertenece a la categoría de mujeres de acción. «Tal vez en un futuro me arrepienta de no haber interpretado a una cariñosa madre de familia. Por ahora soy feliz. Me encantan las artes marciales. ¡Si hasta tengo unos palos coreanos en casa!». Su personaje en Los tres mosqueteros, Milady de Winter, explota sus dotes de bailarina. Da volteretas en el aire y desenfunda la espada. Todo ello con corsés. «Es manipuladora pero también fascinante. Está casada y viaja sola. Es independiente económicamente y sabe cómo moverse en círculos de poder… ¡en el siglo XVII!». A veces sus filmes le juegan malas pasadas. Tiene pesadillas con zombis. «Todo es normal en el set. Los actores disfrazados beben café y charlan contigo. Pero luego me persiguen en sueños…». Está a punto de rodar la quinta entrega: Resident Evil: Retribution.

Mucha moda. No tenía experiencia cuando empezó a diseñar. Se alió con su buena amiga, la exmodelo Carmen Hawk, y lanzó Jovovich-Hawk. Hasta entonces el intrusismo de actrices en la moda no había cuajado, pero ellas rompieron moldes. Fueron candidatas a los oscar de la moda, los CFDA del año 2006; su línea se vendió en Net-à-Porter y firmaron contratos con marcas como Mango (2007) y Target (2008). Tras la colaboración con esta última, el dúo cerró el negocio. La colección cápsula se había agotado en tres días. Estaban exhaustas. «Nos superó. Lo que empezó siendo una pequeña iniciativa se convirtió en una empresa. Con la segunda línea estábamos en 41 tiendas. Dejamos de divertirnos. Se nos fue de las manos». Pero también se adelantaron a una época: sus pantalones estilo Katharine Hepburn no han pasado de moda. «Queríamos vestir a mujeres fuertes, mujeres de verdad». 

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