_
_
_
_

La custodia de Netflix: el nuevo gran drama de las rupturas sentimentales

Por razones prácticas, emocionales o puramente económicas, la propiedad de las plataformas digitales compartidas se ha convertido en un campo de batalla habitual en cada separación.

En 2019, un cambio de contraseña puede ser más doloroso que un "te dejo".
En 2019, un cambio de contraseña puede ser más doloroso que un "te dejo".NETFLIX

“Mi ex y yo rompimos hace año y medio y este último fin de semana me ha expulsado finalmente de su cuenta de Netflix. Juro que esa mierda me ha dolido más que la separación”. Es el nuevo drama millennial por excelencia. Los más de 90.000 ‘me gusta’ que consiguió esta declaración de una usuaria de Twitter ratifican el sentir común de toda una generación que ve cómo el final de una relación sentimental puede ser el principio de una cruenta batalla por la custodia de las cuentas en común. Las clásicas mascotas o recibos de la luz han dejado paso a una separación de bienes digitales compuesta por los Netflix, HBO, Spotify o Amazon, y la gestión que se haga de los mismos puede suponer un importante obstáculo a la hora de superar esta etapa vital. Hoy, en problemas del primer mundo, ¿qué debemos hacer con nuestra cuenta conjunta de streaming?

Compartir plataforma de vídeo, música o compra online es el nuevo ‘dejar el cepillo de dientes en baño ajeno’, la opción por la que apuestan los más jóvenes para hacer oficial una relación amorosa. Un estudio promovido por Netflix desveló que la mayoría de los encuestados consideraban que compartir su cuenta con su pareja era una etapa clave en su romance, asegurando que esperarían hasta que la relación fuera exclusiva para dar el paso. “Es una nueva era, pero seguimos comportándonos del mismo modo para crecer como parejas. Desear tener proyectos comunes, compartir aficiones y crear algo juntos es básico en las relaciones de pareja; simplemente ha cambiado el formato. Hoy el crecimiento de una relación se simboliza compartiendo este tipo de cuentas como modo de compromiso”, nos confiesa la psicóloga y sexóloga Silvia Sanz, especializada en terapia de pareja. En 2019, la desconexión emotiva está acompañada de la desconexión digital y un cambio de contraseña significa un final más definitivo que cualquier “te dejo”.

El pasado mes de enero se convirtió en viral la historia de un joven que recibió un mensaje de Whatsapp por parte de una amiga de su ex en el que le preguntaba por qué no había renovado su suscripción en Netflix. La interlocutora, que no había mantenido contacto con la ‘víctima’ desde hace años, confesó que había estado utilizando su cuenta todo este tiempo y le exigió que siguiera pagando para poder continuar con su serie favorita. Cuando este se negó, ella se limitó a calificarlo de “rácano”. Casos como este se suceden cada vez con más frecuencia en las nuevas generaciones, que tratan de que su acuerdo sobre el streaming sobreviva mucho más allá que el amoroso (lo sepa su ex o no.) Los motivos son varios: una mera cuestión de ahorro económico, el mantenimiento de nuestro historial de visualización o el intento por mantener un último vínculo con esa persona qué tanto significó para nosotros y que podría traducirse en una peligrosa monitorización de sus actos.

En el encolerizado ágora de Twitter hay testimonios para todos los gustos. Desde la tuitera que presume orgullosa de cómo su ex y ella han conseguido compartir la cuenta sin problemas, hasta la que se pregunta por qué el susodicho se cree con autorización para seguir beneficiándose de su contraseña después del adiós (“si rompemos, rompes conmigo y con mi cuenta de Netflix”). Otra presume de cómo a pesar de una horrorosa separación comparten la “paternidad” del perfil y miles de usuarios celebraron la astucia de una tuitera que consiguió utilizar la cuenta de su anterior pareja durante años haciéndose invisible. ¿Su modus operandi? Cambiar su nombre de usuario por ‘Añadir perfil…’.

“Cuando las parejas se separan pasan una época de mucho estrés y lo último en lo que están pensado es en la contraseña de cualquier plataforma, teniendo en cuenta además que es algo que pagas automáticamente en tu cuenta bancaria cada mes y a lo que no le prestas atención”, explicaba la doctora Jess Carbino, socióloga que ha trabajado para firmas como Tinder, durante una entrevista en Fox Business. “Un día, de repente, cuando ya se han separado, se dan cuenta del problema y lo pasan realmente mal tratando de desligarse de algo en teoría insustancial dentro de todo lo que significa una ruptura”.

La custodia por la cuenta puede convertirse en un campo de batalla a la altura de la propiedad del piso en común, como aquella comedia romántica (Separados) en la que Jennifer Aniston se veía obligada a compartir la vivienda con su ex. Aunque lo más lógico sería que quien pague se la quede, la razón más repetida entre los que intentan agarrarse al dominio de la contraseña es la valiosa propiedad intelectual invertida en estas plataformas. Horas y horas de visualizaciones que han personalizado un algoritmo que nos indica qué hemos visto, qué nos queda por ver y qué recomendaciones son las más acertadas para nuestros gustos. Una nueva cuenta supone empezar de cero, por lo que no es de extrañar que la opción de extraer el historial sea una de las características más demandadas por los usuarios en el futuro a corto plazo de estas plataformas.

Scarlett Johansson y Adam Driver se divorcian en la inminente ‘Historia de un matrimonio’. ¿Quién se quedaría con la cuenta?
Scarlett Johansson y Adam Driver se divorcian en la inminente ‘Historia de un matrimonio’. ¿Quién se quedaría con la cuenta?Netflix

Los expertos sostienen que en los tiempos hiperconectados de Netflix, HBO o Amazon romper es una tarea mucho más ardua que antes. Cuando el cisma es un hecho, solo hay dos salidas: continuar compartiendo nuestras cuentas, asumiendo el riesgo de que nuestro ex pueda chequear qué vemos, escuchamos o pedimos; o crearnos nuevas. “Esta última decisión no tiene solo una razón psicológica, de sentido común, sino que la apoyan motivos biológicos”, sostiene a S Moda Silvia Sanz, que añade: “Al tener información de la persona amada se vuelven a segregar hormonas del placer que generan una vuelta atrás en el proceso de recuperación. El amor es como una droga: cuando dejan de segregarse estas sustancias, surgen los problemas; las endorfinas y las apomorfinas, sin embargo, son hormonas que inducen a la adicción”.

Una vez separados, Sanz concluye que la disyuntiva entre compartir o no cuentas solo depende de la voluntariedad y participación en dicha decisión, y de la relación posterior entre los miembros de la pareja. Otros expertos, como el consejero y terapeuta marital Peter Saddington, son expeditivos: “Una vez que la relación ha acabado, todo lo demás también, así que cambia tu contraseña tan pronto como puedas. Solo se trata de ser realistas”, afirmó en The Guardian. Sabemos que es un fastidio perder el hilo sobre cuántos capítulos de Succession te quedan por ver, pero quizá merezca la pena con tal de ahorrarte más sufrimiento. Que las lágrimas te las provoquen los Roy o los Stark, no el –añade aquí adjetivo– de tu ex.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_