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Cumpleaños de 20 millones, abusos sexuales y racismo: el escándalo rodea al dueño de Topshop

Las últimas acusaciones al magnate no han sorprendido dado su historial, pero prometen desbancarlo. Las peticiones de destitución como Sir y de boicot definitivo a Topshop (ya en declive), son parte de las represalias.

Kate Moss y Philip Green han mantenido una estrecha relación de negocios y de amistad.
Kate Moss y Philip Green han mantenido una estrecha relación de negocios y de amistad.Getty

Una investigación de siete meses destapando el caso de supuesto acoso sexual, racismo y hostigamiento contra trabajadores más grande de Reino Unido, publicada el pasado martes por The Telegraph, ocupaba la conversación durante dos días sin conocerse quién era el implicado que, como Weinstein, habría pagado por silenciar a sus víctimas. Una orden judicial impedía la publicación de los informes salvaguardando la ahora conocida identidad del magnate: Philip Green. Sumándose a la ola de denuncias del #MeToo y haciendo uso de su privilegio e inmunidad, el parlamentario Peter Hain se decidía a señalarlo con estas palabras: «Siento que es mi deber, bajo privilegio parlamentario, nombrar a Philip Green como el individuo en cuestión, dado que los medios de comunicación están sujetos a una orden judicial que evita la publicación de los detalles de esta historia, que es claramente de interés público”. Uno de los personajes más controvertidos del imperio textil británico cuyos escándalos, como el supuesto saqueo a la cadena BHS que él mismo dirigía, y sus famosas irreverencias ya provocaron repudia antes.

Philip Green es el hombre detrás de Arcadia, el grupo propietario de Topshop, Topman, Burton o Miss Selfridges. Algo así como el Amancio Ortega inglés si no fuera porque su imagen pública es todo lo contrario: un canto a la opulencia y desdén para todo el que se digne a dirigirle la palabra. La periodista Hadley Freeman ha sido una de las que se ha encargado de recordarlo a raíz de la denuncia contando el episodio en que Green la echaba de un evento de Topshop a gritos: “¡Es una anti semita [él es judío], trabaja en el puto Guardian!”. Su vida de excesos y derroche no es ningún secreto, las fiestas de cumpleaños de cinco días en las Maldivas a un coste de 20 millones de libras o en Cancún con invitados como Kate Moss, con quien ha mantenido una pública y estrecha relación de amistad, Gwyneth Paltrow o Anna Wintour llegando en jet privado, y con actuaciones de artistas como los Beach Boys, Stevie Wonder o Robbie Williams, han acaparado titulares durante años para su deleite.

Ni siquiera cuando el mayor escándalo de su carrera le sacudía en 2015 se cortó en hacer alardes. Acusado por haber vendido en sospechosas condiciones (y por una libra) la mítica cadena inglesa BHS a Dominic Chappell, quien la llevó a la quiebra definitiva en menos de un año; el empresario era señalado como culpable directo de hacer perder su puesto con el cierre a 11.000 empleados y de dejar un déficit en el fondo de pensiones de 571 millones de libras. Lo que fue acusado por una investigación parlamentaria como un saqueo sistemático a la compañía. Mientras tanto, Green se paseaba con su recién estrenado yate de 150 millones.

Su intento de lavado de cara con este escándalo llegaba en 2017, cuando sacó de su bolsillo 363 millones de libras para pagar a los jubilados a lo que había robado. «Una vez más, me gustaría pedir disculpas a los jubilados de BHS por este último año de incertidumbre, que claramente nunca fue la intención cuando se vendió el negocio en Marzo 2015”, decía. Un precio más que asequible para el magnate que, según diferentes medios británicos, suma un patrimonio de 2 billones de libras junto a su esposa, Tina Green, a nombre de quien en realidad está registrada toda su fortuna. Un imperio construido también sin reparos: no solo no está bajo su nombre sino que está todo localizado en el paraíso fiscal monegasco. Mientras él se aloja entre semana en una suite del hotel de cinco estrellas The Dorchester, en Londres, Tina vive en Mónaco, donde él visita a ella y a sus hijos, Brandon y Chloe Green, los fines de semana. Como defendía tras las declaraciones de Green en la Cámara de los Comunes el periodista Owen Jones en The Guardian, Green es otro hombre de poder aprovechándose de su posición para, entre otras cosas, evadir las tasas y «ese es el verdadero escándalo».

El intento por salvarse llegaba tarde. Su reputación ya se vio resentida con el caso y, junto a la pérdida de interés que la marca Topshop viene generando en parte por la avanzadilla del low costhace un año cerraba sus cuatro tiendas en España-, la marca sufrió una caída de las ventas del 16% en 2016 y un 5,6% más entre agosto de 2017 y mayo de 2018. Y el último escándalo por el que se ha visto salpicada fue hace un mes por la tienda pop up feminista montada dentro de su flagship londinense en Oxford Circus, en la que la editorial Penguin en colaboración con la organización caritativa Girls Up presentaba el libro de ensayos feministas de celebridades recopilados por Scarlett Curtis, Feminists Don’t Wear Pink. Esta duraba abierta al público exactamente 20 minutos, lo que se justificó por parte de la empresa como una decisión desde «un punto de vista de producción y creativo” pero tras lo cual muchos señalaron el sello de Green, viralizándose el hashtag protesta ‘#PinkNotGreen’.

https://twitter.com/scarcurtis/status/1055464866889244673

Con las acusaciones directas ya sobre la mesa, el abucheo generalizado y las represalias en diferentes medios y en redes sociales no han tardado en llegarle al magnate a quien Tony Blair denominara Sir. Desde iniciativas que ya surgieron en 2015 a raíz del caso de la BHS para pedir que se le retirara el título de caballero y que ahora vuelven a secundar personajes de la política británica como Frank Field y Vince Cable o usuarios de Twitter, a la petición popular por parte de periodistas como Annie Corcoran en The Independent o la música Nerina Pallot (además de muchos anónimos) de que se boicotee a Topshop sin comprar en sus tiendas.

Si el caso Weinstein revolvió la industria cinematográfica poniendo en jaque su poder y ha traído cambios que se van haciendo tangibles a la forma en que se trabaja en los sets y a la forma en que se consume el producto -aunque desgraciadamente no tanto en los tribunales, donde es más necesario-, las acusaciones sobre Philip Green prometen al menos remover los cimientos de Arcadia. ¿Será el derrumbe definitivo de Topshop?

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