Cuatro maneras de recuperar elegantemente lo que es tuyo
Prestar no es sinónimo de dar por perdido, pero casi. Lo normal es posponer la devolución hasta que avergüenza reintegrarlo. Y no debiera serlo.
El cerebro humano tiene 86.000 millones de neuronas, según el último recuento de neurocientífica Suzana Herculano-Houzel. Otros colegas elevan la cifra a 100.000 millones. Y se estima que hay de 100 a 300 trillones de conexiones entre ellas. Pero, no, ni todo un ejército de obreras especializadas en el pensamiento es capaz de hacer que una persona recuerde que ha de devolver un objeto prestado a su legítimo dueño. La experiencia demuestra que la buena fe de dejar algo a un buen amigo conlleva un alto porcentaje de riesgo de pérdida definitiva. Libros, discos, revistas o ropa encabezan la triste lista de artículos muy queridos a los que se les perdió para siempre el rastro a manos de una persona muy cercana. Ni una sola neurona se encarga de recordar que ‘prestado’ no equivale a ‘regalado’.
Miles de años avalan la torticera manía humana de no devolver aquello que un día se les prestó. Razón que lleva a los expertos en protocolo de Emily Post a insistir en una máxima para evitarnos sinsabores con los amigos: no prestar jamás aquello a lo que tenemos afecto. Básicamente, porque que te lo devuelvan no es lo normal.Internet anda repleto de abogados dispuestos a sacarle las entrañas a ese amigo al que un día se le dejó dinero y que se resiste a devolverlo. Harina de otro costal es pretender llevar a los tribunales a esa amiga a la que le prestaste el primer álbum de OneDirection, una camiseta con trampantojos de hace tres temporadas, la saga en vídeo de Crepúsculo o un reproductor de cd portátil. Incluso si este último contaba con tecnología antiskipping (para los que llegaron directamente en la era de los mp3 aquello era un sistema por el cual el cd no pegaba botes aunque quien lo portaba corriera o saltara). Descartada la opción de emprender medidas legales contra aquella amiga desmemoriada, se abre un abanico de vías para ‘refrescarle’ la memoria sin acabar con la amistad. Tanto da que el préstamo fuera hace dos semanas como hace dos lustros. Es tuyo, le tienes cariño y te ampara todo el derecho del mundo a recuperarlo.
1. Reclamárselo a las bravas. Así, sin anestesia. Un ‘oye, me gustaría recuperar el discman que te presté’. ¿Que ya nadie usa este artefacto? ¿Que hasta en los chinos hay reproductores de música en mp3? Di que te ha dado por coleccionar tecnología finisecular vintage.
2.Echar mano de las comunicaciones digitales. Por lo general, nos da vergüenza reclamar a la cara. Y más si se ha pasado de moda o claramente está en desuso. Nos da pavor que nos responda: ¿de verdad vas a volver a ponerte ese cinturón de tachuelas? Un email, un whatsapp o un privado al Facebook nos ahorrarán ese bochorno.
3. Un meme simpático. ¿Qué tal colgar una foto de Julio Iglesias diciendo ‘no me has devuelto el discman… y lo sabes? ¿O uno con Ryan Gosling tristón porque ‘no concibo la vida sin lo bien que sonaba ese discman’? Lo ideal es que haya amigos comunes para contar con su presión. Si el préstamo fue hace siglos y no hay contactos en común, sirve de poco.
4. Confiar en que se acuerde y lo devuelva. No es lo normal, pero debería serlo. Incluso aunque hayan pasado años y os hayáis perdido el rastro mutuamente. Era tuyo y sigue siéndolo.
Este último supuesto, tan raro de encontrar en la historia de la Humanidad como un hipster sin camisas de cuadros, es el argumento de la nueva campaña de Tuenti. La antigua red social, reconvertida en compañía de telefonía móvil, lanzaba el pasado 1 de junio una nueva tarifa única en el mercado por la que se devuelve el dinero por los gigas no consumidos. Porque a la hora de contratar los datos se suele tirar por lo alto. Todo salvo quedarse sin conexión a mitad de mes. O, lo que es lo mismo, tener que mendigar wifi para consultar el whatsapp, ver un vídeo de Youtube o reservar mesa en un restaurante. Y, factura tras factura, se pagan megas o gigas de más que se contrataron ‘por si acaso’. Pero hasta la fecha a ningún operador se le ha ocurrido mandar una carta a sus usuarios más fieles para devolverles los cientos y miles de gigas no gastados en todo su tiempo de permanencia. Que, dado lo rápidos que andan para cargar en la factura cualquier extra, no estaría de más que lo de no cobrar también fuera ‘lo nooormal’.Ahí se desmarcan los deTuenti, apuntalando su campaña bajo elhashtag #QueTeDevuelvanLoQueEsTuyo. La estrategia está llamada a calar hondo entre los usuarios de entre 18 y 32 años, los que más tiran de datos, pero también, los que cuentan con un presupuesto más ajustado.
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