‘Croana’ y ‘Albalia’: la representación televisiva de la bisexualidad en España
Fenómenos como ‘Skam España’ y ‘Operación Triunfo’ están sacudiendo los prejuicios sobre la bisexualidad y normalizando una orientación hasta ahora invisible en la televisión española.
Encontrar a una protagonista abiertamente bisexual en una serie de ficción española había sido casi imposible. Hasta hoy. Y el camino lo abre Skam, la serie de Movistar Plus que tiene su origen en el formato original noruego y que se consume en pequeñas píldoras de contenido colgadas en su página web y en las redes sociales de los personajes. La única forma de enterarse de cada nuevo clip es estar pendiente de los fandoms de Twitter y participar activamente de la historia. Es decir, involucrarse en las vidas de este squad adolescente al igual que lo hicimos con Operación Triunfo 2017 y 2018 gracias a YouTube y las redes más inmediatas.
La comunidad bi llevaba tiempo demandando una representación y una visibilidad inexistente en nuestra pantalla. Series como Brooklyn Nine Nine, Black Sails o The 100 están ayudando a cambiar la visión tradicional (y estereotipada) que presentaba la televisión sobre la bisexualidad, pero el mercado patrio ha sido mucho más reticente y hostil a este tipo de representaciones.
Los primero ‘ships’ de la televisión española
Echando la vista atrás a nuestra ficción televisiva, el primer recuerdo que puede venirnos a la cabeza es la relación entre Maca y Esther en Hospital Central (2005), que fue la más representativa según la redacción de Hay una lesbiana en mi sopa, “porque fue la primera, porque la serie tenía una audiencia enorme, y porque las actrices asumieron también un rol muy activo en defensa de los derechos LGTB+ fuera de la pantalla”. Por suerte, ellas ya no son las únicas. Amalia y Luisita en Amar es para siempre o Celia y Aurora en Seis hermanas son otro ejemplo de historia de amor entre dos mujeres en la televisión nacional reciente: “La telenovela es un género que, aunque no es masivo, tiene su importancia dentro del fandom y sobre otros grupos de población, como los mayores de la casa”. Y todos los perfiles necesitan absorber esa normalización, pero se hace especialmente urgente en el caso del público adolescente.
La segunda temporada de Skam España está protagonizada por Cris (Irene Ferreiro), una chica que está descubriendo quién es. Y sería un planteamiento visto mil veces de no ser porque se explora la perspectiva de un sector de la población generalmente borrado del mapa de la ficción. “La narrativa se centra en todos los cambios que experimenta Cris por el hecho de que le guste una mujer: dudas, silencios, miradas, no compartirlo con el entorno… La confusión trasciende la pantalla entre las expresiones de deseo y los actos de evitación, un comportamiento usual cuando se empiezan a tener sentimientos por alguien de tu mismo sexo, ya que nadie te ha entrenado para ello, ni tienes una pauta para encajarlo en la asunción equivocada de que eras heterosexual, ni tienes referentes donde verte reflejada”, explica Paula Alcaide, psicóloga para mujeres lesbianas y bisexuales. “Muchas personas LGTB+ descubren -o intuyen- que pueden serlo durante la adolescencia. La de Cris es la historia justa contada para el público preciso”, sostienen las chicas de HULEMS.
‘Bury your gays’
El romance de Cris y Joana (bautizado oficialmente como ‘Croana’), todavía en desarrollo, tiene algunos obstáculos estereotípicos que superar. Las estadísticas de la plataforma We Deserved Better muestran que los personajes LGTB+ de la ficción tienden a ser aniquilados por los creadores, generalmente de forma cruel e innecesaria. Se asume que la conclusión natural de sus arcos argumentales es la tragedia, generando así un cliché lgtbfobo que percibe a sus personajes queer como más prescindibles que sus homólogos heteronormativos. En ese sentido, Skam podría ser otro soplo de aire fresco para nuestra televisión.
Otro de los hándicaps para las chicas de HULEMS es la invisibilización. “En la representación televisiva, casi siempre se trataba de persona en principio heterosexual hasta que conoce a alguien, se enamora, y de repente se identifica como gay o lesbiana. Hay algo más, las personas bisexuales existen, y esta orientación sexual ha pasado de ser el blanco de chistes centrados en estereotipos como la ‘confusión’ y el ‘vicio’ a formar parte de la realidad sexual y afectiva de personajes protagonistas de ficciones como Anatomía de Grey, Orange Is The New Black”.
Fuera de la ficción, en su faceta reality y talent, España ha vivido algunos momentos destacados: Elba, Noemí y Raquel en Gran Hermano 3 o Nagore Robles y Sofía Cristo en Acorralados fueron algunas de las mujeres que desafiaron el cambio de pulso social en un momento donde “toda relación real o potencial entre dos mujeres o bien no existía, o no se nombraba o, simplemente, se interpretaba como una rareza de la que era mejor permanecer al margen”. Así lo escribía Alcaide en este análisis psicosocial de las relaciones lésbicas televisivas. “Tener referentes en la cultura y en los medios audiovisuales supone una representación y normalización fuera de una heteronormatividad rígida y excluyente”.
Las capitanas del barco
Pero si hay un exponente potente de visibilización bisexual en la televisión patria de los últimos años es el combo Natalia Lacunza, Alba Reche y María Villar en la última edición de Operación Triunfo. Las tres concursantes ayudaron a poner el foco en la ‘B’ del colectivo LGTB+, uno de los más ignorados, hablando sin tapujos. “Las personas bisexuales están siempre sujetas a clichés, tanto en la pantalla como en la vida real, y tener no a una, ni a dos, sino a tres chicas en OT, bajo el escrutinio de las cámaras 24 horas al día, con tantísimo talento, tan naturales, hablando de todos los temas que importan y, además, cuidando las unas de las otras del modo en que lo hicieron especialmente Natalia y Alba es como despertarse el día de Reyes”, relatan desde HULEMS.
Su impacto y acogida ha estado amparado por los fandoms y los apoyos forjados en redes sociales, una herramienta que no existió en las primeras ediciones de los realities. Walkyrie es una de las seguidoras más vocales del fenómeno ‘Albalia’, y su primera fan account, actualizada a diario con cortes de vídeo de los directos de OT 2018, llegó a agrupar a una familia de más de 25.000 seguidores. “Es importante atraer a personas que no forman parte del colectivo para que, si no tratan el tema de forma cotidiana, aprendan a crear un espacio sano para personas que sí formen parte del mismo”, explica. La suya es solo una de los cientos de cuentas fan que pueblan Twitter e Instagram y, además de seguir el programa y nutrirlo a través de mensajes, montajes o fan arts, tejen redes de apoyo que afectan al tejido social. Gracias al talent y a su comunidad surgieron debates en torno a la visibilización LGTB+ o al uso de términos socialmente obsoletos como el polémico “mariconez” de Mecano o la frase “voy a arreglarme”.
“En innumerables ocasiones hablaron dentro de la academia sobre temas que envolvían al colectivo y es raro que en un programa de televisión haya personas tan jóvenes que traten tan abiertamente este tema”, relata Walkyrie. Y el poder de las redes hizo el resto, poniendo el foco en la relación de apoyo y cariño de Alba y Natalia, entendida como referente y como símbolo del cambio social vivido en los últimos años. Según Alcaide, “el colectivo LGBT+ es experto en rescatar de películas y series algún personaje secundario o alguna historia de amor entre personas del mismo sexo para ‘shippear’ o colocarlo en el centro”. En una época en la que se amenazan nuestros derechos sociales, pero con la población más concienciada que nunca, “de vez en cuando hay un destello, y miles de fans que buscan verse reflejadas siguen de cerca la historia, el personaje o un reality que tenga representación LGTB+. Escuchar a otras mujeres hablar de su lesbianismo o bisexualidad (personajes de ficción pero también personajes públicos como presentadoras, actrices, cantantes) repara el miedo a la exclusión”. Por eso Skam España y Operación Triunfo son tan importantes para la historia de nuestra televisión.
“Los avances sociales que estamos viviendo tienen que ir acompañados de una televisión no heteronormativa, diversa y plural”, defiende Alcaide. “Esa es la televisión que merecemos”. Y vamos por buen camino.
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