Siete señales claras que indican el fin de una relación de pareja
Varias expertas determinan qué comportamientos observan en consulta para saber si el amor hace tiempo que se ha terminado.
El amor parece haberse convertido en un objeto de consumo de usar y tirar. Tinder ha provocado que, ante tanta oferta, cueste apostar por alguien a largo plazo porque siempre parece que haya más dónde elegir. Nos da miedo aferrarnos a una persona, pero la realidad es que nos sigue dando mucho más miedo soltarla. Dar el paso de dejar una relación sigue siendo complejo por mucho que pensemos que al otro lado nos espera Tinder. O, quizás, precisamente por eso.
La coach Raquel Gargallo apunta que, generalmente, lo que cuesta asumir es que “la relación ha cumplido ya su función en nuestras vidas y hay que buscar otra forma de relacionarse entre los dos”. Esto se debe a otra cuestión de fondo, que “no aceptamos que la vida, las relaciones y los sentimientos son flexibles, evolucionan, cambian y hay que cuidarlos”, pero sobre todo que no aceptamos “que es posible que cambie la forma en que nos quieren y queremos”.
Teniendo en cuenta que se trata de realidades que cuesta de ver, generalmente el momento de romper una relación no llega porque sí, sino tras un punto de inflexión. Sobre esta cuestión, la psicóloga Zoraida Granados añade que esa reflexión llega en circunstancias especiales, no en mitad de la rutina, sino cuando “se requiere de la otra persona, no solo como pareja; si no como compañero, amigo o apoyo”, y nos damos cuenta de que ya nada es lo que era. “Esos momentos de darse cuenta pueden ser más o menos conscientes o ser obviados. Y producen sensación de irrealidad, miedo y frustración”.
Pero, ¿hay realmente señales claras que anuncian que es el momento de dejar definitivamente la relación? ¿Puede que quizás aún haya esperanza para el amor? Ambas expertas analizan algunas señales claves que hacen distinguir en terapia a aquellas parejas que solo necesitan trabajar sus problemas, de aquellas que, quizás, deberían aprender a decirse adiós con un te quiero.
1. Se ha perdido la confianza mutua. “Este es uno de los principales síntomas de las parejas que vienen y podemos percibir que pueden estar totalmente rotas, sin vuelta atrás. No siempre es así pero es un factor determinante”, insiste Gargallo. “La confianza en el otro nos aporta una seguridad para crecer, ser y formar equipo, y si se rompe es complicado restablecerla, menos por nosotros mismos”. Si bien lo primero que viene a la mente es una posible infidelidad, lo cierto es que hay otros muchos motivos para perder la confianza mutua. Hay parejas que sí son capaces de restablecer la confianza después de un engaño, todo depende en realidad de cada persona.
2. No hay signos de complicidad. Es difícil definir qué es lo que compone una pareja, pero uno de los conceptos que podría acercarse es el de dos personas que tienen una complicidad especial. Si esta ya no se percibe, desde luego, todo apunta mal. Así, Granados reflexiona que en consulta suele fijarse en “cómo se ubican, se sientan en los sillones, la cercanía, si se aproximan, se tocan, se apoyan, animan a hablar o expresarse a su pareja, respetan los turnos de palabras, o los acaparan, o todo lo contrario”. Cuando parecen dos personas ajenas a esos gestos, que antes les definían, quiere decir que hace tiempo que tomaron caminos separados.
3. Se ha entrado en una dinámica tóxica. Suele hablarse de personas tóxicas, pero muchas veces el problema no es la persona en sí, sino la dinámica tóxica en la que dos personas parecen perderse y de la que a veces ya no saben cómo salir, para dejar de hacerse daño el uno al otro. A veces es una cuestión de agresividad, otras de falta de respeto, pero también pueden ser codependencias o roles que acaban por destruir la pareja. “Muchas personas creen y normalizan esta forma de tratarse, de hecho, vienen convencidos a las sesiones de que eso no importa, y no se dan cuenta del daño que se están haciendo. No hay límites en ellos y pierden constantemente la oportunidad de reconstruir su relación”, argumenta Gargallo.
4. Uno de los dos (o los dos) no quiere cambiar. Todo el mundo evoluciona y cambia de manera inconsciente, pero hay otros cambios que precisan de reconocimiento, trabajo y esfuerzo, y no todo el mundo está dispuesto a eso. En este sentido, Zoraida Granados explica que son habituales los casos en los que uno de los dos, o los dos, argumentan que “la que tiene que cambiar es él/ella, yo así estoy bien o no tengo un problema”. A este respecto aclara que poco se puede hacer, si uno de los dos no quiere entender que “la pareja, para ser denominada como tal, deben formarla dos personas y ambas deben tener la misma responsabilidad, esfuerzo, dedicación y cuidado en ese compromiso”.
5. Ya no se tienen los mismos planes de vida. Puede ser que al conocernos los dos soñarais con ir a vivir a París o con tener cuatro hijos en una casita de campo. Pero con el tiempo las perspectivas de la vida cambian y puede que ya no se coincida. Y renunciar a nuestros sueños supondría un gran peso a largo plazo. “La posibilidad de que puede que no queramos lo mismo da tanto miedo, que la gente prefiere no mirar, seguir caminando y tener anclas para mantener o mantenerse con la persona al lado, con hijos, con compromisos, con hipotecas…”, insiste Gargallo, que aconseja que es mejor ser sincero con uno mismo y con la otra persona antes de arrepentirse para siempre.
6. El sexo también es dañino. La sexualidad entre una pareja debería ser una forma de unirse, de sentirse plenos y de conectar, pero en ocasiones acaba por ser uno de los motivos de ruptura. No tanto porque surjan dificultades, que se pueden superar, sino porque se convierte en una forma de utilizar al otro o de hacerle sentir mal. En este sentido, se dan casos en los que, según Granados, se observa como “un miembro de la pareja limita, manipula, coarta la libertad en la toma de decisiones de cómo tener o no sexo, o, incluso, en el uso o no de anticonceptivos”. En este caso, el trabajo está en que la otra parte despierte y huya buscando una relación mucho más sana.
7. El amor se ha acabado. Finalmente, aunque uno se empeñe en trabajar mucho la relación y en poner de su parte, no siempre somos dueños de los sentimientos propios y mucho menos de los ajenos. Por ello, a veces es tan sencillo como que el amor se ha acabado, al menos, para una de las partes. Y estas despedidas son las que más cuestan, porque siempre queda el cariño y el miedo a hacer daño. “Hay muchas personas que intentan todo antes de asumir que no quieren a la persona de la misma forma que cuando decidieron elegirla para vivir con ella, para casarse… Esto les hace mentirse a ellos mismos y a la otra persona, siendo infelices e intentando buscar escapatoria en otros aspectos, estar siempre con otras personas, trabajar 24 horas al día, huir cada vez que es posible de estar con la pareja, etcétera”. Si este es tu caso, según Gargallo, quizás sea la hora de dejar de esconderse y dar el paso. Y es que siempre que se cierra una puerta, se abre una ventana, para recordarnos que siempre hay tiempo para volver a enamorarse.
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