‘Padres unicornio’: así viven 6 hombres con jornada reducida para cuidar a sus hijos
En España, solo 5 de cada 100 personas que han disminuido su horario laboral para dedicarse a los cuidados son hombres. Hablamos con algunos de ellos.
Según los últimos datos disponibles del Instituto Nacional de Estadística, solo el 5% de los trabajadores que pidieron reducir su jornada para dedicarse a los cuidados eran hombres. De las 278.1000 personas que estaban ocupadas en 2017 y que, por distintos motivos, decidieron emplearse a tiempo parcial para disponer de tiempo para cuidar a una persona –niño, adulto, enfermo o persona con discapacidad–, 263.900 fueron mujeres frente a los 14.100 hombres que lo disfrutan.
A la hora de enfrentarse al cuidado de niños, la brecha de género se ceba aún más con las madres trabajadoras cuando implica perder parte de salario y, con ello, asumir esa norma no escrita de promocionarse en el puesto de trabajo. La etiquetada como «brecha de cuidados» nos aleja de una corresponsabilidad en la conciliación, tal y como desprendía recientemente El País a raíz de un estudio de la UNED: «Es precisamente en las reducciones —el 26% de las madres frente al 4,1% de los padres— y en las excedencias no remuneradas —el 11% frente al 0,7%— donde la brecha de género es mayor, según datos recogidos entre 2010 y 2015», recogía Isabel Valdés.
Si ya es difícil para una trabajadora asumir la rebaja del sueldo en su entorno laboral, ¿dónde está ese 4,1% de padres que lo han solicitado? ¿Por qué lo han hecho? ¿Por qué cuesta tanto encontrar a hombres dispuestos a asumir esa labor? Charlamos con seis ‘padres unicornio’ sobre sus motivaciones en la conciliación y realidades personales para averiguar por qué cuesta tanto equilibrar la balanza de género en este ámbito:
Miguel Oriol, 34 años, controller comercial en una empresa de moda (Barcelona)
«Tengo un hijo de dos años y medio, Mateo, y he empezado con la jornada reducida este mes. En total la he disminuido una octava parte. No me lo he planteado como algo temporal, lo veo más bien como algo definitivo. Cada día salgo una hora y cuarto antes, eso da para mucho. Lo he hecho para pasar más tiempo con él. No conozco a ningún hombre de mi entorno que lo haya solicitado, pero llevaba meses con el runrún de que pasaba demasiado tiempo en el trabajo y siempre tenía más ganas de compartir más momentos con mi niño. Lo hablé con mi pareja, vimos que económicamente nos lo podíamos permitir y a la semana se lo planteé a mi empresa. Lo he gestionado sin ningún tipo de traba. Todavía no puedo valorar mucho qué me ha aportado pero por lo pronto he apuntado a Mateo a clases de piscina, que las empezará en abril. Ahora ya sé que siempre estaré para acompañarlo».
Borja del Valle, 41 años, informático (Madrid)
«Me reduje la jornada poco antes de que nacieran los gemelos, hará un poco más de unos cinco años. En casa, ahora, los dos estamos con jornada reducida. Mi pareja es periodista en un gabinete de prensa y al año y medio de dar a luz a los gemelos decidió cogérsela también porque arrastraba la sensación de no verlos lo suficiente. Llegaba a las ocho de la noche casi todos los días y tenía horarios muy complicados para conciliar, así que decidió cambiarlo. Vivimos de alquiler –teníamos un piso en propiedad que hemos alquilado porque se quedó pequeño– y ya hemos asumido que hemos renunciado a muchas cosas por perder parte del salario. En un principio la cogí yo solo porque ella tenía mejores condiciones económicas en su puesto y era más práctico que fuese yo el que perdiese masa salarial. Mi trabajo me da flexibilidad para trabajar en casa un día o dos a la semana, y eso también ayuda a la hora de asumir imprevistos como cuando empiezan a caer con los virus en el colegio. Ahora podemos hacernos cargo de los niños por las tardes, sin tener la necesidad de contratar a alguien para que asuma esos cuidados. Yo llego a las cuatro de la tarde y puedo recogerlos, darles la merienda, bañarles, etc… Aunque hay semanas en las que te lo ponen muy difícil, riñes con ellos y desearías que otra persona te sustituyera, no volvería atrás. En el colegio, por ejemplo, casi todas las personas que recogen a los críos por la tarde son madres. Me hace pensar. Yo lo recomiendo muchísimo, creo que son momentos que no se van a repetir y quiero estar ahí con ellos. Al que no lo haya hecho, le recomiendo pasar una tarde entera con sus hijos para que se den cuenta de lo que es. Es duro, pero no lo cambiarías por nada».
Davo de Juan, 35 años, director artístico especializado en moda (Amsterdam)
«Tuvimos a nuestra hija hace tres años, nació en Amsterdam y se ha criado hasta ahora allí. Yo soy de Ávila y mi chica, Virginia, de León. Llevábamos 12 años expatriados –primero en Londres y desde hace cinco en Holanda, aunque volvemos a España para instalarnos en Vigo este año–. Pese a ser muy permisivo en otros ámbitos, en Holanda solo hay dos días de baja por paternidad. Son muy rudos con la masculinidad. Yo pude llegar a cinco porque mi empresa, al ser estadounidense, me dio tres días más. Como la niña nació en fin de semana, al menos pude rascar casi una semana completa. Aquí me he acogido al vaderdag, algo así como el día del padre, que es la reducción de jornada que se plantea para padres. Trabajo un día menos a la semana, los viernes. Como las guarderías se pagan por horas, muchos padres prefieren acogerse al vaderdag porque les sale más a cuenta que tener que pagar toda una jornada allí. El primer año lo hice todas las semanas y a partir del segundo, cada dos viernes. Aquí muchos hombres no lo piden, las empresas no lo dan tan fácilmente, pero yo tuve suerte. Para mí era crucial poder estar con mi hija desde el principio, generar ese vínculo. Hemos conseguido tener una relación equilibrada con la niña entre mi pareja y yo, algo que teníamos muy claro cuando nos planteamos ser padres. Cuando veo a hombres que sus hijos se ponen a lloran cuando ellos los cogen, se me parte el alma. Me dolería más verme en esa situación que que me partan una pierna. Con mi nuevo trabajo en España no tendré jornada reducida, pero si lo he aceptado es porque el horario ayuda a conciliar. Saldré a las cinco y media de la tarde y la niña ya tendrá horario de colegio. Si tuviese otro hijo, lo volvería a hacer igual».
Jordi Puig, 42 años, trabaja en la administración pública (Barcelona)
«Llevo un mes con la jornada reducida, en mi caso, a la mitad. Tengo un horario muy flexible: ahora solo voy al trabajo tres días a la semana. En total trabajo 18 horas y 45 minutos. La he pedido porque mi hija, de un año, tiene un problema de salud. Lleva muchos meses con bronquitis repetidas, acumula cuatro ingresos hospitalarios y es muy difícil gestionarlo con un horario como el que tenemos mi mujer y yo (ella es profesora). Como para ella era más complicado sacarse horas de encima y yo trabajo en la administración, tuve más facilidades para pedirlo. Puedo decir que en estas pocas semanas me he transformado un poco: ahora noto cuando la casa está sin recoger, si hay que poner más coladas, hacer las comidas, etcétera. En mi trabajo soy el único hombre que lo ha pedido pero sí que tengo compañeras que lo han hecho. Solo conozco a dos hombres más que hayan recurrido a esto, y lo hicieron porque sus parejas cobraban mejor que ellos. Mi intención es desarrollarlo de forma temporal. Cuando la pequeña se estabilice –tenemos un hijo más mayor– y nos dejen de marear los virus, volveré a mis antiguos horarios».
Óscar Riu, 48 años, técnico de expediciones en Seat (Barcelona)
«Llevo con la jornada reducida unos siete años. La pedí cuando se acabó el permiso de maternidad de mi pareja con nuestro primer hijo, Aleix. Ahora tenemos otro niño de tres años. Creo que seguiré con ella hasta que el pequeño cumpla 12 o 14 años. En mi caso, me he reducido la jornada media hora, pero he conseguido fijar mi turno de trabajo –en Seat los turnos son rotativos de mañana, tarde y noche–. Con el mayor hacía el horario de tardes –mi suegra nos ayudaba y también contratamos a una cuidadora– y lo llevaba mejor, pero que con el pequeño me cambié al de mañanas. Mi mujer trabaja en una tienda, tiene horario comercial y no llega a casa hasta pasadas las ocho de la noche. Me levanto cada día a las cuatro y media de la mañana, y aunque todavía me cuesta y lo hago por obligación, eso me asegura estar en casa sobre las dos del mediodía. Este horario me permite poder hacer la comida, ir a recogerlos a la guardería y al colegio, llevarlos a las extraescolares y estar presente toda la tarde. Así podemos ser autónomos y no pedimos auxilio y, si lo hacemos, es en contadas ocasiones. En mi empresa hay dos padres más que se han fijado el turno por paternidad. Me espanta comprobar que las madres estén perseguidas en sus empresas y que no serán promocionadas por pedir la jornada reducida. Muchas renuncian porque saben lo que les espera. Las prestaciones del gobierno son ridículas. Necesitamos políticas como las de Francia, mucho más puntera en este ámbito».
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