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¿Y si en vez de depresión fueran las hormonas?

Dos especialistas explican la relación entre los cambios hormonales que una mujer experimenta a lo largo de su vida y su estado de ánimo. Spoiler: ni es una relación sencilla, ni hay una respuesta universal para todas.

Las hormonas, muy ligadas a épocas de tristeza.
Las hormonas, muy ligadas a épocas de tristeza.Getty

Si las hormonas como el cortisol, la serotonina o la oxitocina tienen tanto que ver con nuestro estado de ánimo, ¿no podrían estar su exceso, defecto o desequilibrio detrás de la depresión, una dolencia que afecta al 5,2% de la población española? Es un hecho que la depresión afecta al doble de mujeres que de hombres, un hecho del que se podría inferir que ésta se deba a los numerosos cambios hormonales que se suceden la vida de las féminas. Sin embargo, como en todo aquello que involucra los términos hormonas y depresión, nada es tan sencillo. “Entre los trastornos que se diagnostican más en mujeres, algunos son más graves y más mortales cuando se diagnostican en hombres. Y eso puede deberse a que los hombres acuden menos al médico. Con la depresión ocurre: es más grave en hombres y el índice de suicidios es el triple o el cuádruple entre la población masculina que entre la femenina”, nos explica el doctor Emilio Santos, que es médico psiquiatra y ginecólogo. También son dos las especialidades médicas de la doctora Remedios Gutiérrez, psiquiatra y endocrina, quien insiste en que, si bien los cambios hormonales son dignos de tener en cuenta, “ni las mujeres ni, en general, los seres humanos con hormonas femeninas, pueden ser desvalorizadas por la complejidad de sus ciclos hormonales; es tan fundamental defender la igualdad de derechos ante la ley como valorar las diferencias biológicas y, entre ellas, las hormonales, porque aportan riqueza y forman parte de nuestra realidad”.

Hormonas y emociones

Según explica la doctora Gutiérrez, “nuestro organismo es una unidad y su equilibrio u homeostasis depende siempre del conjunto, pero de una manera especial del sistema nervioso central y del sistema endocrino”. Para ser más exactos, matiza el doctor Santos, “no es que nuestras hormonas interfieran en nuestro estado emocional; es que los distintos estados emocionales están basados en los distintos cócteles hormonales de nuestro cuerpo”. Por eso, “ante ciertos cuadros depresivos, los psiquiatras pedimos un análisis de hormonas para saber que no hay algún trastorno endocrinológico. La mayor parte de las veces los niveles de hormonas son normales y en estos casos es imposible separar de una forma objetiva el componente de causa hormonal. Por ello, por motivos prácticos, cuando no hay causas hormonales claramente detectadas en un análisis, no hablamos de causas hormonales, aún sabiendo que las hay”.

La doctora Gutiérrez, que además es psicoanalista y cofundadora del CEAP (Centro de Estudios y Aplicación del Psicoanálisis), coincide en que la depresión es una enfermedad multifactorial. “Pueden influir causas muy diversas: predisposición genética, factores psicológicos (como la baja autoestima) y psicosociales. Las hormonas no son los únicos elementos involucrados en su aparición y desarrollo, pero sí uno más, por eso es tan es fundamental evaluar todos los componentes involucrados”. Hay determinados momentos vitales en los que una mujer puede ser especialmente sensible a los cambios hormonales que experimenta su organismo. Estos son los más importantes.

Síndrome de Tensión Pre-Menstrual

Según la doctora Gutiérrez, el 70% de las mujeres padecen el STPM, cuyos síntomas son físicos (como dolores abdominales y lumbares e hinchazón) y emocionales, que incluyen alteraciones en el estado de ánimo como irritabilidad o tristeza. ”La disforia premenstrual es la forma más aguda e intensa del STPM y afecta a entre un 3 y 8 % de los casos”. Quienes la padecen tienen los mismos síntomas pero “amplificados” en los días previos a la regla. “Aunque suponga en muchos casos una bajada de ánimo mayor, la disforia premestrual es diferente a la depresión, sobre todo, por su duración, puesto que el síndrome premenstrual es cuestión de días, mientras que una depresión implica una tristeza sin causa cierta sostenida durante semanas o meses”. Sin embargo, asegura, es importante ser conscientes de que “en mujeres con depresión, los síntomas de la misma se agraven puntualmente los días previos al periodo, sobre todo en aquellas que sufren disforia”.
Ambos doctores recomiendan en estos días previos mantener una buena rutina de ejercicio, sueño y alimentación (reducir el consumo de hidratos de carbono de asimilación rápida, y evitar los excitantes como la cafeína y las drogas incluyendo el tabaco”). El doctor Santos además sugiere “cambiar a sal no refinada en la dieta en lugar de sal común (que es puramente cloro y sodio: cloruro sódico). La diferencia radica en el aporte de magnesio y otras sales, ya que el déficit de magnesio excita el sistema nervioso y induce actividad del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal con el resultado de mayor tendencia a ansiedad, estrés estrés, o percepción del dolor”.

La doctora Gutierrez añade que es aconsejable apoyarse en técnicas que ayuden a gestionar el estrés, como la relajación o la psicoterapia. “A nivel farmacológico”, prosigue la especialista, “existen varios tipos de anticonceptivos que regulan las alteraciones hormonales y, por supuesto, también analgésicos para minimizar las molestias. En cuanto a los síntomas emocionales de la disforia, cuando hay una bajada de ánimo muy fuerte se puede recurrir a antidepresivos (sertralina, fluoxetina…) que actúan sobre neurotransmisores cerebrales como la serotonina, y ayudan a equilibrar el estado de ánimo, aunque no se trate de una depresión ‘per sé’. En los casos de pacientes con depresión que presentan disforia premenstrual y por tanto la intensidad de sus síntomas aumenta en estos momentos, suele ser preciso aumentar la dosis de la medicación antidepresiva que se les haya pautado. Y, obviamente, según el caso y la intensidad habría que valorar el tipo de medicamentos a preescribir”.

Embarazo y postparto

Es muy importante, advierte la doctora Remedios Gutiérrez, distinguir entre la depresión postparto y la tristeza postparto, aunque en ambos casos estamos hablando de una alteración del estado de ánimo que afecta a parte de las mujeres después de dar a luz. “La tristeza postparto es un sentimiento leve que se da aproximadamente en un 80% de las madres, que puede durar un máximo de dos semanas y que desaparece espontáneamente. Es, como su nombre indica un sentimiento de tristeza acompañado de cierta fatiga y está producida por la bajada de estrógenos y progesterona que se da justo tras el parto”. Ante la tristeza posparto, no estaría de más rebajar un poco las expectativas de la plenitud asociada maternidad.

Por el contrario, prosigue la psiquiatra y endocrina, “la depresión postparto, sin embargo, es un cuadro clínico con síntomas más intensos de verdadera depresión, sobre todo desaliento y ansiedad, llevando en casos extremos a incapacitar a quien lo padece de cuidarse a sí misma y a su bebé. No tiene por qué darse inmediatamente tras el alumbramiento: puede comenzar en cualquier momento tras el parto, generalmente entre una semana y un mes pero también a los varios meses o incluso pasado un año”.

Este cuadro es doblemente complejo porque es un problema mixto: hormonal y psicológico. “Hormonalmente influye el que la bajada de las hormonas sea no sólo rápida, sino desequilibrada. Desde el lado psicológico influyen muchos factores psicosociales, como síntomas de depresión antes o durante el embarazo, vivencias muy estresantes durante el embarazo o después del parto, que se trate de un parto prematuro, que el bebé tenga problemas médicos al nacer, falta de apoyo emocional en el entorno de la madre, sentimientos contradictorios respecto al embarazo (aceptación y rechazo), problemas de drogas, incluido el tabaco, etc.”. Este tipo de depresión sí requiere un tratamiento adecuado, prosigue la psiquiatra, según sea la causa predominante. Y en cualquier caso considera recomendable una psicoterapia, combinada o no con otros abordajes. “En el caso de precisarse tratamiento farmacológico, existen fármacos compatibles con la lactancia y, si no funcionasen por la tipología/intensidad de la depresión, se suele recomendar pasar a lactancia artificial pues se entiende que es prioritario en bienestar psicológico de la madre ya que si el grado de depresión es elevado, puede llegar a hacer daño al bebé”.

En las mamás recientes, por otro lado, nuestra sociedad ha desnaturalizado un vínculo básico. “Biológicamente, la madre lactante y su bebé de menos de 6 meses forman un dúo inseparable”, explica el ginecólogo y psiquiatra Emilio Santos, “el cuerpo de la madre es el hábitat del bebé. Y ambos se necesitan emocionalmente. No hemos entendido que la maternidad hasta la edad de 6 meses es una labor a tiempo completo por motivos biológicos, hormonales y emocionales. Una madre reciente necesita a su bebé y debe recibir ayuda o apoyo para todas las demás tareas (sean estas laborales o caseras). Somos la primera cultura en la humanidad en la que una madre pasa gran parte del tiempo separada de su bebé de menos de cinco meses y está sobresaturada por otras tareas. Y eso tiene consecuencias emocionales”.

La menopausia y la perimenopausia

Si el rechazo al envejecimiento de nuestra sociedad hace que a muchas mujeres les cueste hablar de menopausia (el cese de la menstruación, que sucede de media a los 50 años), los cambios que a veces se experimentan en los meses y años previos (o perimenopausia) son directamente un tabú. “En ambas fases se producen cambios hormonales, ya que los niveles de estrógenos se modifican, lo que no siempre implica que se den alteraciones del estado de ánimo porque aunque los experimenta una amplia mayoría, hay mujeres que no presenta ningún síntoma a nivel psicológico ni físico”, apunta Gutiérrez. El doctor Santos añade que -si bien algunas mujeres no los padecen mientras que otras los sufren muy intensamente-, “los síntomas más típicos de la perimenopausia son calores repentinos, sudores nocturnos, insomnio, dificultad de concentración, sequedad vaginal, sequedad de la piel con o sin picor o pérdida de elasticidad, dolores de cabeza, caída del pelo de la cabeza y aparición de pelo en otros lugares. Todos estos síntomas pueden afectar al estado de ánimo y es difícil decir si es un efecto directo o indirecto de las hormonas”.

De la confluencia de varios factores nos habla la psiquiatra y endocrina. “Influyen mucho cuestiones de índole psico-social y la sensación psicológica de perder la capacidad reproductiva, aunque no se tenga intención de tener hijos en esa época, además de otras circunstancias familiares y sociales…”. Todas estas variables (además del hecho de sufrir de base una enfermedad endocrina o de cualquier índole) pueden agravar los síntomas que, según indican las estadísticas, en sí mismos son leves o al menos tolerables: alteraciones del estado anímico, irritabilidad, cambios de humor, sofocos, problemas de sueño e incluso bajada de ánimo. “Por ejemplo, en la India, la valoración de la menopausia/envejecimiento es radicalmente distinta a la occidental: allí la menopausia se considera un periodo de plenitud y mejora del estatus social, mientras que en las sociedades occidentales es sinónimo de vejez y la vejez está mal considerada. En otras palabras: los mismos hechos biológicos tienen consecuencias emocionales distintas según el significado que se les da en cada cultura, no sólo por las hormonas”, concluye la doctora.

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