Retiros de silencio: ¿qué buscan y qué encuentran los ermitaños del siglo XXI?
Frente al estrés y las distracciones de un mundo que nos bombardea constantemente con todo tipo de ruidos (no solo sonoros), los retiros de silencio se han convertido en el último santo grial del bienestar, pero ¿son para todo el mundo?
Tras años persiguiendo el sueño, el nuevo patrón oro del bienestar es el silencio. Que este es un mundo cada vez más ruidoso es un hecho: el compositor y activista contra la contaminación acústica R. Murray Schafer descubrió que, para hacerse oír sobre el runrún de la ciudad, el sonido de las sirenas de bomberos de 1912 era de 96 decibelios (medido a una distancia de 3,5 metros), mientras que en 1974 ya alcanzaba los 114 decibelios a la misma distancia. La periodista Bianca Bosker realizó un experimento similar en 2019: los camiones de bomberos actuales se hacen notar a 123 decibelios a tres metros de distancia. A este sonido, digamos físico, se suma otro ruido quizá más molesto si cabe y más difícil de silenciar: el (des)informativo. En 2011, Eric Schmidt, entonces CEO de Google, afirmó que la humanidad había producido hasta 2003 una cantidad de información equivalente a 5 exabytes, la misma cantidad que se generaba entonces cada dos días. Ese mismo año, un estudio publicado en Science cifraba en 295 exabytes la cantidad de información generada por la humanidad hasta el año 2007: en 2011 ya eran 600 exabytes. Para el 2025, se estima que se crearán 463 exabytes de información cada día en todo el mundo. Para (intentar) hacernos una idea, un exabyte equivale a 20 veces todos los libros escritos hasta 2013.
No es de extrañar que la de acallar todos estos estímulos se haya convertido en una fantasía recurrente para todo el mundo, a cualquier edad: en TikTok, la red de jóvenes y adolescentes por excelencia, el hashtag #silentretreat roza los 420.000 visualizaciones (frente a las nada desdeñables 148.600 de su versión en español #retirodesilencio). Y es comprensible: un estudio realizado en la Universidad Duke demostró que dos horas de silencio por día impulsan el desarrollo de nuevas células en el hipocampo, la región del cerebro relacionada con la formación de la memoria y buena parte de nuestras emociones. Queremos que se callen, queremos callar y queremos que nos obliguen a hacerlo. De ahí que cada vez más personas en nuestro país y en el mundo están interesadas en realizar retiros de silencio.
Maite Méndez, fundadora de Mandalablue Yoga –centro en Tarifa que, a causa del aumento de la demanda ya organiza dos retiros largos de silencio y, mensualmente, uno de un día–, cuenta a S Moda que las personas que acuden son aquellas que tienen demasiado: «Demasiado trabajo, demasiadas cosas en la cabeza, demasiado ruido, demasiada ansiedad, demasiado estrés, demasiadas actividades en su día a día… Y sienten la necesidad imperiosa de parar y el deseo a rendirse a que alguien los obligue a parar. En estos retiros, las personas son muy cuidadas: no tienen que pensar en qué comer, cuándo dormir, qué hacer… Lo tienen todo hecho y eso produce mucha calma y relajación. Además, disfrutan de mucho tiempo para ellos mismos, para no hacer nada, tomar notas y vaciar la mente, dormir o contemplar». Uno de los participantes explica que, antes de ir se «notaba tan ansioso» que le tuvo que pedir a su mujer «que mirara retiros para mí. Quería aprender a acallar la mente. Decidí asistir a este en concreto porque, como principiante, quería algo más suave que las prácticas más duras –como ayuno y muchísimas horas de meditación– que se hacen en otros. Repetiría sin duda. La sensación de estar en un espacio en el que puedo darme todo a mí mismo, sin hablar y sin móvil es muy liberadora. Solo puedo decir maravillas”.
Carola García Díaz, profesora y formadora de profesores de MBSR (Mindfulness Based Stress Reduction), además de coordinadora de Retiromindfulness.com y Mindfulnessvivendi.com, organiza este tipo de clausuras silentes desde 2012. Antes de acudir a una, aclara para S Moda que «es importante, aunque no imprescindible, conocer antes algo de meditación. Ayuda saber qué prácticas se van a realizar durante el día: meditación sentada, caminando, en movimiento y haber tenido alguna experiencia en algún curso de mindfulness. Con todo, invitamos a las personas a traerse consigo la incertidumbre de lo que va a pasar y les explicamos, sobre todo a las que vienen por primera vez, que el no saber es parte importante de la práctica y que está bien que vengan con dudas. Nuestra práctica consiste precisamente en dar la bienvenida a lo que ocurre momento a momento y cómo eso nos puede ayudar a vivir más plenamente. El silencio es una ayuda enorme para poder hacer esta exploración con tiempo y en un espacio seguro de respeto e inclusión».
En sus siete años de retiros, el psicólogo especializado en neuropsicología e instructor de meditación budista Xevi Molas solo ha visto a un participante abandonar, a causa de la ansiedad. «El mayor beneficio tomar consciencia de que tenemos más poder sobre la mente del que creíamos y la adquisición de una calma mental tremenda», explica Molas a este medio. Al estar inmersos en una vorágine de actividades, no somos conscientes de la velocidad a la que trabaja nuestra mente, pero cuando estamos allí, descubrimos algo que no conocíamos pero que ansiábamos. Y sí, es posible poner freno a los pensamientos. Lo más llamativo durante los retiros es que muchos nos sentamos muy separados para no tener ni contacto visual. Una vez que el silencio se apodera de tu mente no quieres perderlo. Gracias a estos días de meditación y silencio, descubrí una nueva forma de relacionarme conmigo mismo, con los demás y con la vida en general. Descubrí quela vida es mucho más fácil de lo que parece, pero que nuestra mente es tan compleja que tendemos a complicar demasiado las cosas. Personalmente, lo que más me cuesta es afrontar el último día, cuando ya sabes que tienes que volver a la monotonía. Pasas de estar en un ambiente tranquilo y controlado a un ambiente lleno de estímulos, donde la ansiedad y la depresión son los trastornos por excelencia y donde no tenemos control de casi nada».
El doctor Santiago Segovia Vázquez, catedrático de psicobiología y uno de los responsables del Instituto Psicoeducativo Elea (entre cuyos servicios, basados en el mindfulness, se encuentran los retiros de silencio), lleva diez años organizando este tipo de descansos. Señala que «para poder vivir una buena experiencia, es importante saber que se deben respetar la programación y las normas de la casa de espiritualidad donde se celebre. También es fundamental tener claro que hay que respetar la norma de silencio externo y cultivar el silencio interior, esto permitirá crear el ambiente de tranquilidad necesario para las distintas practicas de mindfulness y la conexión con uno mismo. Sabemos que es difícil de lo contrario. Por último, hay que tener en cuenta que se va a realizar práctica de meditación durante bastantes horas del día, lo que para los practicantes poco experimentados supone un gran reto. Nuestra mente tiende a estar constantemente activa, saltando de un pensamiento a otro. Estar en silencio requiere frenar esa actividad mental y permitirnos simplemente estar presente en el momento… Y esto puede ser especialmente desafiante en un mundo moderno lleno de distracciones constantes y estímulos externos. A algunas personas el silencio les hace sentir incómodos».
«Querer rendirse es parte de lo que ocurre en un retiro de este tipo», advierte Carola García. «Es fácil que surjan pensamientos como ‘no me gusta’ y ‘a ver cuándo termina’ (aunque también los contrarios) y hablamos de ello (el el tiempo permitido para ello) porque querer que las cosas sean diferentes es el origen de nuestro malestar (o al menos una parte importante), y se trata de aprender a amigarnos con ello, sin rechazarlo, y ver qué ocurre cuando le hacemos sitio en nuestra experiencia. Soltar el nivel de exigencia y perfeccionismo y aprender a estar con las cosas como son. Desde ahí, se abren espacios de bienestar, creatividad y conexión. No es ‘aguantar’ ni ‘soportar’, sino explorar e indagar desde la experiencia directa, sobre todo del cuerpo, y ver cómo esto nos puede ayudar y ser una herramienta para, curiosamente, sentirnos libres y en paz. Curiosamente, lo que más cuesta es mantener a lo largo de varios días la compañía de uno mismo sin distracciones pero, a la vez, aprender a sostener esto es una fortaleza para la vida diaria», resume la experta.
Blanca, de 64 años, lleva más de 15 años asistiendo a este tipo de retiros, muchos de ellos con organiza Mindfulness Vivendi. «La primera vez fui con una amiga y recuerdo el no charlar en los ratos de la comida, algo tan habitual, era duro, raro. Todo iba despacio y no parecía ir a ningún sitio. Acostumbrada a que las vacaciones fueran actividad y novedad, tuve muchos momentos de no saber qué hacía ahí, sentir la inquietud de no hacer aparentemente nada, de solo estar sin resolver nada, pero también fue dura la salida, volver a la normalidad, los coches, el bullicio, las prisas. Me tomó tiempo aterrizar y despegar. Lo que descubrí en estas experiencias fue cierta naturalidad: el silencio me permitía estar más consciente de lo que sentía, de cómo me sentía y de lo que tenía a mi alrededor. No tenía por qué hacer nada, solo poder estar con ese momento de mi vida. Y me di cuenta de que era una manera de cuidarme. Fui haciendo las paces con algunos de mis demonios y, aun sin hablar o hablando poco, tuve una intensa sensación de comunidad y de armonía. Es una cura de salud y también quita las arrugas; al volver a Madrid, la cajera del supermercado me preguntó si me había hecho un lifting y yo también me sentía más relajada y alegre. Llevo mejor las dificultades y que las cosas no sean como a mi me gustaría que fuesen. Con el tiempo creo que soy más paciente y comprensiva también, o quizá sobre todo, conmigo misma y siento más energía y determinación en hacer lo que tengo que hacer».
Silvana tiene 38 años y ha acudido a varios de los retiros impartidos por Elea. «He repetido y sin duda seguiré haciéndolo. Antes de ir al primero, cortar con la vorágine diaria me parecía algo difícil de conseguir en un fin de semana. No estamos acostumbrados a realizar una pausa y a contemplarnos. Pero el clima que se siente desde el principio hace que, poco a poco, desarrollemos un nivel de serenidad y ecuanimidad que te lleva a, casi sin darte cuenta, disfrutar del silencio y la calma que se genera en el grupo. Se puede disfrutar del silencio. La serenidad es indispensable para empezar a construir una vida de bienestar, más allá de las circunstancias que nos toque vivir. A través de la calma, la regulación emocional y la compasión podemos encontrar un camino donde nos relacionemos mejor con nosotros mismos y con los que nos rodean. Y todo ello con pautas simples de seguir y que suponen constancia, pero poca dedicación diaria».
No para todos es igual. La psicóloga Alba Valle, del centro de formación y cursos de mindfulness online Loca Sabiduría, advierte que, «antes de ir a un retiro de silencio, la persona tendría que tener en cuenta que quizá la realidad no concuerde con su expectativa. Alguien puede pensar que tras unos días de silencio la mente se queda como la seda, pero no tiene por qué ser así. El silencio es como un interruptor de luz. ¿Qué pasa cuando en una habitación oscura enciendes una luz? Que ves lo que hay. Tomamos consciencia con claridad de nuestros hábitos mentales, preocupaciones y nuestro estado emocional real. Digo real porque con frecuencia, en el día a día, las experiencias superfluas rutinarias tapan el estado en el que estamos y, de repente, al parar nos vienen cosas de las que no estábamos siendo conscientes, como una inesperada sensación de vacío y frustración. Un retiro de meditación actúa como un espejo de muchas realidades internas. Por eso, para muchas personas es una liberación y, tras hacerlo, toman consciencia de cosas que desean cambiar en su vida, por ejemplo, quizá decidan dejar una relación. Y otras personas no sentirán nada en concreto, simplemente han estado conscientes, serenamente. Todo ello está bien y no se busca tener ninguna experiencia concreta, ya que lo que realmente se está haciendo en un retiro es un entrenamiento para ser más ecuánimes en la vida. Es interesante tener en cuenta que el efecto del retiro, dicen los maestros, se ve al paso de los días y semanas».
Entre esos beneficios a advertir en el medio y largo plazo, Maite Méndez, fundadora de Mandalablue Yoga, señala que experimentaremos una mayor sensación de «responsabilidad, autogestión y liberación, lo que a efectos prácticos se traduce en una profunda sensación de ligereza a nivel físico y relajación mental y emocional. Muchos participantes nos comentan la gran apertura de corazón que sienten tras el retiro y la capacidad de concentración que consiguen, debido a que se han liberado de mucho ruido mental. Con lo cual, tareas que les costaba horas anteriormente, después del retiro les lleva unos minutos. El beneficio es verdaderamente increíble en cómo estamos en la vida, con nosotros y con los otros». El doctor Segovia Vázquez añade que, «cuando interiorizas las enseñanzas aprendidas, puedes concentrarte en el momento presente y aceptar las emociones y pensamientos sin juzgarlos, lo que te permite manejar mejor el estrés y la ansiedad, entre otras cosas. La práctica de meditación y su enseñanza nos van a facilitar lo que se llama ‘práctica informal’, es decir, observar el día a día con esa mirada más ecuánime».
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