Frontoplastia reductora: la complicada operación estética que reduce el tamaño de la frente
Las frentes grandes pueden ocultarse tras flequillos, pero también es posible pasar por quirófano para reducirla. Como toda cirugía, no está libre de riesgos.
Entre las cosas que tuvo que hacer la bailarina Margarita Cansino para convertirse en la estrella de Hollywood Rita Hayworth, estuvo no solo teñirse de pelirroja y someterse a un estricto régimen, sino también depilarse mediante electrólisis la línea del pelo para tener una frente más ancha y despejada. De forma más exagerada, durante el Renacimiento muchas mujeres se afeitaban o depilaban esos primeros centímetros de cuero cabelludo, haciendo que su cabello empezase más atrás porque el estándar de belleza de la época decía que las frentes grandísimas eran más elegantes y sofisticadas. En la actualidad, sin embargo, tener una frente grande de forma natural puede suponer una fuente de complejos importante para muchas mujeres, que convierten al flequillo en su mejor aliado.
Cuando el complejo es muy grande, algunas de ellas acaban recurriendo a una opción más drástica: una reducción de frente o frontoplastia reductora, una operación cuya popularidad ha ido aumentando en los últimos años. En Google Trends, por ejemplo, se ve cómo las búsquedas de forehead reduction” han ido aumentando de forma paulatina en todo el mundo, especialmente desde 2016. En las consultas de cirujanos plásticos que hacen esta operación en España también lo han notado. Pero ¿en qué consiste la cirugía? ¿Cómo se puede hacer que la frente sea más pequeña?
Una operación que obliga a estar siempre pendiente de la cicatriz
“Lo que hacemos es una incisión justo en la raíz del nacimiento del pelo. Desde ahí, se despega el cuero cabelludo y lo avanzamos hasta la distancia de frente que tenga mejor proporción en cada paciente”, explica Beatriz Berenguer, cirujana plástica miembro de la Asociación Española de Cirugía Estética y Plástica (AECEP), especialista en frentes y una de las primeras en hacer frontoplastias reductoras en España. La operación se realiza con anestesia general y no suele requerir pasar la noche en el hospital. Las pacientes se van a casa con un vendaje que deben mantener unos días y los puntos se retiran pasado algo más de una semana. “Después ya solo queda cuidar de la cicatriz para que quede lo más discreta posible”, indica. La reducción suele ser de una media de dos centímetros, aunque depende de la flexibilidad del cuero cabelludo.
La operación es complicada porque sus efectos secundarios se extienden durante meses. Eloy Condiño, cirujano plástico miembro de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE) explica que durante meses se pierde la sensibilidad en parte del cuero cabelludo. Al cabo de entre tres y seis meses, se acaba recuperando, pero en ese tiempo es necesario tener cuidado con el secador para no provocarse quemaduras inadvertidas y no es recomendable usar planchas de pelo. A cambio, esta pérdida de sensibilidad hace que el posoperatorio no sea nada doloroso.
Tras la cirugía pueden producirse retoques si la frente es muy grande y el cirujano estima que hacen falta dos operaciones o si la cicatriz “no queda lo estéticamente bonita que nos gustaría”.
“Muchas veces me preguntan por qué hacemos casi solo mujeres”, cuenta Berenguer. “Es porque en hombres —no es una contraindicación absoluta, lo hemos hecho también—, si lo que tienen es que la línea capilar ha retrocedido porque han perdido pelo, eso realmente se soluciona con injertos capilares. Cuando tienen mucha densidad de pelo y siempre la han tenido y siempre han tenido la frente muy grande, eso sí que son también casos donde se puede considerar la frontoplastia en hombres”, indica, aunque siempre comprobando “que no haya historia de alopecia en la familia, porque si acaba perdiendo pelo la cicatriz se haría más visible”.
La cirugía está contraindicada para personas muy fumadoras, “porque habría mucho riesgo de que se produjera una alopecia, una pérdida de pelo posterior a la cirugía. Es una complicación muy rara, pero que se ve en personas que fuman mucho”, añade Condiño.
Otra de las contraindicaciones que detalla Beatriz Berenguer es la de personas “que no tienen la madurez suficiente, tienen expectativas irreales o una vivencia no acorde con el problema”. Es decir, “pacientes que a lo mejor tienen una frente normal y que lo viven como si fuera enorme. Si no está ajustada su preocupación a la situación real, pues tampoco sería una buena indicación”.
¿Qué es una frente grande y cómo nace un complejo así?
Porque ¿qué se entiende por una frente grande? La cirujana recalca que es más una cuestión de proporciones que de números absolutos (“depende, por ejemplo, de la altura de la persona”), pero que se suele considerar que lo son las frentes que miden más de 6 centímetros desde la parte alta del arco de las cejas hasta la línea del pelo.
“A las pacientes les suelen haber hecho comentarios tipo ‘se puede jugar a un partido de tenis en tu frente, se puede aterrizar un avión en tu frente, se puede jugar al frontón’. Muchas veces llevan toda la vida con flequillos, no se recogen el pelo, me cuentan que se sienten incómodas cuando hace viento, cuando llueve, no les gusta ir a la playa porque con el pelo mojado se les ve más”, explica Berenguer. Tras la cirugía, suelen sentirse “más guapas y más seguras”. También existe, por cierto, la cirugía contraria, a la que a lo mejor se hubiese sometido Rita Hayworth si hubiese vivido ahora, pero es mucho menos frecuente, señala la cirujana, porque tener la frente pequeña “suele generar menos complejo”.
Sin embargo, someterse a una cirugía siempre conlleva riesgos, aunque solo sea el de la anestesia. “Yo creo que las administraciones tienen que trabajar para que prevalezca un poco más la autoestima que el meterse en un quirófano”, asegura Carmen Flores, presidenta y portavoz del Defensor del Paciente. De las reducciones de frente en particular no han recibido casos —temas faciales tienen sobre todo casos de bótox o ácido hilaurónico en los que les han pinchado en algún nervio—, pero sí han notado en general un aumento de las cirugías estéticas. Los datos lo confirman: en una década, las cirugías casi se han duplicado en España: de 119.637 en 2010 a 221.935 en 2019, según los datos de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica y Estética (ISAPS, por sus siglas en inglés).
En la asociación notan también que ha crecido entre las mujeres más jóvenes. “Muchas veces nos llaman madres diciendo que sus hijas adolescentes se quieren hacer una operación, que cómo las pueden convencer de que no”, pone Carmen Flores como ejemplo. En estos casos, aclara, no pueden hacer nada. Son una asociación para denunciar a posteriori si algo va mal.
Uno de los riesgos del campo de la cirugía estética y plástica es que existe mucho intrusismo, algo que denuncian tanto Flores como los cirujanos plásticos. “En España no está estipulado qué cosas puede hacer cada médico. Entonces, la realidad es que tú, con el título de médico pero sin especialidad en cirugía plástica, si te atreves puedes operar”, explica Condiño. Berenguer, de hecho, ya ha recibido a alguna paciente que se había hecho una reducción de frente en un cirujano sin la especialidad y había quedado mal.
“Quien se lo tenga que hacer, que se informe bien de adónde va, de en qué manos se pone. Que llame a la Sociedad de Cirujanos Plásticos, que se lo haga con la mayor seguridad posible y que desde luego no pague en negro. Esto es importantísimo, porque luego no puedes denunciar. Si todo sale bien no pasa nada (bueno, no lo declaran Hacienda), pero el problema más gordo está en que si pasa cualquier cosa no hay ninguna evidencia de que se haya pagado esa intervención”, concluye Carmen Flores.
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