Cuando no se puede acabar esa relación tóxica: claves de supervivencia
No siempre es fácil cortar la relación con una persona y por ello es necesario tener herramientas para sobrevivir si comienza a convertirse en tóxica.
Se ha hablado mucho de lo que las personas tóxicas provocan en nuestra vida y de que la mejor opción es apartarse de las mismas. Si bien esto puede aplicarse en un trabajo al que nos podamos permitir renunciar, con un amigo que nos come la energía y al que tengamos que dejar marchar o incluso con una pareja cuya relación decidamos dar por terminada, no siempre es tan fácil salir de una relación tóxica. Porque, ¿y si la relación tóxica es con un familiar muy cercano, como una madre, un hermano o una hija? ¿Y si esa persona tóxica está en el trabajo, pero no tenemos más remedio que lidiar con ella? Si salir huyendo no es una opción, y no queremos acabar minados, será necesario tener herramientas para que esta relación nos resulte lo menos dañina posible.
Lo primero que aclara la psicóloga Ana Lombardía es que más que personas tóxicas, existen relaciones tóxicas. “Muchas veces, alguien puede ser tóxico para una persona, pero no para otra”. Por ello, no se trata tanto de definir a las personas, sino de entender que lo que es tóxico es “la dinámica que se genera entre esos dos individuos”. De esta forma, podemos entender que una persona es difícil que cambie, pero la forma en la que nos relacionamos con ella sí.
Identificar las relaciones tóxicas
Antes de trabajar en una relación tóxica, debemos ser conscientes de que nos encontramos imbuidos en ella. De hecho, es habitual que en algún momento de nuestra vida tengamos una relación tóxica con alguno de nuestros conocidos o allegados, y que ni siquiera nos demos cuenta de ello. Como aporta el psicólogo Miguel Ángel Rizaldos, “muchos de los casos aparecen en el entorno laboral, aunque también es frecuente que aparezcan en las familias o en la pareja”.
La clave para saber que la dinámica de nuestra relación se ha vuelto tóxica es que esa relación nos suponga un desgaste y una sobrecarga emocional. Que volvamos a casa como con falta de energía después de pasar tiempo con esa persona. No todas las personas con las que tenemos una relación tóxica actúan igual, pero Rizaldos recuerda que hay ciertos perfiles que suelen repetirse: los manipuladores que se aprovechan de tus puntos débiles; los rencorosos que siempre te echan en cara cualquier cosa del pasado; los dictadores que compensan su inseguridad a base de órdenes; los envidiosos que necesitan infravalorar a los demás para sentirse mejor; los egoístas que solo miran para sí, aunque eso suponga un problema para los demás; o los victimistas, que están instalados en la queja y siempre responsabilizan a los demás de sus problemas.
A esta idea, Lombardía añade que si bien “cada relación tóxica a la que nos enfrentemos requerirá que despleguemos armas diferentes”, ya que “no es lo mismo tener que lidiar con una persona manipuladora, una victimista o una pesimista…”, pero al tratarse no solo de personas tóxicas, sino de relaciones tóxicas, “también dependerá de cómo seamos nosotros, de cómo nos afecte relacionarnos con estas personalidades”. Pese a todo, siempre habrá una regla clave: “no dejarnos arrastrar por su dinámica de juego, bloquear su manipulación y mantener nuestro punto de vista”.
Cambiar las dinámicas
En este sentido si bien la otra persona no se comportará de una forma diferente con nosotros por arte de magia, la clave está en que nuestra forma de comportarnos con ella sea diferente.
Por eso, si no podemos obviar a esa persona de nuestras vidas, lo que sí que debemos es “reducir al mínimo necesario el contacto con la persona con la que mantenemos una relación tóxica”, todo ello con el objetivo de “no caer en una espiral de contactos de alta frecuencia, de la que nos resulte muy difícil salir”, según Lombardía. Asimismo, otra opción es intentar no quedarnos tanto a solas, y tener a personas de apoyo que sirvan para disminuir la tensión entre nosotros.
Por su parte, Rizaldos recuerda que cuando comiencen de nuevo las dinámicas tóxicas, una vez que seamos capaces de identificarlas, “la premisa fundamental es poner límites”. Pero no se trata de negar la mayor, sino de saber buscar alternativas. “Cuando tengas que lidiar con tóxicos tienes que evitar cualquier enfrentamiento y recurrir siempre a la asertividad. Lo que implica empatizar con el otro y tratar que el otro te comprenda a ti, que empatice contigo. Y, por último, dar una alternativa de solución al conflicto”, opina el psicólogo.
Eso no significa que no podamos ser claros cuando la ocasión lo requiera, porque si no el desgaste emocional puede ser aún mayor. Por ello, en los momentos en los que su manipulación sea muy evidente, “debes hacerle saber que algunos de sus comportamientos te hacen daño, para que reflexione sobre su conducta”.
No olvidarse nunca de uno mismo
Además de cambiar la relación que tenemos con esa persona, si no queremos que esa relación tóxica nos pese de más, también será importante saber contrastarla cuidando especialmente de nuestra autoestima. No dejarse arrastrar por el otro también supone saber mimarse en el tiempo que estamos a solas.
Según Ana Lombardía, “es importante que aprendamos a guiarnos por nuestras sensaciones, por nuestro instinto. Si prestamos atención a cómo nos sentimos, identificando signos de malestar, fatiga, palpitaciones, irritabilidad, inseguridad, temor, tristeza, etc., estas emociones nos guiarán, alertándonos para que nos alejemos y nos mantengamos fieles a nosotros mismos”.
Si notamos estos síntomas, deberemos cargarnos de energía positiva para contrarrestar los efectos de la relación tóxica. “Es importante continuar con nuestra vida: mantener nuestra rutina a pesar del malestar que provoque esta relación, hacer planes, embarcarnos en proyectos que nos ilusionen…”. En este sentido también es importante no obsesionarnos con esta relación y disfrutar de lo que nos aportan el resto de personas que nos rodean, ya que “nos ayudarán mucho con nuestro estado de ánimo, nos darán perspectiva de la situación, crearán momentos de bienestar y ‘burbujas’ seguras en las que no entre la persona con la que mantenemos una relación tóxica”.
Pese a todo ello, si hemos puesto de nuestra parte, y nada de esto parece funcionar, también hay que saber priorizar nuestra salud por encima de una relación laboral o familiar. De esta forma, Lombardía concluye que “puede haber ocasiones en que la situación sea tan insostenible que podamos recurrir al alejarnos de manera forzosa de la persona con la que tenemos la relación tóxica. A veces, por la salud de uno mismo, es mejor excluir de tu vida a una persona que te está haciendo mal. Puede ser muy doloroso si esa situación se tiene que dar, sobre todo si es un familiar, pero a veces puede ser la opción menos dañina”.
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