Siete bulos sobre el cuidado de la piel que no debes creer
Analizamos las conclusiones que se extraen del libro ‘Lo que la ciencia dice del cuidado de la piel’ publicado por la dermatóloga Lorea Bagazgoitia.
Cada vez leemos más informaciones respecto a cómo cuidar de nuestra salud, sobre consejos caseros que pueden ayudar o productos que deberíamos comprar. Y la gran mayoría resultan no ser ciertas. Una de las áreas más afectadas por estos “bulos” es la Dermatología, precisamente debido al gran interés que hay por parte de muchas empresas. Pero la ciencia ha hablado. O al menos lo ha hecho la dermatóloga del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, Lorea Bagazgoitia, en su libro Lo que la ciencia dice del cuidado de la piel (Plataforma Actual) , en el que desmiente algunas de estas fake news en las que intenta concienciar también como parte de la iniciativa #SaludSinBulos .
Desmentir bulos fue precisamente su motor para abrir un blog propio, ya que se encontraba «con pacientes ‘informados’ en mi consulta que habían llegado a conclusiones equivocadas sobre lo que les ocurría”. A través de su blog, y ahora de su libro, espera que al menos esa información llegue de una persona formada realmente sobre el tema. “Puedo no ser la más lista, pero soy médico, especializada en Dermatología y me estudio las cosas a conciencia antes de redactarlas, lo cual creo que supone confianza para el lector”.
Estos son algunos de los mitos que se ha cansado de desmentir en consulta:
Nos salen granitos por tomar gluten y lactosa: Uno de los mitos que aprendemos desde jóvenes es que la aparición del acné es en parte culpa de nuestros vicios al comer, sobre todo al caer en el placer del chocolate. De hecho, este es de los pocos alimentos que parece que sí puede influir en los granitos, pero no por ser grasos, sino por “ser un alimento con carga glucémica elevada”. Sin embargo, hay otros falsos mitos como que para evitar los granos se han de evitar alimentos con lactosa o con gluten. Al respecto, Lorea Bagazgoitia insiste en que “la leche no tiene tanta influencia en nuestra piel como tendemos a creer”. De hecho, “no hay un solo síntoma en la piel causado porque la lactosa no se digiera bien”. Algo similar ocurre con el gluten, que se ha eliminado no solo de los alimentos, sino también de la cosmética. Aun así, la experta aclara que “las cremas geles y demás productos cosméticos sin gluten tampoco tienen por qué ser mejores”, ya que “los problemas son por la interacción del gluten en el aparato digestivo y no con la piel”.
Sobre la caída del pelo en otoño: Hay ciertas creencias que aunque sean populares son acertadas, como que el otoño es la época del año en la que más se nos cae el pelo. Pese a ello, sobre la misma se extiende el falso mito de que si en esa época se nos cae mucho el pelo, nos quedaremos calvos. Sobre esta cuestión la dermatóloga aclara que al igual que los mamíferos tienen un ciclo estacional de su pelo, para recambiarlo de acuerdo a las necesidades ambientales, “se hipotetiza que en el ser humano la pérdida otoñal nos permitirá mantener el pelo como protección ante el sol en verano o ante el frío en invierno”. Lo que está claro es que se trata de algo propio del ser humano, que rara vez se puede relacionar con el efluvio telógeno, es decir, caídas de pelo llamativas y difusas, en las que además “generalmente el pelo se recupera”.
Lo ‘natural’ siempre es mejor: En la época de lo bio, se ha extendido la idea de que todo lo natural siempre es más sano. Sin embargo, la experta insiste en que “no en todos los casos el origen natural es sinónimo se seguridad”. Como ejemplo de ello pone la henna, que solemos utilizar para tatuajes temporales, y cuya composición, en algunos casos, “puede acarrear problemas de alergias varias a lo largo de la vida”. Otro ejemplo serían los jabones, sobre los que existe la teoría que cuanto más naturales, mejor. La realidad es que los jabones naturales, a diferencia de los sintéticos, “son capaces de dañar el manto lipídico de la piel, necesario para mantener la hidratación y la barrera ante agresiones externas”. Esto tampoco quiere decir que todo lo natural sea malo, sino que se trata de analizar los pros y contras de cada producto según su uso.
El mejor antiarrugas es el más caro: No siempre es así. De hecho en muchos rankings aparecen en los primeros puestos lociones de precio medio o bajo. Si bien la dermatóloga argumenta que “son muy pocas las moléculas que han demostrado ser efectivas para mejorar las arrugas y manchas” y añade que “algunos compuestos químicos han demostrado tener efectos positivos en el aspecto envejecido de la piel”, tales como los retinoides, los hidroxiácidos o la propia vitamina C. Aun así, Bagazgoitia aporta que la realidad es que la mejor crema antiarrugas no es otro que el propio protector solar, ya que “el sol es el causante de aproximadamente dos terceras partes del envejecimiento de nuestra piel”, y este no es precisamente un producto de lujo.
La brisa marina nos broncea: Una de las frases que suele escucharse de toda la vida es que “podemos broncearnos gracias a la brisa marina”. Este es otro de los falsos mitos de la Dermatología, puesto que “son exclusivamente los rayos solares los capaces de estimular los melanocitos para que produzcan más pigmento”. De esta forma, la experta asegura que hasta el momento no hay ningún estudio fiable que relacione el aire con nuestro bronceado. Por ello, si en un día nublado nos hemos puesto morenos, “puede ser por la capacidad de los UV de atravesar las nubes”. Incluso estando a la sombra, el verdadero motivo “son los rayos UV reflejados en la arena”.
Los parabenos son peligrosos para la piel: Si bien muchos de los mitos en salud son en torno a utilizar ciertos productos, sobre todo porque alguien ha querido convencernos de ello con fines comerciales, a veces ocurre el caso contrario: que pensemos que algo es perjudicial, cuando no es cierto. Es el caso de los parabenos, y los muchos productos que se anuncian precisamente explicando la ausencia de los mismos. Estos fueron polémicos por una supuesta relación con el cáncer de mama, aunque la experta asegura que la misma nunca ha llegado a ser realmente demostrada. La realidad es que “son los conservantes que menos alergias de contacto producen”, siempre que sea en las cantidades reguladas por la Comisión Europea.
No existen los champús anticaída: Se trata de un producto que podemos comprar en farmacias, por lo que existir existen, pero su eficacia real deja mucho que desear. “Los champús permanecen solo unos segundos en contacto con el pelo y, por tanto, no tienen repercusión en la biología del folículo piloso”. Es por ello que no resulta posible que un champú “influya en ningún modo en que el pelo caiga más o menos”. Asimismo, y por si quedan dudas al respecto, Lorea Bagazgoitia insiste en que “el pelo que tiene que caerse se caerá”, sin que tenga que ver con otros mitos como “cambiar de peinado, de tinte o reducir el número de veces a la semana que te lo lavas”.
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