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Artistas en su hábitat

Los talleres de creación son santuarios a los que asomarse de puntillas y con los ojos bien abiertos. En la galería Hugh Lane de Dublín se expone el famoso estudio londinense de Bacon y en España seis autores con mayúsculas abren los suyos a S Moda.

Daniel
Pablo Zamora y Germán Saiz

JUAN USLÉ
Nos muestra su taller de Saro, en Cantabria.

Intimista y de gran sensibilidad poética, vive desde hace 25 años entre Saro (Cantabria) y Nueva York. De la luz silenciosa, su último trabajo, se expone en la Galerie Lelong de París hasta enero. A estas alturas, debería estar ya en Nueva York, pero su exposición y la de su mujer, Victoria Civera, que clausura la Galería Soledad Lorenzo de Madrid, lo han retenido más de lo habitual. «Necesito ambos entornos, como contraste y complemento. En el pueblo me reencuentro con el niño, la naturaleza y los árboles, pero Nueva York habita en mí y siempre necesito volver. Es el veneno tras pisar el barro. Allí sueño con Saro y, ya antes de bajar del avión, estoy maquinando imágenes. Al llegar a casa, dejo la maleta y entro en el taller: a recuperar su vacío». Su concepto de estudio va más allá de un espacio material. «Raro es el despertar que no venga acompañado de una imagen obsesiva o de un calidoscopio de ellas». Pasa muchas horas en concentración y aislamiento en este lugar. «Aquí materializo; reviso e imagino, estudio y sueño mis obras futuras».

ANA LAURA ALÁEZ
Su casa en Binissalem (Mallorca) es su estudio.
 
Artista poliédrica, practica la escultura, el dibujo, el vídeo, la fotografía y la música. Fue una revelación a finales de los 90 y participó en el pabellón español de la Bienal de Venecia en 2001. Actualmente prepara una exposición en la Galería Moisés Pérez de Albéniz. Sus afamadas acciones y autorretratos han dejado paso a una obra más abstracta. Aunque mantiene vínculos afectivos y profesionales con Madrid –«donde tengo una base de producción que controlo bien»– y con Bilbao, su ciudad de origen, trabaja desde Binissalem, Mallorca, donde reside. «Un artista es, en sí mismo, un estudio portátil. O un lugar en construcción», asegura. Se siente nómada y nunca ha tenido un taller propiamente dicho. «Mi casa al completo es el estudio. Me ayuda pensar que puedo crear en cualquier sitio». En Mallorca trabaja, sobre todo, la escultura. «Me exige soledad y mucha dedicación», apunta. En sus obras utiliza materiales acordes con los tiempos: «Vivimos momentos que obligan a trabajar con pocos medios. He vuelto a asaltar mi armario para hacer esculturas»

DANIEL CANOGAR
Un edificio industrial en Madrid alberga su taller.

Artista multimedia, trabaja en todo el planeta y su agenda es un puzle internacional. Llega de Canadá, viaja a China, expone en Houston y en el Macuf de A Coruña… En enero, lo esperan en Suecia. Dice necesitar luz y oscuridad en su estudio. «He ahí la paradoja. Hay algo profundamente castellano en eso. Mi trabajo es luz y oscuridad». Lleva tres años en este local madrileño, un loft en una antigua fábrica que fue vivienda y taller hasta que pudo dividirlo en dos plantas. «Al dejar Nueva York no concebía otro ambiente que no fuera semiindustrial». En su lugar de trabajo dice vivir momentos de alto voltaje creativo y otros de pura gestión. «Compartir las dos energías en el mismo espacio es difícil», confiesa. «Lo importante es luchar porque las primeras ganen y la gestión no alcance a comérselas». Su labor empieza en unos corchos en los que va colocando todo lo que llama su atención. «Imágenes que he tomado, como la tapa de una alcantarilla de Moscú, o detalles que me gustan y son la semilla de una idea». A partir de ahí empieza a aparecer la obra. «Mejor dicho, la pre-obra». La evolución es curiosa: «Visualizo fragmentos a través de los que establezco vínculos. Hay un momento en el que aparece un hilo conductor y empiezo a entender».

LLUIS HORTALÀ
Su taller está en una casa restaurada en el centro de Verges, Girona.

Escultor, pintor y alpinista, su trabajo se nutre, en parte, de su propia experiencia en la montaña: obra lenta y minuciosa. Norman Foster lo ha elegido para participar en la muestra Abstractions, de la que es comisario y que se inaugurará en mayo en el Museo Le Carré de Nimes. En su estudio de Verges (Girona) se mezclan fotos, esculturas y dibujos: «Trabajo el tema de la mirada en relación con el paisaje y la escalada. He recorrido diferentes lenguajes y ahora ya no solo dibujo montañas que he subido, sino que intento ir más allá de lo que veo, intelectualizar las referencias de esta mirada». Mineralogías son formas abstractas en las que la montaña entra en relación con el surrealismo y con las sugerencias de la forma. Se inspira en textos de Breton, «elementos que me ayudan a imaginar estructuras oníricas relacionadas con la cultura del paisaje». Sus talleres en Olot, Barcelona o Londres han compartido vivienda y estudio. «La experiencia es gratificante y repito la fórmula en distintos entornos», comenta. La luz y el sonido de las campanas –la casa está junto a la iglesia del pueblo– también fueron decisivos esta vez.

JOSÉ MANUEL BROTO
Tiene su estudio en plena campiña mallorquina.

Premio Nacional de Artes Plásticas en 1995, es uno de nuestros más reconocidos pintores abstractos. Prepara exposiciones en Madrid, París y Montevideo. En su juventud transitó por Barcelona, París y Nueva York. «Viniendo de Zaragoza, en los años 70 eran un estímulo indudable. Ciudades míticas en las que podías ver arte en directo». En el campo mallorquín tiene ahora su refugio de «soledad, reflexión y trabajo». El traslado a la isla supuso el encuentro con «un lugar armonioso, discretamente civilizado y con una luz incomparable». Anexo a la vivienda, su taller es luminoso, austero, incluso un poco inhóspito, según siente él mismo. «Es el espacio de una guerra perpetua entre lo que quiero hacer, lo que proyecto y lo que finalmente aparece en las exposiciones». Trabaja en él todos los días: «Tiempo suspendido, predispuesto al hallazgo». Las telas se apoyan en las paredes. En el suelo, pintura como esencia y símbolo.

TXOMIN BADIOLA
Comparte una planta de un edificio industrial en Bilbao.

De la escultura a la imagen. En los 80 encabezó el grupo denominado Nueva escultura vasca. «Compartíamos edificio y teníamos una gran interrelación», recuerda. Estudioso de Oteiza, ha finalizado el Catálogo Razonado de su obra. Su próxima exposición será en el Reina Sofía. «Se trata de crear una obra nueva a partir de obras antiguas», comenta. «Similar a lo que ya hice en el Macba o en el Museo de Bellas Artes de Bilbao». Su estudio es una prolongación de su propio ser creativo y así ha sido siempre. «Vengo por la mañana y no me voy hasta la noche y eso es independiente de lo que tenga que hacer. Entrar aquí es iniciar una inmersión creativa, estar en disposición de que algo suceda». Se siente afortunado con los talleres que ha tenido –un loft en Nueva York durante ocho años, entre otros–. De ellos destaca la luz. «Mi obra parte de unos procesos azarosos que vienen dados por esa mezcla de preguntas que se dan en el estudio. La luz es importante porque afecta a mi estado emocional».

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