Anna Wintour, ¿embajadora en el Reino Unido?
La directora del Vogue estadounidense se ha implicado tanto en la campaña de Obama que podrían agradecérselo con un puesto diplomático
Esta semana, Anna Wintour viajará a Chicago junto a la modelo Iman para encabezar una cena de recaudación de fondos para el presidente Obama, acompañada de Jim Messina, un alto cargo de la Administración al que el Washington Street Journal llama “la persona más poderosa de la que nunca has oído hablar”. Quien quiera compartir mesa y mantel con ellas puede hacerlo por unos meros mil dólares, una ganga comparado con los 40.000 que costará el cubierto en la gala que organiza un par de días más tarde en Nueva York junto a Sarah Jessica Parker.
Wintour ya se implicó a fondo en la campaña de 2008 y cuando ha llegado la reelección, a pesar de que las relaciones entre el famoseo y el presidente se han enfriado. A la Administración no le interesa asociar su imagen a estas figuras en tiempos de crisis y también por parte de muchos actores, como Matt Damon, decepcionados por algunas de las decisiones de Obama. Pero la directora del Vogue estadounidense ahí sigue y su compromiso se ha incrementado en los últimos dos años.
Su influencia en la industria del lujo y su inigualable agenda la convierten en una recaudadora excepcional. Fuentes de la campaña demócrata la sitúan entre los más potentes. Lleva ya conseguidos unos 500.000 dólares, pero la cifra quedará muy pequeña tras los dos eventos de esta semana. Por otra parte, Wintour forma parte del Comité de Artes y Humanidades de la Administración, ha celebrado varios actos de apoyo en su casa de Nueva York y se ha convertido en una figura fija en las cenas de estado en la Casa Blanca. Inglesa de nacimiento, un dato que suele olvidarse, no falló a la gala que se celebró durante la visita de estado de David Cameron hace unos meses.
Además, su romance personal con Michelle Obama no parece desfallecer. Si algo tiene Wintour es olfato para la moda y desde que la esposa del presidente apareció en el horizonte mediático intuyó el enorme potencial de la que hoy es Primera Dama. Wintour consiguió ponerla en portada nada más aterrizar en la Casa Blanca y ha sido más instrumental de lo que se cree en la relación de Michelle Obama con la moda made in America, sobre todo con su apoyo a la generación de diseñadores que lleva apenas una década en activo, como Thakoon o Jason Wu.
Además de Michelle Obama, Wintour simpatiza con Samantha Cameron.
Getty Images
Tanta implicación ha hecho crecer en Washington el rumor de que, si sale reelegido, Obama podría ofrecer a Wintour un puesto diplomático de primera línea. En la Administración estadounidense es habitual ofrecer a donantes premium embajadas de postín en pago por sus servicios. El corresponsal en Nueva York de The Observer se hizo eco del murmullo el pasado domingo y en Estados Unidos varios medios han especulado con el asunto. The Guardian sitúa a Wintour en la embajada de Londres, siguiendo la reciente tradición de nombrar a figuras ajenas a la diplomacia para ese puesto y teniendo en cuenta el pasaporte de Wintour. George W.Bush nombró embajador en Londres a un millonario tejano que recaudó millones de dólares para sus campañas y a un empresario automovilístico. Al actual embajador, Louis Susman, con cero experiencia en la diplomacia internacional, le llamaban “la aspiradora humana” durante la campaña de elección de Barack Obama por su capacidad para absorber dólares.
Los medios estadounidenses, en cambio, situaban a Wintour en la embajada francesa. Es de suponer que por las conexiones con la industria de la moda. La megaeditora podría haber tomado lecciones de networking político de su pareja, Shelby Bryan, que trabajó como recaudador de fondos durante la presidencia de Bill Clinton.
Wintour junto a su pareja, Shelby Bryan, experto en recaudar fondos durante la candidatura de Clinton.
Getty Images
Su paso a la diplomacia de primer nivel podría servirle a Wintour para ganarse, por fin, el respeto de su familia, influyente en la política y el periodismo desde hace generaciones (su padre dirigió durante décadas el Evening Standard). Una de las revelaciones más chocantes de The September issue (2009), el documental sobre las entretelas de Vogue, es que, a pesar de su indudable éxito en la industria editorial y de haberse convertido en un personaje tan famoso que incluso tuvo su caricatura de ficción en El diablo viste de Prada, Wintour todavía se siente algo menospreciada en su familia, que considera esto de la moda un negocio frívolo. En la película, incluso su hija, Bee Schaffer, se muestra algo displicente con la ocupación de su madre.
Aunque a Bee Schaffer, hija de Wintour, parece no encantarle el trabajo de su madre es muy común verla en el front row de los desfiles de Nueva York.
Getty Images
Sin embargo, existen fuertes motivos para pensar que nadie llamará “embajadora” a Wintour próximamente. Por una parte, a la Administración no le interesa dar la impresión de que beneficia a los "happy few" (ricos y famosos) en tiempos de crisis. Y por otra, a pesar de su incansable capacidad de trabajo (de todas las leyendas que corren sobre ella, una de las más curiosas sigue siendo esa idea de que juega a tenis cada día a las cinco de la madrugada. ¿A quién obliga a devolverle las boleas a esas horas?), el puesto obligaría a la directora a dejar los mandos de Vogue, que ocupa desde 1988.
Especular con su relevo es un pasatiempo habitual de la industria pero Wintour, de 63 años, da toda la impresión de estar disfrutando estos últimos años como monarca absolutista de la moda. Su obsesión con la celebridad como moneda de cambio (cuando editaba la revista de decoración House & Garden ponía tantos famosos en los reportajes que se conocía a la publicación como Vanity Chair) sigue guiando sus pasos y su última visión es convertir el Met Ball, otro de sus inventos, en la Superbowl femenina, un evento televisado y que genere (todavía más) millones de dólares.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.