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15-M, 15-O y sus mujeres: «Hemos dejado de ser silenciosas»

Las mujeres han coproducido la primera gran rebelión planetaria que aspira a revitalizar la democracia pacíficamente desde abajo. Ellas empujan, acompañan y también toman la palabra.

Me encanta Occupy Wall Street. Como decía John: “Un héroe solo no puede hacerlo. Cada uno de vosotros tiene que ser un héroe”. Y vosotros lo sois. Gracias. Con amor. Yoko». Así daba su espaldarazo al movimiento la viuda de John Lennon a través de su Twitter. Poder encontrar este tweet en el país que necesita que las famosas apoyen las causas sociales minoritarias para que se hagan visibles no es una anécdota sin importancia. Como tampoco lo fue que la actriz Susan Sarandon o la escritora canadiense Naomi Klein –autora de No logo y La doctrina del shock– visitaran Zuccotti Park, Liberty Square para los amigos. Porque son muchos en Estados Unidos los que no ven con buenos ojos que Occupy Wall Street reclame poner límites al modelo socioeconómico individualista que lleva años acompañándoles, y que la población se lance a las calles para reclamar mayores derechos colectivos. Eso suena a socialismo y en el país prima la carrera individual y por libre.

Aunque de menores dimensiones que las Plazas de Sol (Madrid) o Cataluña (Barcelona), en la asamblea general de las siete de la tarde de Liberty Square se podía sentir una indignación similar. ¿La razón? Vivir en una democracia al servicio de los intereses económicos de unos pocos. «Estoy aquí porque comparto las reivindicaciones del movimiento. Y además vengo a ver y a escuchar para así poder llevar a mi círculo de amigos una información más veraz sobre la crisis mundial. Porque los medios de comunicación no la dan», explica Shasa Kovalenko, hija de inmigrantes ucranianos y publicitaria en paro. Su amiga Leah Johnson, neoyorquina y profesora, ha venido varias veces a la plaza a manifestar su descontento porque «tras graduarme en la universidad, ahora no puedo conseguir un trabajo. Se me considera de clase media, pero soy pobre. He perdido la fe en el Gobierno y en las empresas. Cuando tienen el poder se creen en el derecho de abusar de él», expresa.

El 15-M engendró el 15-O… y a sus mujeres. El gran movimiento global generador de la primera manifestación planetaria del siglo XXI –y de la historia– es una iniciativa española, impulsada por Democracia Real Ya (DRY) y www.takethesquare.net. Las notas de prensa que DRY Barcelona envía (su última convocatoria volvía a recordar dos veces en los tres primeros párrafos que se trata de un movimiento no violento) salen de los ordenadores de sus cuatro portavoces de prensa, cuatro mujeres. Pero ¿alguien les pone cara? Una de ellas es Klaudia Álvarez, profesora de Imagen y Sonido en un instituto y una de las primeras en salir a la calle el 15-M, cuando acabó subida a un camión, dirigiéndose a 15.000 personas para hablar sobre «la situación de precariedad, el paro, los recortes sociales, la falta de participación…». Tras meses de trabajo en equipo dentro de DRY, ella no siente que el papel de las chicas esté ensombrecido. «Es un movimiento en el que participamos por igual hombres y mujeres». Su compañera en Madrid, Laura de Miguel, periodista con profesión de administrativa y mileurista, opina lo mismo. «El trabajo se va repartiendo en función de las necesidades».

Ellas tomaron la iniciativa.
Chile sí ha tenido un ejemplo de líder indiscutible, con protagonismo y carisma. Aunque algunos la tachan de «niña bien oportunista», Camila Vallejo lleva desde mayo peleando por una enseñanza pública de calidad. Es guapa, habla bien y es la presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile. «Es una mujer con una gran inteligencia sensible y posee la calma que le da tener razón», expresa convencida Laura Gallardo profesora de la Facultad de Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.

Otra activista nata cuyo papel ha tenido una repercusión indiscutible ha sido Lina Ben Mhenni, el rostro más conocido de la revolución tunecina y la voz más escuchada a través de su blog: A tunisian girl. Después de haber sido nominada al Nobel de la Paz con tan solo 27 años, parece abrirse camino como reportera y de momento edita en España su primer libro La revolución de la dignidad (Destino). Sin embargo, desde la introducción traslada el mérito del éxito del movimiento en su país a sus compatriotas anónimos, porque «en el ciberactivismo, cada uno contribuye a su manera, y todo el mundo contribuye a todo, como sucedió durante la revolución tunecina». Un discurso del que ahora mismo se podrían adueñar decenas de mujeres sirias, inmersas en una revolución que desde el poder se intenta ahogar con miedo y represión. «La población femenina es la que está informando al mundo de lo que sucede en Siria. Somos nosotras las que elaboramos informes, traducciones o vídeos desde ventanas y terrazas para subirlos a Internet. Todo eso siempre con mucha discreción pues a cualquiera que esté participando de alguna manera en esto, si le descubren, le esperan torturas y una muerte segura», apunta Rima, una joven informática que ha pedido utilizar un seudónimo por seguridad.

Un aspecto enriquecedor del movimiento de los indignados son sus repercusiones en el seno de las familias y entre las diferentes generaciones. Curioso es el caso de George Davis, quien llegó a Liberty Square impulsado por el espíritu de su madre. Como ella vivía lejos de Manhattan, pero quería mostrar su apoyo, le pidió que llevara varios metros de tela púrpura porque decidió que Occupy Wall Street necesitaba un color. «El púrpura es el resultado de mezclar el azul, rojo y blanco de nuestra bandera. Quiere ser el símbolo de otra América, la del 99%, el porcentaje de población que no tiene poder». En la familia de Klaudia Álvarez también se comparte el interés por este proyecto con sus ascendentes directos: «Mi madre entiende lo que estoy haciendo, pero con mis abuelas resulta más complicado. No es un problema de género, sino de generación. Tienen muy presente aún la época franquista, el miedo y esa idea de que más vale pasar desapercibido».

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