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¿Es posible que una ‘app’ consiga los resultados de un entrenador personal?

Un estudio compara los resultados de un plan para adelgazar en personas obesas dirigido por un asistente virtual y otro controlado por una persona

App entrenador personal
4/7/14 photo Ryan McFadden Gold's Gym in Wyomissing, fitness director and instructor Dorrine Griesbaum with her phone apps; Fitness Buddy. A free app she uses (Photo By Ben Hasty/MediaNews Group/Reading Eagle via Getty Images)Ben Hasty (MediaNews Group/Reading Eagle/Getty)

Desde los primeros desarrollos tecnológicos —como la cocina de los alimentos o la rueda—, la innovación ha favorecido la acumulación de energía y la reducción del esfuerzo. Esto, que fue una bendición durante milenios, empieza a ser un problema serio. La obesidad y la multitud de enfermedades asociadas amenazan con aplastar individualmente a millones de personas y colapsar los sistemas sanitarios. A falta de cambios que faciliten adquirir comida sana y dificulten el acceso a la nociva o se planifiquen las ciudades para favorecer la actividad física, se buscan soluciones tecnológicas para resolver los problemas que ha creado la propia tecnología: el último son los agonistas de GLP-1, las pastillas de moda para adelgazar.

El ejercicio, que requiere más esfuerzo que ingerir una píldora, pero ofrece una cantidad de beneficios mucho más amplia, sería una de las grandes herramientas personales en la lucha contra esta pandemia global. Sin embargo, aunque se conozcan sus ventajas, no es fácil superar la tendencia humana a ahorrar energía. Los entrenadores personales ayudan a construir buenos hábitos, pero son caros y eso ha dado lugar a alternativas como las aplicaciones móviles que ayudan a encontrar la motivación. La revista JAMA, editada por la Asociación Médica Estadounidense, ha publicado recientemente un estudio que compara el efecto de una aplicación de este tipo por sí sola frente a la combinación de esta tecnología con un asistente humano. Por ahora, las máquinas no superan a los humanos.

El estudio quería analizar hasta qué punto es posible ayudar a personas obesas a perder peso sin ayuda humana, con el fin de aplicar tratamientos eficaces más baratos. Participaron 400 personas que se dividieron en dos grupos: uno que solo recibió ayuda tecnológica (una app integrada, una báscula con wifi y una pulsera de actividad) que los voluntarios utilizaron para recibir información sobre su dieta, actividad y peso; y otro que, además de la tecnología, contó con un entrenador humano. Dependiendo de los resultados, el tratamiento se fue adaptando, añadiendo mensajes de apoyo a través de la app como un primer paso e incorporando un entrenador humano o reemplazo de comidas cuando era necesario intensificar el tratamiento. Tras un seguimiento de seis meses, que incluyó a 342 participantes, los que solo recibieron ayuda tecnológica perdieron 2,8 kilos de media y los que además contaron con un entrenador, 4,8 kilos.

“La persona media aún necesita un entrenador humano para lograr objetivos de pérdida de peso clínicamente significativos porque la tecnología no está lo bastante desarrollada”, afirma Bonnie Spring, primera autora del estudio y profesora de medicina preventiva de la Universidad del Noroeste, en Chicago (EE UU). “Puede que no estemos lejos de tener un asistente virtual que pueda sustituir a un humano, pero aún no hemos llegado a ese punto. Está a nuestro alcance. La tecnología se está desarrollando muy rápido”, añade.

Aunque las pérdidas de peso son pequeñas, un editorial de la revista JAMA destaca la importancia de este tipo de intervenciones, que van escalando la intensidad y las herramientas utilizadas, son una forma de obtener beneficios con un menor coste y menores riesgos que los actuales tratamientos farmacológicos o quirúrgicos para la obesidad.

Mikel Izquierdo, director del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Pública de Navarra, considera que las máquinas son ya imprescindibles para los profesionales de la salud, para obtener información sobre las horas de sueño, seguir los resultados de una dieta o ajustar diariamente las cargas de un entrenamiento, pero no cree que vayan a poder sustituir a los humanos. Al menos de momento:“Durante mucho tiempo, se ha hecho una medicina despersonalizada, y los resultados de la tecnología, que ya informan mejor de las ecografías y superan a los humanos en muchos aspectos, nos están diciendo que hay que volver a personalizarla, a mirar a los ojos de los pacientes, a tocarlos”, plantea este especialista.

No obstante, Izquierdo no recomendaría comenzar un plan de ejercicio apoyándose solo en una app: “Las aplicaciones para un programa de ejercicio físico tienen problemas de adherencia, porque hace falta motivar a la persona para que siga haciendo ejercicio. Lo que me motiva a mí no vale para motivar a mi madre. La máquina nos tiene que emocionar para seguir haciendo ejercicio todos los días”, explica. Considera además que para el éxito de un entrenamiento es fundamental tener una persona al lado, acompañando y asesorando, “pero también ajustando la carga porque estás cansado o porque el pulso ha subido mucho o la velocidad de ejecución ha disminuido”. Para las personas que no puedan tener un profesional a su lado, recomienda buscar un grupo o una persona con la que hacer ejercicio para mejorar la motivación.

Las claves de la motivación

Borja del Pozo, investigador de Salud en la Universidad de Cádiz, también duda de que la tecnología o las aplicaciones con inteligencia artificial vayan a conseguir los mismos resultados que consigue un humano, pero cree que “es posible que haya un subgrupo de la población que no necesite tanto al humano para tener resultados”. Identificar a estas personas supondría un ahorro importante desde el punto de vista de la salud pública. Su equipo trabaja ya en intervenciones en hospitales para sacar de la cama a adultos mayores con la ayuda de una aplicación.

“Usamos un acelerómetro en la pierna, ponemos una tableta al lado del paciente y le marcamos un objetivo de movimiento”, explica Del Pozo. “Con un chatbot es posible hacer aprender a la máquina, que dé información o ánimo al paciente y que lo haga de una forma contextualizada. Si hay una persona con más peso, que va a responder peor, puede intensificar los ánimos; o si la máquina detecta una voz en la habitación y ve que tienes compañía, te puede proponer que des un paseo con esa persona”, ejemplifica este investigador.

Aunque la tecnología mejore y se acerque a los resultados que puede conseguir en reducción de peso o incremento de la masa muscular que puede alcanzar un profesional humano, Del Pozo recuerda que lo fundamental en la lucha contra la obesidad son medidas sociales muy amplias. “El gradiente social es lo que más influye, que el ambiente en el que vivas no favorezca la obesidad, que tienda a la actividad o que sea más limpio son factores fundamentales. Incluso antes del nacimiento, si tus padres, por sus circunstancias sociales y económicas, viven con mucho estrés, se incrementan las posibilidades de activar la obesidad”, apunta este científico. Hacer que la obesidad retroceda requerirá medidas que reduzcan la pobreza y la desigualdad, dos marcadores con una estrecha relación con la salud.

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