La mayor lámpara del imperio romano
El Museo de Elda expone un lucernario de época de Tiberio con 32 puntos de luz que acaba de ser restaurado por los arqueólogos
Se llamaba Lucius Eros y vivió durante los mandatos de los emperadores Augusto y Tiberio (siglo I d. C.) en una población íbero-romana (Elo) de lo que ahora es el término municipal de Elda (Alicante). Era alfarero (officinator, en latín) y firmaba cada una de sus lucernas de cerámica, pues grabó su nombre en el molde con las que fabricaba. Ahora, los arqueólogos han restaurado una de ellas ―fue hallada hecha pedazos―, la mayor que se conoce de lo que fue el imperio romano. Contaba con 32 candelas o puntos de luz y alcanzaba el medio metro de diámetro. Se colgaba de los techos de grandes edificios. Además de la lámpara, que expone ahora el Museo de Elda, en el yacimiento íbero-romano de Elo-Monastil, donde Lucius tenía su taller, se han recuperado ya cuatro moldes para otros tantos tipos de lámparas, junto con tres hornos.
Los romanos heredaron de los griegos y fenicios la técnica de fabricar lucernas, un objeto de cerámica circular que permitía iluminar cualquier lugar habitado. Se alimentaban de aceite y se prendían con una pequeña mecha o tejido. En el siglo III a.C. su uso ya se había extendido por todo el Mediterráneo, lo que propició que los romanos abriesen officina (talleres) para fabricar estos instrumentos de iluminación en las tierras que iban conquistando.
En 1989, el profesor de Historia Antigua de la Universidad de Alcalá de Henares y director en excedencia del Museo Arqueológico de Elda, Antonio M. Poveda, descubrió una alfarería romana del siglo I en El Monastil, justo en el lugar donde Lucius había abierto su taller. Entre los objetos hallados, destacaron los restos de unas lucernas de cerámica que mostraban múltiples piqueras; es decir, los picos con orificio por donde salía la mecha que debía permitir la iluminación.
Entre 2009 y 2010, se recuperaron más fragmentos de al menos dos de estos grandes instrumentos de iluminación que, además, incluían varios tubos (infundibula) por donde se introducía el aceite, combustible necesario para empapar las mechas y permitir su ignición.
Poveda sostiene que “este tipo de producto luminario debió de ser de difícil fabricación, requiriendo ceramistas especializados, como los trabajadores de Lucius Eros”. “Por su coste elevado”, añade, “no debieron de abundar estos objetos, reservándose para alumbrar grandes salas de viviendas de ricos propietarios o edificios institucionales”. El arqueólogo cree que el taller recibiría principalmente encargos de las grandes ciudades próximas, como Ilici (Elche) o Lucentum (Alicante).
Estas grandes lucernas, por su notable cantidad de piqueras o candelas, también reciben el nombre de lámparas polilychnis o polimixus, de las que no se ha conservado ninguna en del mundo romano, con la excepción de la hallada en Elda, que acaba de ser restaurada por Eva María Mendiola Tebar y entregada al museo arqueológico de la ciudad alicantina para su exposición.
Este tipo de gran lámpara de cerámica, a partir del siglo IV (reinado de Constantino e inicios del periodo paleocristiano), comenzó a fabricarse en metal, normalmente en bronce, aunque algunos textos hablan de que llegó a haberlas en oro. Pronto entraron y destacaron en iglesias y basílicas cristianas, pero ya se las denominó polycandelum, sucesoras claras de las piezas que salían de los hornos de Lucius Eros.
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