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La oscura condena de Domingo Choc

El sanador y sacerdote maya murió a manos de una turba, víctima de una oscura venganza tras la que pueden esconderse otros motivos

Indígenas mayas homenajean a Domingo Choc el pasado 10 de junio en Guatemala.
Indígenas mayas homenajean a Domingo Choc el pasado 10 de junio en Guatemala.LUIS ECHEVERRÍA (Reuters)

La noche del 5 de junio de 2020, Domingo Choc, un sacerdote y sanador maya q’eqchí de 55 años, se acostó a dormir en el corredor de la casa de una sobrina suya en Chimay, una aldea del Petén, un extenso departamento en el norte de Guatemala que hace algunas décadas estuvo cubierto de selva y que, a pesar de que gran parte de esta ha sido devastada, contiene todavía la zona tropical boscosa más importante de Mesoamérica. La fama de conocedor de plantas medicinales de que gozaba “el tata Domingo” trascendía del ámbito de su comunidad. En su casa de suelo de barro y techo de palma tenía un altar maya donde realizaba sus consultas, que registraba en un libro para dejar constancia de las enfermedades que trataba. Además de pertenecer a la Asociación de Guías Espirituales Mayas, colaboraba con investigadores de la Universidad de Zúrich, la University College de Londres y la Universidad del Valle de Guatemala en un proyecto para la recuperación de la medicina maya. Desde que unos vecinos comenzaron a acusarlo de hacer brujerías, quizá presintiendo que querrían hacerle daño, había optado por no dormir en casa durante algún tiempo.

La doctora Mónica Berger, del departamento de Antropología de la Universidad del Valle, describe a Domingo como una persona humilde. “En las reuniones, era siempre el último en pedir la palabra. […] Soñaba con la creación de un vivero para plantas medicinales”, dice en una entrevista realizada poco después de la muerte de Choc. “Le gustaba caminar en la selva, que conocía como pocas personas. Recorría grandes distancias en busca de plantas medicinales, y nos ayudaba a clasificarlas. Quería contribuir a la supervivencia de especies en peligro de extinción por el avance de la ganadería, los monocultivos y la quema de bosques en el Petén y otros lugares donde se encuentra ‘la farmacia natural de la Madre Tierra”.

Domingo tenía también fama de cantineador (dejó siete hijos en casa y por lo menos cinco fuera), de bebedor y de temible jugador de pinball eléctrico, según testimonios recogidos por la periodista Sofía Menchú entre los vecinos de la comunidad de Chimay.

“Algunos gritaban: ‘¡Préndanle fuego!’ [un catequista entre ellos] Yo les dije que no era brujo, pero me amenazaron. ‘A vos también vamos a quemarte”.
Angelina Valle Choc, testigo

José Pop, patriarca de una familia de ganaderos y comerciantes de granos de Chimay, q’eqchíes como Domingo pero miembros de una iglesia fundamentalista evangélica y económicamente desahogada (casa de bloques de cemento de dos pisos), había sufrido, tiempo atrás, una caída —unos dicen que montando a caballo; otros, que durante un partido de futbol, y otros que mientras defecaba en una letrina en un potrero de su propiedad—. Como consecuencia, Pop contrajo una infección en la zona del hueso sacro. Fue examinado en un hospital privado en el sur del Petén y luego en uno público. Según un médico entrevistado por Sofía Menchú, el tratamiento clínico fue interrumpido antes de tiempo, y don José volvió a su casa, donde siguió guardando cama. En una llaga mal sanada comenzaron a aparecer gusanos. Un “anciano” miembro del consejo de Chimay dictaminó que esto era señal de hechicería. Los oficios de otros curanderos de Chimay tampoco lograron sanar a don José. Sus hijos lo llevaron de nuevo al hospital de Poptún, donde murió.

Deudos de Pop contaron a Sofía Menchú que uno de los curanderos de Chimay (en la aldea ejercen alrededor de una docena) le había explicado que “el brujo” que hizo el maleficio debía ir al cementerio en los próximos días para tomar tierra de la tumba de Pop y hacer una ceremonia propiciatoria pidiendo perdón.

La reserva de la biosfera del Parque Nacional del Tigre, en Petén, deforestada y convertida en corredor habitual para organizaciones de narcotraficantes.
La reserva de la biosfera del Parque Nacional del Tigre, en Petén, deforestada y convertida en corredor habitual para organizaciones de narcotraficantes.Daniele Volpe (The Washington Post via Getty Im)

Una noche de lluvia, unos familiares que montaban guardia a la entrada del cementerio vieron a un muchacho que pasaba por ahí, encapuchado, y lo siguieron hasta las inmediaciones de la casa de Domingo, de quien este chico era, según varios testimonios, aprendiz. Así que secuestraron al muchacho, de nombre Ovidio Ramírez Chub. Lo torturaron con un bastón eléctrico para ganado —mientras lo filmaban con un celular— hasta que Ovidio afirmó que Domingo le había ordenado ir al cementerio, algo que negaría más tarde. Este hecho, sumado a que José Pop pronunciara el nombre de Domingo poco antes de morir (¿y quizás al recelo por parte de otros curanderos locales por las relaciones que Domingo mantenía con la comunidad científica?), bastó para condenarlo.

Abrasado vivo

La madrugada del 6 de junio un hijo de Pop y tres personas más irrumpieron en la casa donde Domingo dormía. Lo maniataron, lo martirizaron durante horas en presencia de numerosos vecinos, varios de los cuales firmaron un acta aprobatoria de estos extremos, y finalmente lo bañaron en gasolina y le prendieron fuego. Hombres armados, familiares de los Pop, impidieron que nadie le prestara ayuda, según los expedientes del proceso, proporcionados por el Bufete Abogados para Pueblos Indígenas. En internet aparece todavía un vídeo donde se ve a la víctima que, envuelta en llamas, corre de un lado para otro en una cancha de futbol.

La noticia del martirio de Choc fue difundida dos días después por Prensa Libre, el diario guatemalteco de mayor circulación, con el titular: “Turba linchó este fin de semana a sacerdote maya en Petén”. Según un documento de la fiscalía, una turba de vecinos de Chimay (263 hogares: 80% cristianos —44% católicos, 36% evangélicos—; 20% ateos o de religión maya) impidieron después que los funcionarios del ministerio público que acudieron para levantar el cadáver la mañana del crimen ingresaran en la aldea.

A partir de 1996 —cuando el Gobierno y la guerrilla guatemaltecos firmaron los acuerdos de paz que pusieron fin a 36 años de hostilidades en las que murieron o desaparecieron más de 200.000 civiles, de los cuales un 80% eran mayas— la tasa de linchamientos en Guatemala se ha movido entre cinco y 10 casos mensuales. Según Prensa Comunitaria, un digital alternativo que apareció en 2012, desde entonces han sido asesinados al menos 11 guías espirituales mayas, en algunos casos mientras celebraban rituales religiosos.

Las muestras de respeto se sucedieron en todo el país tras la muerte de Domingo Choc.
Las muestras de respeto se sucedieron en todo el país tras la muerte de Domingo Choc.LUIS ECHEVERRIA (Reuters)

El 10 de junio el Vicariato Apostólico de Petén se apresuró a difundir un comunicado con el título: ”Iglesia Católica niega que linchamiento de Domingo Choc fuera por diferencias religiosas”. Firmado por el obispo Mario Friandi, el documento aseguraba: “Lo que queda claro es que el linchamiento de don Domingo Choc […] no tuvo ninguna participación de las Iglesias y no fue un problema comunitario, sino —más bien— un problema entre dos familias”.

Prensa Comunitaria publicaba el mismo día un informe de 10 cuartillas titulado: “¿Cuál fue la causa del crimen contra Domingo Choc?”, que incluía una breve biografía del “científico y guía espiritual” donde se explicaba que este colaboró con la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala durante 10 años tratando a personas “para sanarlas de las secuelas de la guerra que se vivió en el país. […] Esto incluía acompañamientos a exhumaciones de personas desaparecidas y otras acciones integrales de salud mental”.

El martes 9 de junio de 2020 la policía detuvo a Edin y Magaly Pop, de 21 y 27 años, y a Romelia Caal, viuda de Pop, de 49, acusados por la muerte de Choc. Edin Pop fue entrevistado, las esposas puestas, por varios reporteros antes de ingresar en la subcomisaría de San Luis, Petén. Con marcado acento q’eqchí, en un español difícil de transcribir y sin muestras de compunción, dice ante las cámaras: “Fue por la muerte de mi padre. Ese brujero lo hizo. Gracias a Dios pudimos, mi familia y yo. […] Ese no era guía de espiritismo. Fuimos al hospital y ni ahí pudieron encontrar enfermedad. Unos gusanos le salieron… Por esos es que gracias a Dios estamos aquí. Ni modo”.

Homicidio, no asesinato

El juicio por la muerte de Choc se inició el 21 de mayo del 2021 en San Benito, Petén. “La fiscalía estableció que el móvil fue la venganza. Los acusados suponían que Domingo Choc había practicado brujería en la persona del padre de uno de ellos, quien falleció”, reportó Visor Jurídico, de Guatemala.

Angelina Valle Choc, que fue testigo en el juicio, asegura haber estado presente cuando los hijos de Pop discutían qué hacer con su tío, a quien habían atado sobre una tarima frente a la cancha de futbol. “Estaban de acuerdo en que merecía un castigo duro”, le dijo Angelina a Sofía Menchú en una entrevista efectuada en Petén. “Algunos gritaban; ‘¡Préndanle fuego!’ [un catequista entre ellos] Yo les dije que no era brujo, pero me amenazaron. ‘A vos también vamos a quemarte”.

Las mujeres facilitaron la gasolina y los fósforos.

La viuda de Choc, Rosa Guegue, contó a la prensa que ella y sus hijos temen por sus vidas. “Oímos que a nosotros también quieren matarnos por estar en este juicio.”

La emisora CRN de Guatemala difundió el 24 de junio pasado la noticia de que un Tribunal de Sentencia Penal de Petén juzgó que este fue un caso de homicidio (que supone una condena a prisión de 20 años) y no de asesinato (50 años) “porque no se probó que los acusados hayan planificado el linchamiento”. Además, el tribunal absolvió a los acusados del pago reparatorio a la familia Choc por 13.600 quetzales (aproximadamente 1.500 euros). Juan Castro, del Bufete Abogados para Pueblos Indígenas, querellante principal por la familia Choc, “se mostró consternado” y declaró que impugnará la sentencia del tribunal.

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Rodrigo Rey Rosa (Guatemala, 62 años) es escritor y traductor. Entre sus obras destacan El material humano o El país de Too, ambas en Alfaguara. Su último libro es Cartas de un ateo guatelmateco al Santo Padre. En 2015 recibió el Premio Iberoamericano de las Letras José Donoso.

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