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Un reencuentro inesperado

Alicia y Maite ayudan a Andrea a recoger la casa de Maribel después de que alguien entrara allí el viernes. Más tarde, Andrea se reencuentra con una persona de su pasado

Manuel Bartual
Pau Valls
Bartual dia 8

Por aquí sigo. Hoy un poco más animada que ayer, y en gran parte gracias a Alicia y Maite. Se pasaron a verme por la mañana con Mario y me pillaron recogiendo la casa, así que les conté lo de que alguien entró a robar el viernes mientras estuvimos de excursión. Me acabaron ayudando a recoger todo mientras Mario volvía a leer su libro de ovnis, y cuando acabamos me propusieron acompañarles. Me daba un poco de apuro después de lo que pasó el día que estuvimos fuera, pero como tampoco me apetecía pasar el día sola en casa, cerré todo bien y les dije que sí, que vale.

Fuimos con su coche hasta la entrada de una cueva en la que juraría que ya estuvimos tú y yo un verano. No soy ninguna experta en cuevas, pero en lo que sí soy experta es en tropezarme: fue dar tres pasos dentro de la gruta por la que se entra a la cueva y ya estaba con el culo aterrizando en el suelo. Me pasó como con esos olores que te activan un recuerdo, solo que en este caso de un modo un poco más doloroso. Vamos, que de repente me recordé tropezando y aterrizando en ese mismo sitio pero hace un montón de años, y como me pasó aquella vez, tampoco me importó mucho porque la visita a la cueva bien mereció la pena. Es una pasada, enorme y con la luz colándose dentro por algunas grietas, hasta iluminarla de un modo que parece que estés en otro planeta. Alicia es geóloga y nos estuvo explicando un montón de cosas sobre cómo se formó aquello, Maite recogió algunas flores que crecían en sus rincones más oscuros y Mario me dijo que esa cueva sería un buen lugar para esconderte y descansar si fueras un extraterrestre. Yo hice fotos.

Luego, por la tarde, bajamos hasta la cala secreta que hay junto al pueblo, que de secreta ya solo tiene lo secreta que a mí me gustaría que fuera. A estas alturas parece que ya todo el mundo la conoce, vivas o no en el pueblo, así que es muy raro que esté vacía. ¿Y sabes qué? ¡Me encontré allí con Juanjo! Está muy cambiado, muy alto y muy guapetón, pero lo reconocí enseguida por lo del dedo. Ya sabes, el dedo que perdió aquel verano, cuando subió a un árbol a bajar a la gata de Maribel y tuvo aquel accidente tan feo.

No pudimos hablar mucho porque estaba trabajando y se había escapado un momentín para darse un chapuzón. Me dijo que me pasara a verle esta noche por el restaurante, que los domingos no tiene mucho lío. Eso voy a hacer.

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