_
_
_
_

La autora revelación que no tiene miedo a la RAE

Andrea Abreu va por la quinta edición de su debut, 'Panza de burro', una novela sobre la infancia en la que rompe con las normas ortográficas

La escritora Andrea Abreu en La Laguna, Tenerife, a principios de agosto.
La escritora Andrea Abreu en La Laguna, Tenerife, a principios de agosto.RAFA AVERO

La irrupción literaria de Andrea Abreu (Tenerife, 24 años) se titula Panza de burro (Barrett) y es una historia de amistad de dos niñas de 10 años en las vacaciones escolares de 2005. Es un libro sobre la infancia escrito como si fuera un juego, sin atender a las correcciones más básicas, las ortográficas. Algo así como el Verano azul de la generación Z.

“Temen que todo el mundo se exprese como quiera”, asegura

”Creo que fui asalvajándome en lo formal, poco a poco. Me desprendí de complejos y prejuicios que tenía sobre mi forma de hablar. En la periferia hay una doble opresión: la de la Península sobre las Canarias y la del área metropolitana de las Canarias sobre los pueblos”, cuenta Abreu. La escritora recuerda que era una niña salvaje para sus compañeros, porque vivía en lo alto de la montaña, en el barrio de Los Piquetes, en Icod de los Vinos, en las faldas del Teide.

Según avanzó en la escritura descubrió la idea fuerte del relato: “Aproximar lo máximo la oralidad a lo escrito. Me encontré con el dilema de que el lenguaje que buscaba y que hablaba en mi infancia no estaba registrado. La Academia de la Lengua Canaria recoge la marca lingüística propia, como variante del castellano, pero mi barrio queda fuera de ese diccionario también. Así que empecé a introducir palabras incorrectas para todos los diccionarios. Si quería ser honesta con la realidad no podía guiarme por la oficialidad del habla”, resume Abreu. La autora matiza que Panza de burro no está escrito en canario, sino en canario de su pueblo. Lo llama “chelismo”, que es el habla de su abuela Chela.

“Recibo muchos mensajes que me culpan por ello, pero me interesa experimentar y no tenerle miedo a la RAE”, añade la escritora y periodista, que trabajaba en una tienda de ropa antes de la publicación de Panza de burro. Escribía por la mañana. Así estuvo medio año. Antes hizo de camarera. “Nunca he tenido un trabajo con un sueldo de 1.000 euros”.

Cambio de vida

Ahora ha dejado Madrid, se ha mudado a Tenerife y acaba de hacerse autónoma. Porque hasta hace unos meses sus planes eran seguir trabajando en el sector de servicios: “Pero Panza de burro me ha cambiado la vida”, dice. Está en marcha la quinta edición. Reconoce el empuje decisivo de la escritora Sabina Urraca, que primero fue su maestra en un taller literario y luego su editora.

En el libro se habla canario de su pueblo: ella lo llama “chelismo”

”La gente tiene miedo a la anarquía y a perder el control. Temen que todo el mundo escriba como quiera”, asegura la autora de una novela en la que se lee ”sangüi de jamón y queso”; “güeno”, por bueno; “vulcán” y no volcán; “fisquito” por un poco... Es una fórmula que nace y muere en este libro, señala Abreu: “Porque no podría volver a escribir una novela como esta”. “Ya noto que escribo de otra manera”, incide.

“También me dicen que soy tan joven que no tengo nada que contar”, lamenta la escritora. Bajo todo ese “chelismo” hay una estructura tradicional, en la que convive la telenovela, el mal de ojo, con el Messenger y los Pokémon. Costumbrismo Z. Sin giros inesperados, sin una trama trepidante… “Si fuera una película podría ser hasta aburrida”, dice Abreu por teléfono, que apunta a los modos de Lucia Berlin. “Pero es una realidad muy detallista de asuntos fundamentales para una niña, como cagar en una caja de regalices”. El resultado es una novela de ellas, en las que ellos aparecen como amenaza: “Las niñas son como perros salvajes y terminan siendo domesticadas”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_