Pobreza infantil: cuando la tecnología no está al servicio de las personas
Cuando la tecnología se utiliza para ayudar a los demás, para reducir las brechas de desigualdad, se convierte en el elemento más poderoso del mundo.
La pobreza infantil es una lacra que va más allá de los países subdesarrollados. En pleno siglo XXI los países que se consideran avanzados y que están a la cabeza del orden mundial siguen padeciendo de este terrible problema en una era en la que la tecnología y los recursos debería haberla erradicado por completo.
España, pese a estar reduciendo su tasa de pobreza infantil en los últimos años, mantiene una de las más altas del continente europeo, estando a la cola de los países miembros de la Unión en esta materia. Según un informe elaborado por Unicef, nuestro país se sitúa como el cuarto de la UE con mayor índice de desigualdad infantil, solo por delante de Rumanía, Bulgaria y Grecia.
En el citado informe, llamado Equidad para los niños: el caso España, se recoge que más de un tercio de los niños españoles vive en situación de pobreza o exclusión social, siendo uno de los países con menos inversión en protección social infantil, utilizando únicamente el 1,4% del PIB. Esto contrasta claramente con la media europea que se sitúa en el 2,3%, mientras países como Dinamarca invierten casi el 4% de su Producto Interior Bruto.
Según datos ofrecidos por el informe ‘Tecnología con propósito’, elaborado por el Observatorio Empresarial contra la Pobreza, 780 millones de personas viven en situación de pobreza extrema en el mundo. A esto hay que sumarle que sólo el 28% de la población de países en vías de desarrollo cuentan con Internet de alta velocidad. Y esto es lo que sucede cuando la tecnología no se pone al servicio de las personas.
Tecnología al servicio de las personas
La tecnología es el pincel con el que se dibuja el futuro en la sociedad actual. Los avances tecnológicos deben ser un arma para luchar contra este tipo de desigualdades. Vivimos en una era de auténtica revolución y no podemos olvidar que la tecnología ha de humanizarse para que pueda servir al ser humano y mejorar la sociedad. Hay que aprovechar cualquier avance como la Inteligencia Artificial, el IoT, el Machine Learning o la Realidad Aumentada para ser creativos y luchar contra la pobreza infantil.
Sin ir más lejos, la ONG internacional World Vision utiliza el Internet de las Cosas para crear experiencias interactivas que aumenten las donaciones pudiendo así recaudar más fondos para combatir la pobreza infantil en los lugares del mundo donde más se necesitan. En esta organización descubrieron el rechazo que provocaban los voluntarios con carpeta y bolígrafo y crearon el proyecto Engagement Mirror, donde ponen directamente en contacto al donante con el niño al que está ayudando. Con esto se consiguió generar empatía, concienciación y compromiso y aumentaron las donaciones significativamente.
Uno de los proyectos más atractivos en este área se llama Poverty Stoplight, que en español se le conoce como Semáforo de eliminación de la pobreza. Esta iniciativa utiliza la tecnología para poder localizar los focos de la pobreza y actuar en consecuencia. Mediante una app las familias realizan una encuesta para comprobar en qué aspectos son pobres. Automáticamente la aplicación crea mapas comunitarios, geolocalizados que permiten a empresas, organizaciones y administraciones ver la zona que necesita ayuda.
Cuando la tecnología se utiliza para ayudar a los demás, para reducir las brechas de desigualdad, se convierte en el elemento más poderoso del mundo. Vivimos en la época donde se puede ayudar con un clic o pulsando un botón. Una época donde tenemos más acceso a recursos, innovación y formación que en toda nuestra historia junta. Debemos aprovechar estos avances y oportunidades para crear un mundo donde ni un solo niño tenga que vivir en pobreza. ¿Lo intentamos? O mejor dicho, ¡consigámoslo!
Daniel Marote es socio director deHydra.digitaly experto en experiencia de cliente, marketing y transformación digital.
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