‘LiFi’: el internet a la velocidad de la luz no se enciende
La innovación en las telecomunicaciones ha encontrado en las bombillas LED y cierto tipo de luminaria, como la infrarroja, una tecnología de acceso inalámbrico a la Red con la que facilitar la conectividad de cualquier dispositivo
En esta ensalada de acrónimos, números y letras que nos ha metido el sector de las telecomunicaciones, 5G, WiFi, LTE, IoT… hay un ingrediente que pasaba más desapercibido, el LiFi -contracción de las palabras inglesas Light Fidelity-. Como explica Ana García, catedrática en ingeniería de telecomunicaciones de la Universidad Carlos III de Madrid, el LiFi no es más que lograr comunicaciones inalámbricas a través de la luz visible. Pese a que fue en 2011 cuando irrumpió en la escena innovadora de la mano de Harald Haas durante una Charla TED, su evolución ha permanecido muy estancada desde entonces. Mucha investigación, deseos de revolucionar el consumo de internet y promesas de una tecnología que no despegaba.
No es que haya levantado excesivamente el vuelo, pero estos dos últimos años ha encontrado algunos destellos del mercado que pretende construir. En uno de los espacios LOOM, el ubicado en pleno barrio de Salamanca de Madrid, el LiFi cuenta con su luz propia. De la mano de Signify, nombre de la antigua Philips Lighting, una de las salas de reunión dispone desde hace un mes de esta tecnología. Entras con tu dispositivo, lo enciendes, le conectas lo que llaman dongle -un USB que permite la conexión de datos- y listo. Ni contraseñas ni cables enganchados. El haz de los LED instalados en el techo obra la magia. “La mayor debilidad es la fragilidad de la señal. La exposición tiene que ser directa. Con poner la mano entre medias del receptor nos quedamos sin internet”, expone Sonia Salán, responsable de marketing de Signify.
La falta de productos estandarizados y compatibles supone una barrera difícilmente franqueable. Los ordenadores o los teléfonos móviles no incorporan de serie de este “traductor” que permita al LiFi funcionar sin problemas. Tal y como detalla Nuria Nieves, inventora y arquitecta de soluciones IoT (internet de las cosas en inglés), para este nuevo protocolo, capaz de transformar datos en luz y viceversa, ha de habilitarse una infraestructura de Red ahora mismo sumida en un apagón. “No tienes que montar nada nuevo porque ya existe a través de la electricidad. Tienes los actores, dispositivos y la luz como canal del protocolo. Quien produce luz, puede entrar en el negocio”, sugiere Nieves.
La velocidad en la transmisión de datos tampoco juega a favor de la luz, especialmente para una explotación masiva. Los picos de navegación rondan los 125 megabytes por segundo, insuficiente para conectar edificios enteros que se mueven en gigas. Sin embargo, Julio García, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid, afirma tajantemente que esto no supondrá ningún problema para desarrollar la tecnología. “Lo que tenemos que resolver es la conexión con un smartphone. Si lo guardas en el bolsillo, no se expone al LED y pierde la señal”, precisa. García sí muestra mayor preocupación con la velocidad: “Con la luz que empleamos en cualquier espacio es difícil obtener grandes velocidades de transmisión. Aquí hay un reto. Es complejo compaginar potencia lumínica con velocidad”.
Sectores “iluminados”
La implantación tan incipiente del LiFi mantiene todavía a esta tecnología en el cajón de los buenos propósitos de futuro. En opinión de Jordi Manrique, responsable de comunicación de Signify, la colaboración es el nexo de unión para todos los implicados en el sector. “Tenemos que unir conocimiento. Telecos, startups, empresas de iluminación, ingenieros…”, sostiene. Más aún, como expresa García, no es necesario que la señal provenga solamente de la luz o el router. “Hace falta evolución, pero creo que las tecnologías se ayudarán unas a otras”, zanja. Algunos sectores “iluminados” ya sirven como ejemplos de este pronóstico de la catedrática. Los hospitales, la industria 4.0 y los comercios han comenzado a adentrarse en otro estilo de conectividad.
La saturación del espacio radioeléctrico, por el que se mueven las ondas, con la pronosticada eclosión del IoT -más de 21.500 millones de aparatos conectados a la web en 2025, según IoT Analytics- y la tan anunciada llegada del 5G juegan a favor del LiFi. Si sumamos las ventajas medioambientales, como el menor consumo eléctrico de la tecnología, da la impresión de que la sitúan en un punto deseado para emerger con fuerza. “La radiofrecuencia es un escollo de conectividad. En un avión, por ejemplo, si usas WiFi, puede haber problemas de navegación aérea. En un hospital esta señal también interfiere con dispositivos de medición. Con el LiFi no es así, no interfieres en las ondas”, asegura Nieves.
Los beneficios de seguridad representan otro elemento interesante. Todos los expertos coinciden en la dificultad para hackear las conexiones por luz -aunque sabemos cómo se las gastan los cibercriminales y no hay nada como que pretendan tumbar un sistema-. Sea por el motivo que sea, internet se ha convertido en un bien fundamental al que todos necesitamos acceder. El LiFi lucha por abrirse hueco en medio de una tecnología que hace poco más de un mes celebraba su 50 cumpleaños. Nadie se atreve a vaticinar su futuro. La lección está bien aprendida desde que emitiera sus primeros rayos en 2011. “Ahora hay otro tipo de proyectos en los que aparecen los fabricantes, operadores y casos de uso. Es la siguiente etapa para madurar el mercado”, concluye García.
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