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Pros y contras del fin de la neutralidad de la Red

Varios expertos analizan los argumentos esgrimidos para apoyar o enterrar la iniciativa de la Administración Trump

M. G. Pascual
Getty Images

Algo habrás leído a estas alturas del llamado fin de la neutralidad de la Red. En EL PAÍS RETINA hemos publicado algún que otro artículo al respecto, también en forma de vídeo. Hace dos semanas, la FCC (Comisión Federal de Comunicaciones) de EE UU anuló la orden administrativa de 2015 responsable de la llamada neutralidad de la Red. ¿Qué establecía la citada orden, aprobada por la Administración Obama? Que todo contenido debe ser tratado (y facturado) de la misma forma. Un bit es un bit, independientemente del tipo de información que encierre, de quién lo envíe y de a dónde se dirija, así como del horario en que se transmitan los datos. Quedaba prohibido bloquear contenidos, ralentizarlos o cobrar un extra por priorizar unas aplicaciones o servicios sobre otros.

Todo eso se acabó. ¿Qué implica exactamente la abolición de la llamada neutralidad? ¿Es eso bueno o malo? Hemos consultado con varios expertos y nos ha quedado claro que hay motivos para estar a favor y en contra de esta medida. Exponemos a continuación algunos de los argumentos esgrimidos por los impulsores de la retirada de la neutralidad de la Red y le añadimos comentarios de partidarios y detractores.

1. QUIEN USA, PAGA

No nos engañemos: aquí estamos hablando de dinero. A fin de cuentas, tanto la aprobación de la mencionada orden administrativa de EE UU como su reciente suspensión son consecuencia de la presión de dos grupos de empresas. De un lado están las llamadas OTT (over the top), es decir, las compañías que prestan sus servicios a través de Internet. Google, Facebook, Netflix, Amazon y un largo etcétera. Del otro, las operadoras de telecomunicaciones (en EE UU destacan Comcast, AT&T y Verizon), dueñas de buena parte de la infraestructura que soporta el funcionamiento de la Red.

Estas últimas llevan años mirando con envidia las cuentas de resultados de las primeras. Reivindican que quienes más se apoyan en la capacidad de Internet, lucrándose de una capacidad instalada puesta por ellas, paguen en consecuencia. Se calcula, por ejemplo, que en torno al 40% del ancho de banda estadounidense está copado por las noches por Netflix, el claro dominador de los servicios de vídeos en streaming..

Netflix paga por el uso de la Red lo mismo que una tienda de calzado local con canal de venta online. El fin de la neutralidad en la Red implica que “los operadores de telecomunicaciones podrán discriminar y llegar a acuerdos preferentes en el uso de las redes con empresas proveedoras de servicios y contenidos de Internet que hagan un uso intensivo de las mismas”, resume Borja Adsuara, profesor y abogado experto en derecho y estrategia digital. Eso no parece una locura. ¿O sí?

Nadie cuestiona que, efectivamente, las autopistas por las que transitan los bits fueron construidas —y son mantenidas— por las telecos. Pero este no tiene por qué ser un argumento conclusivo. Javier Rodríguez Zapatero fue director general de Yahoo! en España y posteriormente de Google para Iberia y Turquía. Esta discusión, la de si las OTT debían de pagar o no por el uso de la infraestructura, no es nueva para él. “En el fondo se habla de la cadena de valor: yo, la teleco, he ganado mucho dinero y ahora tú, que eres una OTT ganas más que yo… Ya, ¿pero qué es lo que da más valor al usuario: poder consultar su correo electrónico, ver vídeos en streaming o tu capacidad de dar conexión?”, expone el actual presidente del ISDI.

Rodríguez Zapatero añade otro factor. “La tecnología evoluciona a un ritmo tan rápido que la capacidad de generar infraestructuras de conectividad cada vez más baratas ya está aquí. El coste ingente en infraestructura, que lo hubo y que ha habido que amortizar, es cierto, pero lo que se añada cada vez lo será menos”, zanja.

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2. FOMENTAR LA INNOVACIÓN

Uno de los motivos esgrimidos por el director de la FCC, Ajit Pai, para impulsar el fin de la neutralidad de la Red es que, según él, esta norma ha frenado la inversión en el sector. Si las telecos (el mercado) recuperan el poder de decisión sobre la Red tendrán más incentivos para mejorarla. Los usuarios que quieran podrán pagar por un Internet de mejor calidad; los que no, deberán conformarse con otra cosa: así funciona el capitalismo.

Pai sostiene que acabar con la norma aprobada por Obama permitirá que los consumidores “puedan comprar el plande servicios que sea mejor para ellos y que los emprendedores y pequeñas empresas obtengan información técnica necesaria para innovar”. Por cierto, Pai, designado por Trump, fue abogado de Verizon.

Otros sostienen precisamente lo contrario: dar libertad al mercado significaría cerrarle de facto la puerta a las nuevas empresas. “Netflix tiene un tamaño suficiente como para permitirse pagar a una teleco mucho dinero, de forma que el resto de servicios con los que compite se quedasen fuera. Así se acabarían las posibilidades para que surjan startups en ese sector. La ironía es que, aunque Netflix sería la más beneficiada por este cierre, no lo promueve”, expone Rodríguez Zapatero.

“No se puede permitir que este tipo de decisiones abran la puerta a una Red de varias velocidades, a una Red con un problema de competitividad al tener las grandes empresas el poder de llegar a acuerdos ventajosos con las operadoras a los que no puedan acceder startups o pequeños negocios”, sostiene por su parte Juan Hernando, programador y ciberactivista.

3. MENOS REGULACIÓN

Eliminar la neutralidad de la Red es deshacerse de regulación innecesaria. “Ganar libertad”, en palabras de llamado Ajit Pai.

Para la Administración Trump, permitir que el mercado se autorregule significa dejar que las telecos puedan establecer los precios y productos que consideren. El usuario es libre de buscarse el proveedor que prefiera.

La regulación no tiene por qué ser mala. “Lo que hay que desarrollar son buenos sistemas de regulación, con normas antitrust, que no supongan barreras de entrada y que fomente la competencia. Los mecanismos habituales, usados en mercados como el de infraestructuras públicas o el sector agrícola, no suelen funcionar muy bien”, reflexiona Manuel Alejandro Hidalgo, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.

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Sobre la firma

M. G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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