Cuando cuidarnos nos aísla: el riesgo de poner demasiados límites en las relaciones
Existe un limbo entre protegerse ante los daños ajenos y priorizarse, y pecar de individualista. Psicólogos y sociólogos analizan hasta dónde es positiva la moda del autocuidado y marcar distancia con los demás


―Me ha dejado mi novio, lo estoy pasando muy mal, ¿puedes venir a verme?
―No. Tengo que ir al gimnasio y mi psicólogo me ha dicho que tengo que poner límites.
El diálogo, ficcionado, es una ironía que ha subido una usuaria de TikTok sobre cómo pervertir el poner límites en las relaciones sociales. Pero la realidad va más allá: “Lo mejor es ser egoísta”; “priorízate sobre el resto y pon límites”; “la responsable de mi bienestar soy yo misma”; “vas por delante de cualquier otra cosa”; “sé asertivo, di que no y siéntete cómodo”; o “sentir el dolor de otras personas no significa que sea tu obligación arreglarlo”. Estos son algunos de los consejos de bienestar emocional y autocuidados que se repiten como mantras en las redes sociales. La preocupación por la salud mental ha aumentado y, a priori, es algo positivo. Sin embargo, centrarse demasiado en uno mismo puede evitar que se desarrollen relaciones sociales de calidad, llevar a un mayor individualismo e incluso al aislamiento. Los psicólogos alertan de que no todo vale y cada caso tiene sus particularidades.
“Los seis días que debes agendarte contigo”, explica sobre su rutina otra usuaria en redes sociales. Como ella, cada vez más personas se preocupan por cuidarse, hacer deporte, escribir un diario, aprender a poner límites sobre las actitudes ajenas que le hacen daño y a pasar tiempo en soledad. Y no es la única. El sector del autocuidado lleva años creciendo en España, en 2024 lo hizo un 7%, según la Asociación para el Autocuidado de la Salud. Y la tendencia es global: según el Global Wellness Institute durante los próximos años se alcanzarán 8,5 mil millones de dólares en el sector, atribuyendo el auge a la pandemia de la covid-19.
Se ha generado una estética del autocuidado: inspiradora, muy atractiva y premiada en las redes sociales. El autocuidado o selfcare es algo vendible como forma de empoderamiento. De repente, atenderse a uno mismo es algo sobre lo que ejercer un control rutinario. El contenido da la idea de que cada persona se forme su propio concepto de felicidad y hacer algo por los demás se descarta.
Preocuparse por tu propio bienestar no es malo, al contrario, es una forma en la que mejorar la autoestima o bienestar emocional. “Hacer un balance de las personas o las actividades a nuestro alcance o dedicar más tiempo a lo que nos hace sentir mejor no tiene por qué ser peligroso”, explica al respecto Elisa Brey, profesora en Sociología en la UCM.
Y lo mismo sucede con los límites. “Identificarlos ayuda en nuestra regulación y gestión emocional. Actúan como una brújula, nos dan claridad de dirección y nos aportan sentido y resiliencia, enseñándonos hacia dónde queremos ir”, señala Mar Pérez, psicóloga sanitaria y divulgadora de contenido sobre psicología en redes sociales. Marcar límites es sano, sí, pero focalizarse demasiado en el yo tiene un riesgo: el aislamiento social. “Los límites no pueden ser reglas absolutas. Pueden llegar a impedirnos conectar, adaptarnos o reparar nuestras relaciones sociales”, alerta Pérez.
Un límite puede llegar a actuar muro. “Nos protegen del daño, pero llevarlo al extremo puede conducirnos a una ilusión de autosuficiencia que no existe”, recalca Ricardo Fandiño, coordinador general de la Asociación para la Salud Emocional en la Infancia y Adolescencia. La escritora y psicóloga Susan Pinker, en El efecto aldea (Editorial funambulista, 2022) incluso equipara el no construir una red de afectos al peligro de fumar un paquete de cigarros al día.
El egocentrismo de mirar cada vez más hacia dentro y a los problemas personales responde a la lógica del individualismo. Para Anita Fuentes, investigadora en el Instituto de Investigaciones Feministas, el discurso de poner límites que triunfa en redes no es una invitación al autocuidado, “sino un derivado más de la lógica que promueven los coaches de desarrollo personal; mismos que, a su vez, atizan el odio contra las mujeres y las minorías”. Y, a su vez, es irreal, agrega Fandiño: “La dependencia forma parte de lo que somos; no es un defecto que haya que corregir, sino una condición humana. Nos necesitamos mutuamente para desarrollarnos, para pensarnos, para existir psíquicamente”.
“Los que ganan se aíslan”, dice un gurú en redes sociales. Este tipo de mensajes de autocuidado suelen ser simples y directos, como dogmas que hay que cumplir. “Se vuelven fácilmente monetizables en redes y encajan con el tipo de contenidos que las plataformas amplifican”, adiverte Fuentes. Incluso hay coaches sobre psicología que simplifican los problemas, reproducen este contenido y favorecen el autodiagnóstico de quien los ve. “Los discursos que promueven la gestión individual del malestar sientan las bases para formas de violencia más extremas, porque dificultan construir alianzas desde las que enfrentar las raíces estructurales del malestar”, apunta la experta en cultura digital.
¿Dónde está el punto medio?
Entre poner límites y ceder siempre resulta fácil encontrase en un limbo. ¿Cómo actuar? Para empezar, una relación social suele ser un proceso serpenteante. “La incomodidad es una parte inevitable en el cuidado y mantenimiento de cualquier vínculo valioso. Lo importante no es tanto decir siempre ‘no’ o tener límites rígidos, sino actuar de manera flexible y coherente con nuestros valores”, responde Pérez. De hecho, una investigación publicada en PubMed muestra que la flexibilidad psicológica está más asociada al bienestar y a la calidad de las relaciones que la simple capacidad de marcar límites.
Construirse, ser dueño de tu felicidad o alejar todo lo que incomoda no es positivo, pero tampoco realista. Las amistades son un lugar privilegiado para sentirse visto, admirado y cuestionado. Generan sentimiento de pertenencia y reducen el estrés. No son solo compañía, son también un espejo, un sostén, un espacio donde reconstruirse.
“Una relación social nos confronta, nos incomoda, pero justamente por eso nos ayuda a crecer. Lo que más repara sigue siendo saber que hay alguien que nos piensa incluso cuando no estamos presentes”, destaca Fandiño. Y enfatiza su discurso: “La dificultad no es sinónimo de fracaso: muchas veces es parte de la evolución del lazo. La relación se fortalece, porque demuestra que es capaz de sostenerse incluso en la fragilidad”.
La conexión social es un factor crítico para la salud mental y física. Esta es la conclusión a la que llegaron en otra investigación de World Psichiatry en 2024. La falta de conexión social está asociada con mayores riesgos de mortalidad y diversas enfermedades físicas y mentales. Y según otra investigación publicada en PNAS, una vida social activa protege frente a la mortalidad, reduce síntomas depresivos y mejora, incluso, parámetros asociados a la longevidad. Tener amigos nos hace vivir más y mejor.
Amar tampoco significa aguantarlo todo, entonces, ¿cómo determinar si una relación genera bienestar? “Cuando nos permite ser y, al mismo tiempo, nos transforma”, responde Fandiño. “No se define por carecer de conflictos, sino por la capacidad de mantener la autenticidad y la conexión significativa a pesar de las experiencias internas difíciles y las emociones incómodas. Un vínculo significativo es aquel que, desde el respeto y el cuidado, permite el crecimiento personal y mutuo”, responde Pérez. En definitiva, añade, la independencia debe sustituirse por interdependencia: “Debemos apostar por lo colectivo, por la imperfección humana y por la vulnerabilidad compartida”.
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