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Los obispos se resisten a la jubilación a los 75 años, como exige el Vaticano

La Iglesia católica alemana, la más reformista, es la única que tiene un presidente joven, Georg Bätzing, de 58 años

Vista general de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, el pasado lunes.
Vista general de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, el pasado lunes. EFE

Cuando terminen su liderazgo al frente del episcopado español, dentro de cuatro años, los cardenales Juan José Omella (presidente) y Carlos Osoro (vicepresidente) rozarán los 78 años. Según el derecho canónico, habrán superado en tres la edad obligada de su jubilación, un mandato que impuso el concilio Vaticano II y que los obispos no llevan de buena gana.

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Tienen motivos. Los últimos tres papas han ejercido el mando mucho más allá de los 80 (Francisco va camino de los 84 años; Benedicto XVI se retiró a los 86 y Juan Pablo II murió en el cargo con 84), y el propio Vaticano se ha regalado una excepción para sus príncipes de la Iglesia, que es como se conoce a los cardenales. Deben jubilarse como arzobispos si tienen mando en una archidiócesis, pero siguen activos hasta los 80, con derecho a votar en un cónclave si durante ese mandato se muere el Pontífice máximo. Paréntesis político: el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cumple 74 años, y los candidatos que compiten en el Partido Demócrata por ser candidatos a ese cargo el próximo noviembre, Joe Biden y Bernie Sanders, rozan los 78.

Los obispos han decidido que la edad no importa. La mayoría de los 87 que han votado en la asamblea de la Conferencia Episcopal, la semana pasada, superan los 65 años, y una veintena los 75. En función de la simpatía que hayan proyectado ante el Papa, se les acepta la jubilación cuando cumplen la edad o siguen en el cargo dos, tres e incluso cuatro años más. Como suele decirse, si el prior no hace lo que debe, por qué lo van a hacer ellos (el dicho del convento es: "Si el prior se va de farra, qué no hará la comunidad").

Nada es casual. La Conferencia Episcopal refleja la sociedad cristiana. Antes, los futuros sacerdotes entraban en el seminario a los nueve años. Los seminaristas de hoy, la mayoría, lo hacen cuando han terminado una carrera civil y se ordenan cumplidos los 30. Ocurre lo mismo con los obispos. Décadas atrás, era habitual el nombramiento de prelados muy jóvenes, y eso que quien los escogía era el caudillo Franco. Vicente Enrique y Tarancón, por ejemplo, el prelado más influyente en el catolicismo español el siglo pasado, a la par que el cardenal Rouco recientemente, llegó a obispo a los 37 años, lo mismo que Marcelo González, prelado en Barcelona y primado de Toledo; o Carlos Amigo, cardenal emérito de Sevilla, que era arzobispo de Tánger a los 37. Hoy, es raro que se haga obispo a un sacerdote que no esté ya en los 60. Y más: Francisco ha hecho cardenales a eclesiásticos que superaban los 80 años, entre otros al arzobispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián (84 años), y al claretiano Aquilino Bocos (81).

Se comprende que quiera rodearse también de personas de su edad, en total comunión. Pero hay otra intención: subrayar los valores de la ancianidad, en una sociedad que mira la vejez como un desastre. Ocurrió ya en la antigua Roma, una civilización severa con los ancianos, que quiso contradecir Cicerón en De Senectute ("Acerca de la vejez"), un canto a la vejez a través de Catón el Viejo, el vigoroso anciano de 84 años que conversa con dos jóvenes admiradores y los supera en energía intelectual.

Lo malo es cuando se generaliza el modelo. La Conferencia episcopal alemana acaba de elegir como presidente al obispo de Limburgo, Georg Bätzing, de 58 años. Sustituye al cardenal Reinhard Marx, de 66. Curiosamente, la alemana es la iglesia católica más abierta a las reformas del papa argentino, con deseos de ir más allá. Las dificultades que el Vaticano tiene en otros países se deben, probablemente, a la edad de sus líderes. El de los obispos franceses, Georges Paul Pontier, cumple en mayo 77; el de Italia, Gualtiero Bassetti, tiene 78; el de Portugal, Manuel José Macário do Nascimento Clemente, cumple los 73, los mismos que el líder de los prelados polacos, Stanisław Gądecki. Un poco más jóvenes son los presidentes de las conferencias episcopales de Estados Unidos, el mexicano José Horacio Gómez (70); de Brasil, Walmor Oliveira de Azevedo (66), o de Perú, Héctor Miguel Cabrejos Vidarte, 72 años.

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