El gurú de la derecha latinoamericana que quiere ser presidente de España
Antonio Sola prepara su regreso a la política nacional tras 25 años como asesor en 450 campañas de todo el mundo
Antonio Sola (Terrassa, 47 años) consiguió su primer sueldo como jornalero cuando era adolescente y desde entonces no ha tenido ningún trabajo que dure más de unas semanas. Su abuelo Fermín le daba 200 pesetas por recoger fruta bajo el sol justiciero de los bancales almerienses; ahora cobra en dólares de los principales líderes mundiales por recolectar votantes. Es el gurú de la derecha, pero no le importa trabajar con la izquierda. Lo único importante es ganar. E ir a por el siguiente cliente. Y volver a ganar. Así hasta 450 campañas, con un porcentaje de éxito que le ha hecho aparecer en entrevistas y reportajes con el apodo de El creador de presidentes. A diferencia de Iván Redondo, el jefe de gabinete de Pedro Sánchez con mando en La Moncloa, su corte es itinerante. Pero, al igual que muchos atribuyen al asesor del presidente, el nieto de Fermín siempre ha querido gobernar España. Y, tras 25 años de carrera en una treintena de países, prepara su regreso a la política nacional a través de su fundación.
“Toño tiene el sueño de llegar a ser el presidente del Gobierno, así de sencillo”, resume Beto Castillo, una de las personas de máxima confianza dentro de su equipo. Ambos se conocieron durante la campaña de Baja California (México) en 1994, la primera de Sola, entonces un joven simpatizante del PAN —el partido conservador mexicano— que probaba suerte en América tras acabar Periodismo en la Complutense. Para conseguirla, lo primero que hizo al llegar al país fue visitar a la Virgen de Guadalupe. “A partir de ahí no he tenido más que bendiciones”, dice en un libro autobiográfico titulado Sola, escrito por Sola y editado por Sola. En apenas unas semanas, ya conocía a Felipe Calderón, en aquel momento secretario general panista. Tenía 22 años y unas habilidades sociales fuera de la normal.
Sola sabe que para vencer es necesario persuadir. Es ágil en las respuestas y no pierde la sonrisa ni por un momento. “La política está en la parte emocional del cerebro”, proclama. Durante su época de estudiante, ya ayudó en los cursos de telegenia que organizaba el Partido Popular. Empezó llevándole los cafés al expresidente José María Aznar y terminó asesorándolo, según cuenta en su autobiografía. Pero el prestigio internacional le llegó cuando Calderón lo llamó en 2006 para retomar una vieja amistad y, de paso, ganar las elecciones. El polémico eslogan “Obrador es un peligro para México” sirvió para derrotar al candidato izquierdista, pero le granjeó la fama de elaborar campañas negativas, que le sigue persiguiendo. Años después, reconoció que ya no existía ese peligro para México, trabajó para la coalición electoral progresista y fue el primero en vaticinar que vencería. Hoy Andrés Manuel López Obrador es el presidente mexicano y Sola ha vuelto a su opinión inicial: “Navega con bandera de pendejo”.
La niña de Rajoy
El consultor estrella niega ser un gurú —“un loco, más bien”—, y mucho menos un cínico. “Aunque puedo parecerlo”, asume, y justifica sus estrategias con un matiz autoindulgente: en las campañas vale casi todo, pero cuando acaban él se va y lo que ocurre después no es asunto suyo. Ganó la guerra con Calderón y la paz con Juan Manuel Santos, el exmandatario colombiano que fue reelegido en 2014 con un discurso favorable al acuerdo con la guerrilla de las FARC. Pero también pierde. Su derrota más sonada se produjo con el Partido Popular en las generales de 2008. Entonces el equipo de Pedro Arriola, el sociólogo de cabecera de los populares, le atribuyó la paternidad de la niña de Rajoy. Sola siempre ha rechazado ser el autor de la célebre metáfora del candidato del PP en un debate televisivo. Se resarció en 2016, cuando el expresidente del Gobierno amplió su mayoría tras una repetición electoral, y desde ese momento se ha mantenido ajeno a la política española.
El creador de presidentes vive entre un avión y la ciudad ecuatoriana de Guayaquil, donde su esposa, Susana González Rosado, es viceprefecta de la provincia por un partido conservador. Allí siempre lo esperan sus perros y un libro de Arturo Pérez-Reverte. Ha asesorado a líderes de cuatro continentes —le falta Oceanía— y es uno de los cinco consultores hispanos más cotizados en Estados Unidos, pero nunca se ha sentido un descastado. Aunque el acento ecléctico lo delate. Ahora se ha comprometido a pasar en España una semana al mes para poner en marcha la fundación Liderar con Sentido Común, y aprovecha para conceder entrevistas y participar en eventos con los que prepara su verdadera ambición: el retorno a la escena nacional. Esta vez volverá para quedarse.
“Quiero cerrar grietas en mi país”. El asesor arranca los aplausos de los diplomáticos, políticos y empresarios reunidos en un céntrico restaurante madrileño con un discurso cosmopolita que adereza con ciertas dosis de populismo. Cuando acaba saluda a todos, uno por uno. Y repite una frase: “Hacen falta nuevos líderes”.
—¿Usted podría ser uno de ellos?
—Yo quisiera, pero esa es otra entrevista.
Sola, y solo Sola, puede marcar los tiempos.
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