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Los 22 escaños más del PP no valen seis grados

El frío y unos resultados algo por debajo de los esperados dejan sin mucha fiesta la calle de Génova

El líder del PP, Pablo Casado, tras conocerse los resultados del 10-N. En vídeo, declaraciones de Casado.Vídeo: EFE | EPV
Patricia Gosálvez

Pasadas las diez de la noche se empezó a mover la cosa. Encendieron los focos y los operarios montaron un pequeño escenario ante la sede del PP. Las torres de sonido probaron por primera vez los acordes del himno del partido, en una versión melódica que sonaba como a nana, aunque quizás era la hora. Hasta entonces los técnicos decían que todo el montaje en torno a la sede era solo “por si acaso”. Ya les pasó la vez pasada, que montaron y allí no salió nadie. Esta vez sí apareció Pablo Casado.

A las 22.30, Andrea Belver, 21 años, fue la primera que apareció envuelta en una bandera, cuando ya se sabía que el PP había subido 22 escaños: “No está mal, pero es menos de lo que esperábamos”.

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Hasta entonces la tarde noche en la calle Génova pasó tranquila, tranquila de aburrimiento mortal. Había sobre todo prensa, cámaras en el suelo, fumando con guantes. En los directos narraban el vacío. Los periodistas se repartían los escasísimos afiliados que se acercaron a prestar su apoyo. Como César Civeira y José Ramón Cire Saboya, que aducían su soledad ante la sede a que “ahora hay muchos partidos”. “Hay que unirse para echar al okupa de La Moncloa y a Pablo Picapiedra”. Fueron los únicos que aguantaron a pie de sede durante horas y tuvieron la recompensa de ver a su candidato. Puri y Lourdes, de 56 y 60, vinieron desde Alcorcón, se fueron pronto y se lo perdieron. “Los políticos tienen que quererse menos a sí mismos y más a los españoles”, decían frotándose las manos a unos seis grados. “Si liderasen las mujeres igual habría habido pacto...”.

Curiosos hubo alguno más. Ramón, Arturo y Carlos, tres chavales de tercero de la ESO (14 años), se acercaron y eso que si pudiesen, votarían al PSOE, aunque, cuentan, casi todos los de su colegio concertado lo harían por Vox. Tenían ganas de poder votar, “quizás a las próximas... Si hay legislatura, claro”. “Es bonito que puedas aportar algo a tu país”, afirmaban con la ilusión de quien no lleva cuatro comicios en cuatro años.

Un reportero del programa de TV3 APM? grabó una entradilla chisposa. “Vamos a intentar entrar en la sede”, dijo en catalán, “así que me voy a poner el fachaleco”. Su cámara le tiró la prenda (que en catalán no tiene chiste porque se dice armilla) para que se la colocase en el plano.

Fue lo más animado en una velada en la que solo faltó una bola de rastrojo como de western, girando en el frío viento de noviembre. María, una afiliada, achacaba la falta de concurrencia a la temperatura: “Es más por el frío que por los ánimos”.

Una madre y una hija holandesas flipaban con que fuesen las segundas elecciones en seis meses. “En Holanda tardan en pactar, pero pactan”, explicaba Will, la madre, a la que también le sorprendió el tamaño de la sede. “En mi país los partidos tienen oficinas más discretas”.

Un grupo de estudiantes de periodismo hacía prácticas. Pere Pons y Nico Martínez, ambos de 18 años, aventuraban los titulares de las noticias que iban a escribir al día siguiente para su clase de Periodismo I, Teoría y Práctica: “Noche fantasmal en Génova” y “Se cumple lo esperado”.

Mientras, Jingxiang Li recibía en su grupo de WhatsApp fotos y audios de otros compañeros de clase que habían ido a la sede de Vox. “Allí está más animado”, decía mostrando fotos llenas de banderas y audios con vivas a España.

De Génova el vendedor de banderas peruano se marchó sin colocar ni una a la sede de Vox. “Mira que ir a venderles a los que te quieren echar del país”, le decía una mujer rumana. “16 años llevo en España, de todo he visto y aquí sigo”, contestaba el peruano camino del metro.

Si hubiese esperado un poco quizás hubiese vendido alguna, porque al filo de las once ya había algo de gente más. Entre 150 y 200 personas, según una pareja de policías nacionales que no llegaron a cortar el tráfico. El PP aprovechó para repartir banderas gratis, de España y de las suyas, y así poner un poco de color a la salida de su líder. “Este partido siempre resurge, siempre a la altura de lo que España necesita”, dijo Pablo Casado y hubo aplausos y, por primera vez en la fría noche, algo de calor.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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