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El medallista paralímpico que se negó a ocultar a su perro guía en una pizzería

Pedro Delgado acusa a un restaurante de Tenerife de pedirle que cambiara de sitio para que el can no fuera visto por el resto de clientes

Santa Cruz de Tenerife -
Pedro Delgado, con su perro guía 'Viero', en el centro comercial de Tenerife en el que trabaja.
Pedro Delgado, con su perro guía 'Viero', en el centro comercial de Tenerife en el que trabaja.

Lo que iba a ser una tranquila cena en una pizzería se convirtió, para un invidente tinerfeño, en una desagradable experiencia. Según cuenta, acudir con su perro guía fue el hecho que motivó que el local le solicitara que se cambiase de mesa para que los demás clientes no vieran al animal y se molestaran con su presencia. Tras contar los hechos en Facebook, los responsables de la pizzería, y el camarero con el que tuvo las diferencias, le pidieron disculpas al día siguiente.

Pedro Delgado, de 44 años, lleva solo un mes en su nuevo puesto de vendedor de la ONCE, situado en el centro comercial Meridiano de Santa Cuz de Tenerife. Este exatleta paralímpico, que ha competido en los Juegos de Atlanta, Sidney y Atenas —obtuvo medallas de bronce y plata en las pruebas de 800, 1.500 metros y 4x400—, además de haber participado en una decena de campeonatos mundiales y europeos, imaginaba una velada tranquila junto con su esposa hace poco más de una semana. “¿Me pasas a buscar y cenamos algo por aquí?”, le preguntó a su pareja por teléfono. Una vez terminada su jornada laboral, a las diez de la noche, ella lo recogió y ambos subieron a la zona de restauración del centro comercial acompañados del perro guía de Pedro: Viero, un pastor alemán de nueve años de edad. “Mis ojos para desplazarme”, manifiesta.

Se sentaron en una mesa de Pizzería Meridiano, el perro a sus pies, y esperaron a que el camarero les atendiera. “Creíamos que venía a tomar la comanda pero lo primero que hizo fue pedirnos que nos cambiáramos de mesa”, explica Pedro. Él le preguntó si era porque molestaban el paso de las personas u obstaculizaban el trabajo de los camareros. “Es que esto es un lugar de comida y puede que el perro moleste a alguien”, afirma que le contestó el empleado.

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“Eso es un prejuicio que tú tienes”, le respondió Pedro —quien es además miembro de la Asociación de Usuarios de Perros Guía de Canarias (AUPCAN)—. Le explicó que la Ley 3/2017 de Perros de Asistencia para Personas con Discapacidad de la Comunidad Autónoma de Canarias regula en sus artículos 8 y 9 el derecho ilimitado de acceso, circulación y permanencia de los usuarios de perros guía en espacios públicos, así como en privados de uso colectivo, al objeto de garantizar su igualdad y no discriminación. Infringir estos preceptos es una infracción muy grave, y conlleva multas de entre 3.000 y 9.000 euros. Sin embargo, el desencuentro, que duró aproximadamente un minuto, llevó finalmente a Pedro, su esposa y a Viero, a abandonar el local desencantados. “Decidimos irnos sin pedir la hoja de reclamaciones ni llamar a la policía”, señala.

La versión del camarero

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Tres días después del incidente, el camarero, Tomás Disla, de 24 años (tres en la pizzería), aporta su versión en la misma mesa donde sucedió todo. Asevera que aquella noche, alrededor de las 22.15, cuando vio que se habían sentado con el perro guía, se acercó a preguntarles: “¿Podemos mover el perro o cambiarse ustedes de mesa para poder caminar nosotros y los clientes?”. Tomás asegura que es la misma petición que hacen cuando les llega alguien con un carrito de bebé o cargado con bolsas de compra, y que jamás habían tenido ningún problema. “Tú eres un ignorante, te puedes ir ya”, dice que le rebatieron. Asegura que se “resignó” y los dejó, y que “al minuto, se marcharon”. Paula Torres, la dueña del local, refuerza la versión de su empleado, y sostiene que desde que abrieron sus puertas al público, hace 10 años, no les había sucedido nada parecido. Añade que sus trabajadores son conocedores de toda la normativa aplicable al negocio y sobre el trato a los clientes.

Pedro, su esposa y el perro acabaron en el local de al lado, The Bull Grill & Company, donde recuerda que les atendieron “de maravilla” y que hasta le dieron agua al perro. Al llegar a casa esa misma noche, su indignación le llevó a publicar en su perfil de Facebook lo acaecido. Y la reacción de los usuarios en la red social dio visibilidad al episodio. “Lamentable, una clienta menos” o “Con gente de semejante calaña que lleva negocios de cara al público mejor que uno vaya a comer a un barranco”, son algunos de los cientos de comentarios que se pueden leer, en una publicación que tiene cientos de me gusta y que ha sido compartida otras tantas veces. “Salieron perdiendo más así que con una multa. Se les fue de las manos”, señala Pedro.

Al día siguiente recibió en su puesto de la ONCE la visita de los responsables del centro comercial, quienes le mostraron su apoyo. También de los propietarios de la pizzería: “Somos los dueños y venimos a pedirte disculpas”, y poco después, de Tomás, el camarero, quien le reconoció haberse sentido “muy mal” por lo sucedido. “Niño, pues me jodiste la noche”, le contestó Pedro.

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