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PACTOS POSTELECTORALES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Casado comienza la reconstrucción

Si el PP pensó en tomarse las municipales y autonómicas como revancha de las generales tal vez no lograra un buen resultado en votos, pero finalmente sí lo consigue en representación y poder

El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, felicita a José Luis Martínez-Almeida. En vídeo, declaraciones de Casado, este sábado.Vídeo: Emilio Naranjo (EFE) / epv
Anabel Díez

La sonrisa ha vuelto al PP este 15 de junio. Tras un resultado en las elecciones municipales del 26 de mayo poco gratificante, en apenas 20 días, y merced a los pactos con Ciudadanos y Vox, los populares mantienen sus principales plazas y recuperan la más deseada: Madrid. Los partidos, en fin, han aprendido que en las noches electorales no hay que dejarse arrastrar por la euforia ni por el abatimiento. El triunfo relativamente sólido del PSOE en muchas ciudades españolas —y también en comunidades autónomas— no se corresponde con lo que ha ocurrido este sábado. El poder municipal de los socialistas no crece de forma significativa. Sí puede presentar alcaldes en 73 grandes municipios, seis más que en las anteriores elecciones, pero no se hace con muchas de las ciudades en las que ganó hace 20 días: Zaragoza, por ejemplo. También se les escapa Santander, donde tantas expectativas habían puesto en su candidato, Pedro Casares.

Los bloques han vuelto a funcionar y el de la derecha tenía más fuerza. El ejemplo andaluz ha cundido con éxito en el resto de España y, salvo algunas singularidades de pactos en clave marcadamente local, el acuerdo del PP, Ciudadanos y Vox ha rodado hasta las casas consistoriales. El líder del PP, Pablo Casado, tiene un buen puñado de razones para exhibir la satisfacción que ayer le desbordaba en Cibeles, sede del Ayuntamiento de Madrid. Nada que ver con su gesto doliente tras el recuento electoral del 28 de abril: más de 50 de escaños populares quedaron enterrados entonces.

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Si el PP pensó en tomarse las municipales y autonómicas como revancha de las generales, tal vez no lograra un buen resultado en votos, pero finalmente sí lo consigue en representación y poder. Los populares han conseguido difuminar sus números allí donde eran netos perdedores con una exitosa habilidad para los pactos. No ha habido descentralización territorial en la negociación, tampoco en Cs ni en Vox, por lo que los méritos puede atribuírselos sin descaro el presidente nacional, Pablo Casado, y su equipo.

Los análisis que de este proceso hagan en Ciudadanos tendrán la lectura inmediata y la del largo plazo. Su apuesta global pasa por caminar junto al PP y con Vox, aunque oculten mencionarlo. No ha sido mucho el poder obtenido pero al menos gobernarán Granada, Palencia y Badajoz, gracias al PP, y en Albacete y Ciudad Real merced al PSOE, que también les ha facilitado el Gobierno de Melilla (hecho que puede tildarse de entre histórico y revolucionario, tras dos décadas con un PP imbatible). Aun así, eso sigue siendo poco para erigirse como el baluarte del centroderecha español. El partido de Rivera ya sabe que por muy mal que le vaya al PP mantiene una estructura firme. Además de votos el día que hay elecciones, Cs necesita hacer partido en cada rincón y tener más poder institucional. Desde su papel en los consistorios, diputaciones, y más adelante en autonomías, empezará su crecimiento.

Pero esa posibilidad también se la ofrecía el PSOE a través de múltiples pactos. Rivera no lo ha querido así: su apuesta sigue enfocada en la derecha. Visto el poderío del PP, Rivera debe reconocer que Casado tiene mimbres para tratar de empezar a reconstruir la derecha, ahora fragmentada. No solo para recuperar votos de Vox, sino también de Ciudadanos. Una de las partes de ese tripartito, Vox, ha cumplido con su papel de impedir gobiernos de izquierda. Pero el interés está ahora en observar su grado de influencia en las corporaciones donde está presente.

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Capítulo aparte merece Manuel Valls —por encima de cualquier otro— por la fortaleza de sus convicciones. El ex primer ministro francés ha regalado su apoyo a Ada Colau para que sea alcaldesa y gobierne con los socialistas contra el criterio de Ciudadanos: una izquierdista antes que el independentista Ernest Maragall. Colau no se lo ha agradecido. Ni lo esperaba ni le ha importado.

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Sobre la firma

Anabel Díez
Es informadora política y parlamentaria en EL PAÍS desde hace tres décadas, con un paso previo en Radio El País. Es premio Carandell y Josefina Carabias a la cronista parlamentaria que otorgan el Senado y el Congreso, respectivamente. Es presidenta de Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP).

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