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Vox busca el voto del 17% de españoles que rechaza las autonomías

Abascal intenta ganar electores más allá de los decepcionados con el PP

Miguel González
Santiago Abascal, durante el mitín del viernes de Vox en Madrid.
Santiago Abascal, durante el mitín del viernes de Vox en Madrid.JUAN MEDINA (REUTERS)

Vox se presentará este domingo como ganador de las elecciones. Tiene motivos para ello. Siendo extraparlamentario, cualquier escaño que obtenga será un avance. Además, como repite Santiago Abascal, él ha puesto sobre la mesa temas que estaban fuera del debate político. Todos los demás partidos hablan de Vox y algunos se han escorado hacia sus posiciones. “El genio ha salido de la lámpara y ya no hay forma de volver a meterlo”, proclama su líder.

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Los dirigentes de la formación ultranacionalista evitan hacer pronósticos, pero aseguran que su resultado superará con mucho lo que aventuran las encuestas, como ya pasó en Andalucía, y que muchas empresas demoscópicas “tendrán que echar el cierre el 29 de abril”.

Las multitudes que Vox ha movilizado en su campaña, desbordando aforos que otros ni siquiera intentaban llenar, y la duda de si cuenta con un voto oculto convierten su resultado en una de las grandes incógnitas de estos comicios: ¿Hasta dónde llegará la “marea patriótica”?

Los sondeos dan a Vox entre el 10 y el 15% de los votos, lo que se traduce en 30-40 diputados. Si consiguiera saltar al 20%, como hizo Podemos y sus confluencias en las generales de 2016, llegaría a 70, pero eso solo sería posible con el desplome del PP. Abascal ha llegado a sugerir que el PP se disolverá, como le sucedió a UCD, tras el descalabro electoral, pero un miembro del Gobierno vaticina que, “aunque el Partido Popular va a sufrir mucho, su marca es potente y aguantará el tirón”.

El objetivo de Vox, según fuentes de su dirección, es llegar al 17,3%. No es un porcentaje casual. Es la proporción de españoles que, según el Barómetro del CIS de diciembre de 2018, prefieren tener un Estado con un único Gobierno central y sin autonomías. A ello habría que sumar otro 13% que quiere que las comunidades autónomas tengan menos poder que ahora. Abascal siempre ha insistido en que es una anomalía del sistema español que ningún partido represente en las Cortes a los españoles que quieren un Estado unitario. A partir de ahora será Vox.

Una de las obsesiones de los dirigentes de Vox es convencer de que su partido no es “el PP auténtico” ni  “una escisión del PP”. Según el sociólogo Narciso Michavila, presidente de GAD3, el 45% de los votantes de Vox en las elecciones andaluzas había votado al PP en 2015, el 15% a Ciudadanos y el 15% a partidos de izquierdas. La trampa está en que muchos electores de derechas se abstenían tradicionalmente en las elecciones autonómicas, por lo que Michavila admite que, si se amplía el periodo temporal, más de la mitad de los votantes de Vox lo fueron del PP.

Respecto a las motivaciones, Michavila sostiene que siete de cada 10 votantes de Vox pertenecen al grupo “derecha sin complejos”, conservadores, urbanos, de renta media y alta y fuertemente ideologizados. Dos al segmento “stop inmigración”, de clase media y residentes en municipios con fuerte presencia de inmigrantes extracomunitarios. Al resto los caracteriza como “antifeministas”, residentes en barrios obreros y antiguos votantes de izquierdas, que se sienten agraviados por las políticas de género. El 67% de los votantes de Vox son hombres, la proporción más alta de cualquier partido político.

Además de estas tres banderas (el nacionalismo español, el miedo inmigración y el antifeminismo) , Vox ha intentado captar a otros colectivos: los cazadores (en España hay en torno a 850.000 licencias de caza), los taurinos, los comerciantes y pequeños empresarios (cuyas mayores preocupaciones son los impuestos y la seguridad), los dueños de viviendas vacías (a los que promete el inmediato desalojo de okupas), los policías nacionales y guardias civiles (cuya homologación de sueldo con las policías autonómicas respalda) los militares o los nostálgicos de la dictadura que, como la Fundación Francisco Franco, han hecho su bestia negra de la Ley de Memoria Histórica. También ha conseguido atraerse a jóvenes a los que el ultranacionalismo ofrece una marca identitaria con modelos épicos y la rebeldía frente a la “dictadura de la corrección política”.

La mayor dificultad la tiene Vox para penetrar en las clases trabajadoras. El partido de Abascal ha explotado a fondo en la campaña el vídeo de Ismael, un “currante” cargado con una plancha de pladur que se declara votante de Vox para estupor del reportero que lo entrevista.

La política económica ultraliberal de Vox dificulta, sin embargo, que haya muchos Ismael. Como muestra, su actitud ante el conflicto entre los taxistas y los VTC. Los taxistas, un colectivo con fama de conservador compuesto por asalariados y autónomos, deberían ser mimados por un partido ultranacionalista frente a multinacionales como Uber y Cabify. Sin embargo, Vox ha evitado pronunciarse y, cuando no ha tenido más remedio, lo ha hecho a favor de las VTC.

Iván Espinosa de los Monteros, responsable de Relaciones Exteriores de Vox, ha recordado que su partido está a favor de la “libre competencia”, por lo que ha respaldado una liberalización del sector, compensando los “derechos adquiridos” de los taxistas. En pleno conflicto del taxi, en julio pasado, el cabeza de lista de Vox por Barcelona, Ignacio Garriga, arremetió contra “las mafias del taxi [que] se creen dueños y señores de las calles”.

A diferencia de la ultraderecha francesa o italiana, que prestan gran atención a la política social, Vox aplica un liberalismo thatcheriano. Sus medidas fiscales de apoyo a las familias priman a las numerosas, pero sin diferenciar el nivel de renta. En los 100 puntos programáticos de Vox sigue figurando, junto a la ley contra los okupas, una ley anti usura, pero Abascal habla mucho de la primera y jamás menciona la segunda. 

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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