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Las urnas juzgan una dura campaña electoral

Las principales formaciones han fiado sus expectativas a las estrategias electorales

Pablo Casado juega a fútbol con sus hijos en Las Navas del Marqués (Ávila). A la derecha, Pedro Sánchez y su esposa, Begoña Gómez, pasean por Anchuras (Ciudad Real).
Pablo Casado juega a fútbol con sus hijos en Las Navas del Marqués (Ávila). A la derecha, Pedro Sánchez y su esposa, Begoña Gómez, pasean por Anchuras (Ciudad Real).David Mudarra (AP)

Los partidos cerraron el viernes una de las campañas más abiertas de la reciente historia democrática española. Esta noche, si los resultados no llevan a otra congestión como la de 2016, se disiparán todos los interrogantes abiertos, las alianzas, el nuevo mapa político y el rumbo que tomará España en los próximos cuatro años. Las principales organizaciones se juegan mucho y han empleado el máximo esfuerzo en las últimas semanas para tratar de asegurar su supervivencia en un escenario marcado por la fragmentación.

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PARTIDO POPULAR

El liderazgo y el futuro de la formación, en juego

El PP cerró el viernes una campaña que arrancó advirtiendo a sus votantes fugados a Vox y Ciudadanos de que después de las elecciones, si elegían a los “tránsfugas” o a “los vendedores de humo” no habría “libro de reclamaciones” y que terminó con el líder abriendo la puerta a incluir ministros de ambas formaciones en su Gobierno. Del discurso del miedo a pedir, literalmente, que los votantes no tengan miedo “al trifachito”, tomando prestada la expresión con que la izquierda ha bautizado esa triple alianza.

La fragmentación en la derecha, que no se producía de ese modo desde 1979, ha determinado la campaña de Pablo Casado de principio a fin. Tanto él como sus teloneros han dedicado los más de 30 actos de campaña y más de 15.000 kilómetros a hablar de su competencia, la que amenaza con darles el peor resultado de su historia. Desde que el PP se llama PP nunca ha bajado de los cien escaños. Ahora ni los más optimistas sueñan con esas cifras. Creen que el voto a Vox es “una incógnita”.

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Las elecciones, que el PP pidió insistentemente desde que asumió la presidencia del PP, en julio de 2018, pueden cuestionar el liderazgo de Casado. Su proceso de elaboración de listas —fichando a más independientes que nunca para sustituir a veteranos marianistas— ha generado recelos en el partido. En su entorno ya deslizan que sus antecesores, Mariano Rajoy y José María Aznar, ganaron a la tercera, y en cualquier caso, con las autonómicas y municipales a la vuelta de la esquina, es improbable que el sector crítico levante los cuchillos. En privado, algunos dirigentes admiten que sus mejores opciones pasan por replicar la experiencia de las elecciones andaluzas.

PSOE

Reivindicación del trabajo hecho y moderación

Sin sobresaltos y preocupada por reducir los errores al mínimo, la campaña de Pedro Sánchez se ha basado en dos ideas nucleares: reivindicar las políticas aprobadas o proyectadas en los 10 meses de su Gobierno y trasladar la idea de que el PSOE es el “único partido cabal y moderado” y con capacidad para evitar que la extrema derecha influya en el próximo Ejecutivo. Las apelaciones al voto útil para lograr una “amplia mayoría parlamentaria” han sido la constante, dentro de una estrategia “atrapalotodo” en la que, además de movilizar al electorado tradicional progresista tras la lección aprendida de las pasadas elecciones andaluzas, se aspira a captar a los abstencionistas y a los votantes de Ciudadanos críticos con el veto de Albert Rivera a los socialistas en vez de a Vox. Las referencias a Unidas Podemos, ignorados durante casi toda la campaña, llegaron al final, y salvo algún que otro agradecimiento al socio principal fueron para pedir el voto de los descontentos con el partido de Pablo Iglesias y sus confluencias.

Seguros de su victoria, que no se produce en unas generales desde 2008, los socialistas confían en que la participación supere el 70%. Sostienen que cuanto más alta resulte mejor resultado obtendrán (en las elecciones generales de 2016 fue del 66,5%). Según sus estimaciones, congregarán alrededor del 30% de votos. Los tracking internos y la movilización durante la campaña han alimentado unas expectativas rebajadas los últimos días por el temor al voto oculto a Vox. La esperanza del PSOE es que la crecida de la ultraderecha, al ser a costa de PP y Ciudadanos, les reste a la hora de sumar fuerzas en el Congreso.

UNIDAS PODEMOS

El futuro está en la aritmética parlamentaria

La campaña de Unidas Podemos se ha conjugado con el verbo sumar. Ganar no es garantía de gobernar en un tablero electoral de cinco partidos. Pablo Iglesias lo define como la correlación de fuerzas. La aritmética parlamentaria que determinará qué bloque gana. Ante este escenario el candidato ha mantenido su objetivo de colocar las propuestas sociales en el centro del debate. A esta línea de acción le ha añadido un mensaje clave que ha atravesado toda la estrategia de campaña: los pactos con el PSOE. “Somos la única garantía de que haya un verdadero Gobierno de izquierda”, insistió. Estar en el Consejo de Ministros de un posible Ejecutivo liderado por Pedro Sánchez es una exigencia, no una posibilidad.

El equipo de campaña se marcó estas líneas de acción desde la vuelta de Iglesias a la política activa el 23 de marzo. La precampaña de calentamiento debía dar inicio a una carrera electoral en la que Podemos siempre se ha sentido muy cómodo. Fue a partir de los dos debates, en el inicio de la segunda semana, cuando todo cambió. Iglesias comenzó una nueva campaña. Se sentía victorioso tras debatir con el resto de candidatos. Esa adrenalina hizo que se multiplicara su presencia en actos y que dejara el tono conciliador y sosegado para pasar a uno más duro. Las encuestas internas de Unidas Podemos le decían que había levantado los sondeos que le dejaban en un 13% de intención de voto. Vislumbraba la posibilidad de llegar al 16% y ponerle más difícil al PSOE un pacto con Ciudadanos.

Las encuestas auguran que pueden perder la mitad de su representación parlamentaria (71 diputados). Una bajada sustancial que, sin embargo, en un escenario de pactos les permitiría gobernar con el PSOE. El resultado de la aritmética política determinará su futuro.

CIUDADANOS

Ataque frontal a Sánchez y críticas a Casado

“Una campaña es un estado de ánimo”, sentencia Fernando de Páramo, secretario de comunicación de Ciudadanos y director de mensaje de la campaña de Albert Rivera para estas elecciones generales. Si eso es así, Ciudadanos se ha esforzado en mantenerlo todo lo entusiasta que ha podido: la coyuntura no era fácil para el partido, obligado a afrontar unas elecciones que no esperaba, en un contexto radicalmente contrario al de hace un año, cuando le sonreían todos los sondeos.

Rivera llega al 28-A después de un importante esfuerzo para no acabar diluido en la competición electoral más fragmentada y polarizada desde la Transición. El riesgo para un partido centrista de electorado más infiel era el de desdibujarse por completo; por eso el partido decidió definirse en uno de los dos bloques —el de la derecha— con la controvertida decisión de vetar cualquier acuerdo con el PSOE.

Ciudadanos ha priorizado geográficamente sus feudos: las grandes ciudades de Andalucía —donde la entrada en el Gobierno andaluz les ha dado un impulso— Comunidad Valenciana, Cataluña y Madrid, aunque esta vez ha incluido una apuesta —discreta— por la llamada España vacía con presencia en las dos Castillas, donde está en juego un buen puñado de escaños.

El mensaje del candidato se ha centrado en la crítica frontal a Sánchez por su política territorial con los independentistas catalanes, con un lenguaje de mucha dureza. Al mismo tiempo, ha dejado la puerta entreabierta a pactar con Vox. Sus críticas al PP han ido in crescendo, aunque el sorpasso al PP parece muy difícil, la incógnita es cuál será la distancia entre ambos partidos, y si Rivera aguanta tercero o sufre la amenaza real de Vox.

Vox

Llegar a quienes prefieren un Estado sin autonomías

Vox se presentará hoy como ganador de las elecciones. Tiene motivos para ello. Siendo extraparlamentario, cualquier escaño que obtenga será un avance. Además, como repite Santiago Abascal, él ha puesto sobre la mesa temas que estaban fuera del debate político. El resto de partidos hablan de Vox y algunos se han escorado hacia sus posiciones.

El objetivo de Vox, según fuentes de su dirección, es llegar al 17,3%. No es un porcentaje casual. Es la proporción de españoles que, según el Barómetro del CIS de diciembre de 2018, prefieren tener un Estado con un único Gobierno central y sin autonomías. A ello habría que sumar otro 13% que quiere que las comunidades autónomas tengan menos poder que ahora.

Además del nacionalismo español, el miedo a la inmigración y el antifeminismo, Vox ha intentado captar a otros colectivos: los cazadores, los taurinos, los comerciantes y pequeños empresarios, los dueños de viviendas vacías (a los que promete el inmediato desalojo de okupas), los policías nacionales y guardias civiles (cuya homologación de sueldo con las policías autonómicas respalda), los militares o los nostálgicos de la dictadura.

Reportaje elaborado con información de Natalia Junquera, José Marcos, Ana Marcos, Elsa García de Blas y Miguel González

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