No es un debate, es una ‘final four’
Los aspirantes a La Moncloa agotan sus recursos en un partido televisado de ida y vuelta
Más que un debate a cuatro es una final four, o un partido de ida y vuelta que Pedro Sánchez juega en casa (TVE) y fuera (Atresmedia) después de haber intentado eludir el fuego cruzado con Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias.
No quería un debate a cuatro y va a encontrarse con dos en 48 horas. Un escarmiento a su campaña evasiva. Un castigo al abuso instrumental de la televisión pública. Y un contratiempo a la comodidad que hubiera supuesto el concurso estrafalario de Abascal, no ya para vincularlo al triunvirato de la derecha, sino para estimular la movilización socialista en la expectativa de una emergencia nacional.
Tendrá que responder Sánchez si concederá o no concederá el indulto a los artífices del procés. Una pregunta inevitable en el contexto de un debate tan previsible —Cataluña, los pactos...— como imprevisible. La cercanía del 28-A exige a Sánchez extremar las precauciones y obliga a sus rivales a acorralarlo, aunque el uno y los otros disponen de una segunda oportunidad el martes.
El debate de TVE predispone el de Atresmedia. Lo convierte en el partido de ida. Por eso no conviene agotar toda la artillería. Se trata de jugar con los minutos y con las oportunidades, con los puntos débiles, pero Casado y Rivera no pueden relamerse en la aversión a Sánchez. Necesitan explicarle a sus respectivos votantes las razones que los diferencian. Los motivos que justifican la papeleta azul o la naranja. Un ejercicio de equilibrismo que exige dosificar el puñetazo y la caricia. Y que requiere de ambos aprovechar la ausencia de Vox.
El partido ausente va a estar presente como expresión del oscurantismo que se avecina —así lo dirá Sánchez— o como aliado necesario en la evacuación del sanchismo a semejanza de cuanto sucedió en Andalucía. Abascal conseguirá protagonizar el espectáculo sin necesidad de arriesgar su endeblez ni su concepción sentimental. Ya decían sus asesores que convino a Vox la suspensión del debate a cinco.
No es lo mismo la política real que la casa de cuento de Bertín Osborne. Ni es igual la euforia endogámica de los mítines que responder a la paradoja de las elecciones generales: el mayor antagonista de Sánchez es el mejor aliado del PSOE. La cosecha perdida de los votos de Vox —puede ocurrir en 28 de las 52 circunscripciones— tanto malogra el granero de la derecha como contribuye a la victoria socialista.
Difícil, mucho, la posición de Iglesias. No ya porque tiene que acercarse y distanciarse de Sánchez a la vez. O porque Sánchez puede utilizarlo para morder a la derechona, sino porque Unidas Podemos se expone a una catástrofe electoral en el escarmiento de un proyecto fallido. Para reanimarlo, Iglesias necesita un milagro catódico parecido al de las cucharillas de Uri Geller.
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