Cartel electoral en el Muro de JdT
Uno pone el pie en la calle sin saber a quién le va a joder la vida, o quién va a fingir mejor que se la han jodido
Es probable que ahora que ha empezado la última temporada de Juego de Tronos, con Invernalia convertido en un Gran Hermano VIP al que van llegando los famosos (impagable la escena final, cuando Isabel Pantoja se baja encapuchada del caballo) y Daenerys Targaryen, deslumbrada en el Norte, imitando a Alfredo Landa en Vente a Alemania, Pepe, el partido Podemos coja fuerza estratégica a la manera de Popeye cuando llegaba la espinaca.
Es sabido que no hay nada en los guiones de JdT que Iglesias no convierta en elaborada teoría; sea cual sea ésta, no será peor que la que ha llevado a Ciudadanos a extender esas enormes lonas con la recreación de un supuesto grupo de WhatsApp escrito por el guionista de Noche de Fiesta para impedir a toda costa ser votados. Acción que ya había intentado antes con éxito el PP con Falcón Viajes, desmantelada antes de que se cayese parte de la fachada cuando el edificio supiese a quién estaba sirviendo.
Si el lector quiere divertirse con chistes de grupos de WhatsApp debe comprar el libro El WhatsApp de padres, de Juan de Gorostidi, y si quiere divertirse sin chistes, que observe las reacciones al artículo de Rubén Amón en EL PAÍS Vox, el partido del cuarto gintonic: todos los que defendieron, bien defendido, el sentido figurado de Arcadi Espada sobre Rufián y su "agáchate y haz que me la comes", atacan el sentido literal del "cuarto gintonic" de Amón sobre Vox. ¿Por qué? Por conveniencia, naturalmente. Por el uso que se le da los textos dependiendo del origen y destino de la metáfora, esas patadas al aire que los partidos aprovechan para tirarse al suelo y pedir tarjeta con sus utilleros invadiendo el campo. Es la sobredimensión de la ofensa, una exagerada propensión a ser víctima de cualquier cosa, cuanto más baja mejor. Uno pone el pie en la calle sin saber a quién le va a joder la vida, o quién va a fingir mejor que se la han jodido.
El anuncio del debate y la escenificación de los cinco candidatos han convertido en noticia algo que lleva cuarenta años siéndolo: no hay mujeres aspirantes a presidir el Gobierno. No con posibilidades, al menos. Por PACMA se presenta Raquel Aguilar y por Recortes Cero-Los Verdes, Nuria Suárez. Son los dos mismos partidos que llevaban candidatas hace cuatro años; en el caso de Recortes Cero-Los Verdes se presentan 52 mujeres como cabezas de lista.
Tiene algo de prodigioso acercarse a una campaña que no puede ocupar la fachada de un edificio con su Haz que pase, los papeles de Bárcenas, grupos de WhatsApp o una falsa agencia de viajes; no convierte la opción política en buena per se, pero sí en simpática, como cualquier movimiento débil inteligente que conoce su precariedad y no lo confunde con la opción menos arriesgada del mundo: hacerse la víctima, que no es lo mismo que serlo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.