“No busqué a mi hija por si me decían que estaba muerta”
Manuela Grande, madre de una de las españolas identificadas en Siria, narra la dura infancia de la joven y su conversión radical de mano de su esposo
Manuela Grande (Madrid, 1974) se despidió de su hija Luna Fernández en el invierno de 2014. "Se iba, con 25 años [según Fernández fue con dos años más] y dos niños de 6 y 4, a Alejandría [Egipto], convencida por su pareja, un joven marroquí crecido en Ceuta y llamado Mohamed, al que conoció poco antes de cumplir los 18 años, en el centro de acogida de La Ciudad de los Muchachos", cuenta Manuela, desde un rincón de la Comunidad de Madrid en el que ya se había abandonado. Perdió a sus tres hermanas ("demasiado jóvenes") y después, en 2016, a su madre y a quien fuera su pareja durante 28 años: "Me quedé sola en este mundo, mi vida no tenía sentido y prefería no buscar a mi hija por si me decían que estaba muerta". Luna Fernández Grande es una de las tres yihadistas españolas identificadas en Siria.
La vida de Manuela y de Luna ha sido siempre difícil. "Es mi única hija, la tuve con solo 15 años, en 1989, nació en el hospital de La Paz", recuerda. "Me la quitaron los servicios sociales cuando solo tenía cuatro años porque ni yo ni mi madre podíamos hacernos cargo, fueron tiempos difíciles", asegura. El padre biológico no volvió a aparecer en su vida hasta que supo que era abuelo.
Luna creció en centros de acogida de la Comunidad de Madrid. "Nuevo Futuro, La Ciudad de los Muchachos… Me la dejaban los fines de semana, en vacaciones, era una niña normal, con sus amigas, con sus cosas de adolescente [que si me fumo un cigarro, que si me hago un piercing en la nariz…], atea, poco a poco nos convertimos en una especie de hermanas, Juan [su pareja] hizo siempre de padre con ella, tenían buena relación y ella adoraba a mi madre, su abuelita Claudia", relata con dificultad. "He pasado los dos últimos años tomando tres tranxilium [un ansiolítico] diarios, esa ha sido mi última vida y la memoria me falla un poco", se interrumpe. "Aunque me gustaba que Luna me contara todo y que tuviera esa confianza conmigo, yo siempre le decía: ‘Luna, no olvides que yo soy tu madre", continúa. Luna cambió mucho antes de irse "a montar, supuestamente, un negocio de ropa en Alejandría con otro matrimonio amigo".
La aparición de Mohamed en su vida la convirtió en otra persona: "Reservada, temerosa, se fueron a vivir a una casa que les dio la familia de Moja [Mohamed] en el poblado gitano de Rivas, y comenzó a ir a la mezquita de El Carmen. Se cubrió primero la cabeza y luego todo el cuerpo de negro, dependía de él económicamente, me decía que vendían miel", recuerda. "Yo estuve sola con ella en los partos de sus dos primeros hijos en Madrid, creo que ha tenido otros dos allí, y me decía: ‘Mamá, no mires’, como si le diera pudor, una cosa rarísima", cuenta Manuela. "Moja era un tipo tremendamente callado, apenas hablaba, pero fumaba, bebía, no iba a la mezquita, mi hija me decía que no me hablaba porque yo era una mujer. A mí no me gustó nunca, llegamos a discutir por él, pero no sirvió de nada".
Gracias a una de sus amigas de La Ciudad de los Muchachos, las autoridades españolas han logrado dar con Luna en Siria: "Yo crecí en un centro para menores. Allí nos conocimos y crecimos ella y yo. Su nombre es Luna Fernández Grande. Nuestras circunstancias comunes y vivencias en ese centro nos convirtieron en hermanas, pero, hace unos años, su comportamiento cambió radicalmente a raíz de emparejarse con un hombre de origen marroquí, actualmente involucrado en grupos terroristas islámicos y probablemente encarcelado en Siria a día de hoy, según información de su familia", arranca la misiva que su amiga hizo llegar a la policía, Acnur y la Embajada de Siria.
"Ella, que siempre había sido atea, de pronto se convirtió en una fanática del islam, aplicando a su estilo de vida los tópicos de esta religión. Rompió el contacto con su entorno más cercano y lo último que supe a través de la familia de su pareja es que habían tenido dos hijos y que los cuatro estaban en Siria", dice la carta.
Es lo último que Manuela ha sabido de su hija, después de que, "un año después de marcharse, en 2015", recibiera una visita de la policía en su casa: "Preguntaban por Mohamed y me contaron que estaba siendo investigado como captador de combatientes para el Estado Islámico; la daban por muerta", asegura. "Mi niña es una niña encantadora, solo que le perdió el corazón tan grande que tiene", dice Manuela. "El amor nos ciega a todos, estoy segura de que ella, si hubiera podido, habría regresado, pero seguramente temía por sus hijos. Es muy buena madre y siempre, siempre, siempre será mi reina".
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