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La esperanza del PP es Esperanza

Fuengirola aglutina la pujanza de los populares en Málaga con el hiperliderazgo de Oña

El eje gravitatorio de Madrid relaciona el esperancismo con la flema thatcheriana de la señora Aguirre, pero existe en Andalucía una versión más reputada y popular que se arraiga en Fuengirola, no ya fortaleza del PP por los años de los años, sino territorio del poder y del carisma de Esperanza Oña en la tradición del hiperliderazgo.

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Tuvo que dejar la alcaldía en 2015 porque la ley de incompatibilidades le impedía compaginarla con el escaño de diputada autonómica, pero Esperanza —así la identifican los vecinos como si la hubieran sorprendido en el descansillo— es una especie de alcaldesa vitalicia. Por los 20 años que ejerció el cargo. Por el porcentaje de votos que llegó a conseguir (66%). Y porque su heredera, Ana Mula, ha logrado un buen resultado (50%) en la inercia de su madrina.

“Al Partido Popular le ha faltado estar más cerca de los votantes”, explica Oña a EL PAIS en la cafetería de un hotel de Fuengirola. “Hemos incurrido en una política a veces distante y a veces ambigua. Hay que ser claros con los mensajes. Sin complejos. Porque cuando nos conocen, nos quieren. Y cuando nos quieren nos votan. Y se convierten en un electorado fiel”.

La experiencia de pasear con ella por las calles de Fuengirola no desmiente el argumento. Tiene personalidad Oña. Y no tiene reparos en identificarse con un paraguas de la bandera española. Se le acercan los vecinos con fervor, aunque los extranjeros, hasta 40.000 en temporada alta sobre una población de 70.000, no aciertan a familiarizarse con la política local ni regional. “Vivo en Fuengirola casi todo el año porque aquí la temperatura es siempre propicia y la calidad de vida es muy buena”, explica Oskari, 66 años, en representación accidental de la nutrida comunidad finlandesa. “La sanidad es excelente y el pescaíto también. Y Fuengirola es una ciudad tranquila, limpia, segura y cosmopolita. Parece a veces que estamos en la ONU”.

Esperanza Oña, de 61 años, sevillana de nacimiento, cirujana de formación, representa un fenómeno de la política andaluza que no trasciende al norte de Despeñaperros. Y que tampoco ha encontrado demasiada comprensión en el castillo de Génova 13. Ignora la lideresa malagueña las razones de su papel subordinado en los planes genoveses. Tampoco se presta a participar del juego de las conspiraciones, aunque llama la atención que el aspirante del PP a la Junta de Andalucía revista mucha menos popularidad y credibilidad que la exalcaldesa de Fuengirola.

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Cuando la 'número dos' es la número uno

Esperanza Oña es vicepresidenta del parlamento andaluz y se ha ubicado como número 2 del PP en la circunscripción de Málaga. Hay una explicación: el número 1 es Juanma Moreno. Que nació en Barcelona, curiosamente, aunque se instaló en la capital malagueña a los tres meses. Moreno, pues, defiende su feudo frente a la competencia de otros candidatos poderosos -Javier Imbroda, por Cs, Teresa Rodríguez, por Adelante Andalucía-, y necesita un buen resultado para conservar su liderazgo, entre otras razones porque no es un hombre de confianza de Casado —lo eligió Soraya Sáenz de Santamaría— y porque sí lo es Esperanza Oña, un animal político de territorio cuya ejecutoria ha sido mucho más intensa en Málaga de cuanto lo ha sido la carrera “madrileña” de su colega: diputado nacional 11 años con diferentes misiones (asuntos sociales, tecnología, política autonómica).

Fue la proclamación de Moreno la victoria del sorayismo sobre el cospedalismo. Un candidato arropado por Javier Arenas, aunque más desnudo electoralmente de cuanto podría haber sido el ciclón de Esperanza Oña, cuya manera de distanciarse consistió en apoyar la candidatura de Pablo Casado en las primarias. Lo hizo no ya en la finalísima —Casado-Soraya—, sino cuando la alternativa de Casado, al principio, parecía una arbitrariedad o una bravuconada estéril.

“Lo tuve clarísimo. Pablo Casado era exactamente lo que necesitamos. Una renovación generacional, un discurso inequívoco y desacomplejado. A mí no me sorprendió su victoria. La sorpresa de algunos líderes de nuestro partido demuestra la distancia excesiva que a veces hay entre los despachos y la calle. Por eso mi obsesión ha sido no dejar de pisarla”.

El método consiste tanto en escuchar a los vecinos como buzonearlos. Los fuengiroleños tienen información cotidiana de las iniciativas municipales, aunque la oposición reprocha al esperancismo de Oña la megalomanía de los proyectos urbanísticos —el parque fluvial, por ejemplo—, el nacionalismo musical en las casetas de la feria y el sesgo ideológico de los monumentos. El más excéntrico es un pastiche neoclásico que eleva hacia el cielo al arcángel San Rafael. Y el más identitario consiste en una escultura a la gloria de los Reyes Católicos que reivindica la cruz y el embrión de la unidad de España.

“Le voy a decir una cosa que a lo mejor le sorprende”, explica Maribel, profesora universitaria de 43 años. “Voto al PP en las elecciones municipales y al PSOE en las andaluzas. Parece una contradicción, pero no lo es. Estoy contenta con el funcionamiento de Fuengirola, pero mi ideología está más cerca de la izquierda y creo que el socialismo ha transformado Andalucía”.

Las estadísticas demuestran, en efecto, que el PP arrasó en las últimas municipales (49, 66%) y perdió diez puntos en las autonómicas —ambas en 2015—, aunque la volatilidad no se explica sin el impacto de Ciudadanos —particularmente sólido en la provincia de Málaga— o sin la factura de la corrupción. “El PP ha pagado por ella. Y me parece bien. Las cosas que se han hecho muy mal, tienen que expiarse. Y pueden luego convertirse en un estímulo para la regeneración. Hay que sacar conclusiones del escarmiento. Por eso digo que la corrupción es una oportunidad para purgarse, pero nunca entenderé por qué el PSOE no ha pagado tanto por la corrupción como debería. Estamos hablando de que hay dos presidentes autonómicos procesados. Y de un sistema multimillonario de fraude. No se me ocurre decir que los votantes socialistas toleran la corrupción, pero es evidente que el PP ha sido mucho más castigado por ella”.

Esperanza Oña opone un historial impecable al respecto. Y se jacta de haber convertido Fuengirola en un ejemplo de transparencia, pero las limitaciones orográficas del municipio —no puede crecer en ninguna dirección— se antojan la alegoría de la restricción político-territorial que aísla a la lideresa, aunque su apuesta visionaria por Casado y un batacazo de Moreno la convierten en la esperanza del PP andaluz.

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