¿Por qué gana siempre el PSOE?
Tres líderes históricos de la política andaluza analizan las claves que llevaron a los socialistas a convertirse en el partido hegemónico en Andalucía
¿Cuál es la clave de la hegemonía socialista en Andalucía? Tres de los personajes más relevantes de la política andaluza —el socialista José Rodríguez de la Borbolla, el andalucista Alejandro Rojas-Marcos y el líder del PP Javier Arenas— intentan responder a la pregunta más allá de los tópicos y de la refriega electoral. Para Rodríguez de la Borbolla, que fue presidente autonómico desde 1984 a 1990, se mezclan varios factores: una idea de Andalucía fraguada antes incluso de la muerte del dictador, una política de proximidad cumplida a rajatabla —“desde el principio tuvimos claro que el PSOE tenía que ser el partido que más gente viera y que más gente tocase”— y una fuerte identificación ideológica: “La gente no solo te vota porque le parece bien lo que estás haciendo, sino también porque eres de los suyos”.
Rojas-Marcos, fundador del Partido Andalucista y cabeza de lista de aquella candidatura que en 1979 logró sentar a cinco diputados en el Congreso, es tajante: “Hay dos factores, uno positivo desde el punto de vista del PSOE y otro objetivamente negativo. El positivo es que ellos le dieron al pueblo andaluz lo que el pueblo andaluz quería, por encima de su propia ideología o de lo que el pueblo andaluz necesitaba. El factor negativo es que el PSOE en Andalucía nunca se conformó con vencer al contrario, sino que trató de eliminarlo”.
Javier Arenas, el político que más cerca estuvo de romper la hegemonía socialista, no en vano venció en las elecciones de 2012, aunque sin la mayoría necesaria para que el PP formara Gobierno, hace un ejercicio de ecuanimidad: “El hecho de que el PSOE lleve tanto tiempo puede tener varias explicaciones, y una importante se puede atribuir a las carencias de la propia oposición. Pero hay otras dos grandes claves. Una es que España es de los cinco o seis países que más han mejorado en los últimos 40 años y en Andalucía los votantes han identificado esa mejora con el PSOE. El otro factor es que el Partido Socialista consiguió que lo identificaran como el auténtico partido de la tierra —aprovechando que Felipe González y Alfonso Guerra son de aquí— y eso dejó prácticamente sin espacio al Partido Andalucista”.
"Cuanto más mandan los andaluces en Madrid, menos manda Andalucía en España", dijo Rojas-Marcos en el Congreso
Esa es una espina que aún le duele a Alejandro Rojas-Marcos. El exalcalde de Sevilla busca las causas haciendo un rápido repaso de la historia política de Andalucía desde los años anteriores a la muerte de Franco. “El PSOE llegó a la Transición”, explica, “después de haber estado ausente de toda lucha política —ya lo dijo Ramón Tamames, cien años de honradez y 40 de vacaciones—, pero cuando llega pone en marcha la política de tierra quemada”. Rojas-Marcos, que padeció cárcel y destierro en Madrid por su oposición al régimen, recuerda que de las 13 formaciones que integraron la Federación de Partidos Socialistas, todas terminaron entrando en el PSOE menos el partido fundado por él. “Ahora lo negarán, pero Alfonso y Felipe me ofrecieron entrar también a mí, pero como no fue posible adoptaron con nosotros una actitud de tierra quemada, llenaron Andalucía de carteles llamándome a mí traidor y acusando al PSA de haber vendido Andalucía”.
El líder andalucista, que en septiembre de 2015 certificó la defunción oficial del partido para dar fin a su ya larga agonía, opina que detrás de aquella fuerte animadversión por parte del PSOE había una estrategia muy calculada: “Sabían que en aquel momento los únicos que teóricamente podíamos haberle discutido el poder éramos nosotros. Porque el pueblo andaluz no estaba por fórmulas más a la izquierda del PSOE —como lo fueron primero el PCE y luego Izquierda Unida— y por supuesto con nada que tuviera que ver con la derecha. Andalucía había sido históricamente una tierra oprimida, explotada, y luego llegó Franco y practicó aquí una represión salvaje. Todo eso queda en la memoria de los pueblos. A cambio, el PSOE ofrecía un recuerdo democrático, porque durante los 40 años de dictadura, en las casas de la Andalucía profunda, había quedado un carnet al fondo de un cajón, un algo que recordaba el socialismo y la democracia. Por si fuera poco, el hecho de que ellos fueran de aquí resultó determinante. A ver cómo le explicas tú a un señor que está escuchando a Felipe González hablar un andaluz perfecto, que ese señor no estaba hablando políticamente en andaluz. Un día lo dije en el Congreso: ‘Cuanto más mandan los andaluces en Madrid, menos manda Andalucía en España’. Pero no había nada que hacer. Ofrecían una actitud muy joven, un marketing fantástico, eran brillantes”.
"Teníamos que hacerle ver a la gente que éramos un partido tan andaluz como el que más, pero más fuerte", afirma Rodríguez de la Borbolla
No sin cierta tristeza, Rojas-Marcos concluye: “El milagro es que pasa la Transición, pasa Felipe González y el PSOE sigue ahí. La única explicación es la combinación de aquellos dos factores a los que aludía al principio. Una actitud maquiavélica para eliminar cualquier competencia posible y una manera muy inteligente de ofrecer el producto que el andaluz quería. Que quiere cofradías, pues cofradías y media; sevillanas, pues sevillanas y media. Eso produce un adormecimiento muy difícil de desmontar, una apatía tremenda. El caso es que hace 40 años Andalucía estaba a la cola de Europa y ahora lo sigue estando. Durante todo este tiempo ha gobernado el PSOE y, aun así, la gente los sigue votando…”.
José Rodríguez de la Borbolla no solo no está de acuerdo, sino que es capaz de sepultar a periodistas nacionales y extranjeros bajo un aluvión de datos de todos los tamaños y colores que muestran el progreso andaluz. El ocho de abril de 1984, a punto de cumplir los 37 años de edad, se convirtió en el tercer presidente socialista de la Junta después de Plácido Fernández Viagas —presidente de la Junta preautonómica— y de Rafael Escuredo, una saga que luego continuaron Manuel Chaves, José Antonio Griñán y Susana Díaz. Cuando llegó al poder, Rodríguez de la Borbolla ya había sido consejero y vicepresidente en el Gobierno de Escuredo y, años antes, había participado, junto a Felipe González, Alfonso Guerra y otros socialistas, en la configuración de un modelo político para Andalucía y para España. De una manera muy gráfica, resume en una frase la actitud del PSOE con respecto al campo andaluz al final de la dictadura: “La izquierda tradicional quería reponer la liturgia de la tierra; nosotros, además de dignidad, queríamos darle de comer a la gente”. Al constatar en las elecciones de 1979 la amenaza andalucista, cuando Rojas-Marcos sacó cinco diputados, el PSOE reaccionó con rapidez: “Teníamos que hacerle ver a la gente que éramos un partido tan andaluz como el que más, pero más fuerte, con más capacidad de transformar la sociedad. Lo dijimos en un eslogan que caló: PSOE de Andalucía, el gran partido de los andaluces; PSOE de Andalucía, un gran partido para un gran pueblo”.
Cuarenta años después, añade el expresidente, aquella química del principio aún funciona: “Las encuestas siguen demostrando que en el voto de los andaluces al PSOE sigue habiendo un alto componente de adscripción ideológica; la gente no solo te vota porque le parece bien lo que estás haciendo, sino también porque eres de los suyos”. Hay otra cuestión iniciática que los presidentes que llegaron después de Escuredo y De la Borbolla siguen cumpliendo a rajatabla: “La cercanía, la proximidad, el estar encima de los problemas y que eso luego se traduzca en políticas públicas. Puede parecer una tontería, pero en Madrid los Consejos de Ministros se celebran los viernes y el lunes, después del fin de semana, la gente dice: oye, ¿qué es lo que tenía yo que hacer? Aquí, desde el principio, la norma que se impuso fue la contraria. El lunes, comisión ejecutiva regional del PSOE. El martes por la mañana, Consejo de Gobierno, para que, ya esa misma tarde, los consejeros puedan decirle a su gente lo que tienen que hacer durante la semana. Y el miércoles, a patearse Andalucía. Eso sigue haciéndose y forma parte de nuestra historia. Ya en el 82 metimos a Rafael [Escuredo] en un autobús y se fue con varios consejeros a recorrer Andalucía. En cada comarca se reunían con los alcaldes, fuesen del partido que fuesen. ¿Y qué pedían esos alcaldes? Carreteras, colegios y centros de salud. Para responder, el gobierno andaluz aprobó un plan extraordinario de inversiones en su primer año. Fue histórico. La consecuencia es que ahora mismo en cualquier pueblo de Andalucía, en cualquiera, la gente tiene todos los servicios. Sin despoblamiento y sin traumas sociales. Así que la persistencia del voto a favor del PSOE deriva de una historia, de una estrategia, de una adscripción ideológica mayoritaria y de una realidad de transformación de la sociedad. Y no deriva de cuestiones como la del sistema de desempleo agrario. ¿O es que montar un colegio donde no lo había es buscar clientelismo?”.
"Hubo un momento en que, de las 28 ciudades más importantes, gobernamos en 25", recuerda Arenas
Javier Arenas nunca lo tuvo fácil en Andalucía. Por un lado, tenía que desligar la imagen del Partido Popular de la vieja derecha andaluza de tan nefasto recuerdo. Por otro, debía vencer a la poderosa maquinaria electoral del PSOE con el viento en contra de su propio partido. Como se ha visto al principio de la actual campaña con la exministra Isabel García Tejerina, los dirigentes andaluces del PP no han contado precisamente con la complicidad de sus compañeros de partido en Madrid. Aun así, Arenas no solo consiguió un resultado histórico la primera vez que se presentó a la presidencia de la Junta —en 1994, el PP pasó de 26 a 41 diputados y se quedó a cuatro del PSOE—, sino que mejoró sus resultados en las siguientes tres veces y en 2012 ganó las elecciones, pero sus 50 diputados no resultaron suficientes contra la alianza de PSOE e Izquierda Unida. “Desde los noventa”, explica Arenas, “el PP se convierte en casi hegemónico en las grandes ciudades y en los grandes centros urbanos. Hubo un momento en que, de las 28 ciudades más importantes, gobernamos en 25. Pero el cambio que proponíamos nosotros encontraba gran resistencia en lugares donde se unían dos componentes. Mucho aparato administrativo y sitios muy dependientes del complemento del PER. Yo lo he dicho siempre. El voto cautivo no existe. Los andaluces votan en libertad. Ahora bien, dicho esto, también es cierto que muchos creen que el único partido que garantiza el complemento de renta del PER es el PSOE. Aunque la función pública andaluza optó con toda nitidez por el PP, en el espacio de las empresas públicas —que agrupa a miles de personas— siempre existió una gran incertidumbre ante lo que pudiese deparar un cambio político”.
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