El pragmatismo del 78 alumbra la monarquía parlamentaria
El pleno del Congreso aprobó el artículo primero de la Constitución, sobre la definición del modelo de Estado, por 196 votos a favor, 115 abstenciones y nueve votos en contra
Cuando los siete padres de la Constitución se juntaron por primera vez en la tarde del 22 de agosto de 1977 para pensar la ley de leyes acordaron redactar un texto manejable y práctico: “Tan breve como sea posible pero que incluya cuanto sea necesario”. El empeño concluyó con un preámbulo, 169 artículos, cuatro disposiciones adicionales, nueve disposiciones transitorias, una disposición derogatoria y una disposición final.
El primer obstáculo llegó con la definición del modelo de Estado. En la sesión del 25 de agosto, los representantes de PSOE, PCE y Alianza Popular manifestaron sus reservas por las referencias a la monarquía en el primer artículo de la Constitución. Pese a aquella dificultad aparente, el texto que salió de la primera sesión apenas se modificó durante los siguientes meses de trepidante tramitación parlamentaria y fue aceptado por la mayoría de los grupos.
El pleno del Congreso aprobó ese artículo primero el 4 de julio de 1978 por 196 votos a favor, 115 abstenciones (PSOE, dos diputados de Minoría Catalana y un diputado de UCD) y nueve votos en contra (cinco del PSOE, uno de ERC y tres nacionalistas vascos).
El pragmatismo se impuso sobre la ideología en el debate de un texto que señalaba el camino: “La forma política del Estado español es la monarquía parlamentaria”.
El Rey reina pero no gobierna. “La Monarquía no se convierte, según nuestro proyecto de Constitución, en una institución gubernamental, no sustrae a la soberanía popular ninguna parcela de poder, sino en una institución arbitral”, explicó Miguel Herrero y Rodríguez de Miñon (UCD).
Óscar Alzaga (UCD) pretendió zanjar el debate aludiendo a la delicada situación política: “No es posible plantearse la forma política que hoy interesa a España desconociendo la coyuntura por la que atraviesa el país. La democracia no sería posible sin la Monarquía. Hoy la República no es posible porque no serviría de encuentro”.
La democracia no sería posible sin la Monarquía Óscar Alzaga
El encuentro hizo posible un amplio consenso sobre la Monarquía como forma política del Estado español, y sobre el mantenimiento en el trono del Rey Juan Carlos, pese a que no había sido elegido por el pueblo sino designado por el dictador Francisco Franco.
Del pragmatismo hizo virtud el portavoz catalán Miquel Roca: "Hemos dado nuestro voto favorable a la Monarquía. [...] No se trata de discutir ahora cuál es la máxima democracia, sino cuál es la vía más rápida hacia la democracia con los menores costos".
La Monaraquía es la vía más rápida hacia la democracia con los menores costos
Miquel Roca
En aquel debate, todos coincidieron en el papel fundamental desempeñado por el Rey Juan Carlos durante el tránsito de la dictadura a la democracia. “No pongamos trabas”, pidió José Pedro Pérez-Llorca (UCD), “a una institución que ha presidido entre nosotros un proceso de cambio inimaginable o para quienes imparcialmente han asistido a lo que bajo su égida se han hecho en favor de la libertad desde que se inició el despliegue de su propia actuación”.
Santiago Carrillo, líder del PCE, se sumó a las alabanzas: “El jefe del Estado ha sido una pieza decisiva en el difícil equilibrio político establecido en este país y lo sigue siendo. Él ha desempeñado el papel de bisagra. [...] Esa es la realidad. La realidad no corresponde siempre al ideal imaginado. [...] Si en las condiciones concretas de España pusiéramos sobre el tapete la cuestión de la república, correríamos hacia una aventura catastrófica en la que, seguro, no obtendríamos la república, pero perderíamos la democracia. En aras de la democracia y de la paz civil, votamos a favor de la Monarquía”. Y avisó: “Mientras la Monarquía respete la Constitución y la soberanía popular, nosotros respetaremos la Monarquía".
Si ponemos sobre el tapete la República, no la obtendríamos y perderíamos la democracia, Santiago Carrillo
Su postura posibilista contrastó con la que mantuvo el grupo socialista cuando se debatió el artículo 1 en la comisión constitucional. Luis Gómez Llorente defendió la República en nombre del PSOE y optó por la abstención en el primer trámite: “Ni creemos en el origen divino del poder, ni compartimos la aceptación de carisma alguno que privilegie a este o a aquel ciudadano simplemente por razones de linaje (…) Cualquiera ha de entender que quienes nos sentimos impulsados por la lucha contra el privilegio, y no aceptamos otra carta de singular retribución que el propio esfuerzo y el mérito, prefiramos la República como forma de Gobierno (…) En España, la libertad y la democracia llegaron a tener un solo nombre: ¡República!”.
Y pese a este discurso encendido, los socialistas entendieron que el veto a la Monarquía sería poco útil para la democracia: “Si en la actualidad el Partido Socialista no se empeña como causa central y prioritaria de su hacer en cambiar la forma de Gobierno es en tanto en cuanto puede albergar razonables esperanzas en que sean compatibles la Corona y la democracia, en que la Monarquía se asiente y se imbrique como pieza de una Constitución que sea susceptible de un uso alterativo por los Gobierno de derecha o de izquierda que el pueblo determine a través del voto y que viabilice la autonomía de las nacionalidades y las regiones diferenciadas que integran el Estado”, declaró Gómez Llorente.
Heribert Barrera, diputado de ERC, cargó las tintas sobre la incompatibilidad de la democracia con la Monarquía y argumentó su rechazo al artículo 1: “La Monarquía es un sistema fundado sobre privilegios hereditarios que no respetan el principio de igualdad que hemos consagrado en el primer apartado del artículo 1º. No me parece exacto que la Monarquía haya sido el motor del cambio: el motor ha sido el pueblo, y Don Juan Carlos ha sido el conductor, el afortunado conductor. La Monarquía es, dígase lo que se diga, una apuesta sobre las virtudes de El Príncipe. No creo, señores diputados, que sea prudente asentar al Estado sobre el azar de las combinaciones cromosómicas”.
“Que la jefatura del Estado recaiga en una persona por herencia o por adopción parece, en principio, incompatible con la democracia; que un monarca sea soberano va, en principio, contra la soberanía popular”, apostilló el socialista catalán Eduardo Martín Toval.
Y el vasco Letamendia, también opuesto a la Monarquía, recordó los orígenes del Rey: “No tenemos nada contra la persona física de Juan Carlos, ni en contra ni a favor. Es cierto, contra lo que pudo temerse en un principio, que no es el monarca del fascismo. Pero es el monarca de la reforma, y la reforma no puede curar las llagas de Euskadi. [...] Nosotros no olvidamos que la Monarquía actual fue instaurada por el dictador; que Juan Carlos no ha sido elegido por el pueblo”.
A través de la historia de la Monarquía, el catalán Miquel Roca encontró en su discurso el origen de la unidad de España “como un pacto libre entre pueblos diferentes que encontraban en el mutuo respeto y en la solidaridad la fuerza de una causa común”. Por esa razón, el portavoz de la minoría catalana anunció su voto a favor: “Queremos hoy abrir vías positivas de confianza, vías entusiasmadas de confianza hacia lo que puede jugar en este sentido la nueva Institución monárquica que la Constitución define”.
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