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Un juez prohíbe a un hombre mirar fijamente a unos vecinos a los que acosaba

La denunciante ha conseguido una orden de alejamiento tras dos años de “tortura diaria”

Virginia Vadillo
Audiencia Provincial de Murcia
Audiencia Provincial de Murcia. Google Maps

Ni tirar huevos, ni hacer pintadas, ni colgar carteles. Ni siquiera mirar a sus vecinos. Es la condena que la Audiencia Provincial de Murcia ha ratificado para un hombre que, durante dos años, no ha dejado de acosar a diario a sus vecinos de rellano y con los que no podrá mantener ningún tipo de contacto durante seis meses, además de pagar una multa de 180 euros por “coacciones leves”.

La denunciante, que prefiere mantenerse en el anonimato por miedo a futuras represalias, ha explicado en una conversación telefónica con EL PAÍS el “calvario” que ha sufrido desde que, hace ahora dos años, tras dejar su coche en el garaje del edificio, sus tres hijos, menores de edad, le dijeron que el vecino les estaba sacando la lengua “de forma obscena”.

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“Llevábamos 18 años viviendo en el edificio y él era el típico vecino raro. No saludaba a nadie, estaba peleado con toda su familia y había causado ya problemas en la comunidad, haciendo pintadas y destrozos en las zonas comunes. Les dije a los niños que no hicieran caso y lo dejé pasar”, relata. Pero los gestos obscenos hacia los menores continuaron repitiéndose y fueron a más cuando una tarde, asomado a su balcón, les enseñó el trasero y les amenazó con tirarles huevos.

La madre lo denunció en comisaría al día siguiente y “a raíz de esa denuncia, empezó el martirio”, asegura. O lo que es lo mismo: cáscaras de huevos a en la puerta de su piso, carteles y dibujos pegados en su vivienda y en su coche, escupitajos en el vehículo, dibujos de niños desnudos, llamadas al timbre de madrugada y una constante obsesión de que estaba siendo perseguido por un amigo de la familia.

Con esos hechos, la familia interpuso una segunda denuncia, y una tercera cuando, además de esas coacciones, el vecino comenzó a perseguir a la denunciante cuando hacía la compra en el supermercado. Todas ellas se saldaron con sentencias que le condenaban a multas de unos 100 euros, excepto en el caso de exhibicionismo ante los menores, aún en trámites, pero ninguna sirvió para suavizar la situación, sino más bien al contrario.

La sentencia actual es fruto de la cuarta denuncia de la familia: el vecino llegó a tirar del pelo a la mujer en julio de 2017 y la justicia dictó esta peculiar “orden de alejamiento” durante seis meses, en los que la Audiencia Provincial condena al acusado a evitar cualquier contacto con los denunciantes hasta el punto de prohibirle incluso “mirar fijamente” a la vecina ni a sus hijos.

Para el abogado de la familia, Vicente Sanmartín Aisa, se trata de una sentencia novedosa, pues este tipo de coacciones suelen ser tratadas como faltas que se penan con multas casi en exclusiva. En su opinión, las órdenes de alejamiento contra vecinos solo se establecen en casos muy extremos, ya que es muy difícil evitar un contacto real sin echar a la persona implicada de su vivienda. Por eso, se siente muy satisfecho con esta sentencia, que ha cumplido con las expectativas de la denunciante.

No obstante, y aunque satisfecha, la familia ha acabado por abandonar el edificio y mudarse, “principalmente por los niños”, asegura, que vivían con “miedo constante”. “Te sientes impotente, porque la justicia te da la razón, pero el acosador sigue viviendo a tu lado. Siempre tienes miedo. Acabas psicológicamente destrozada”, ha lamentado. Por eso, ha animado a cualquier persona que sufra una situación similar a que acuda a los tribunales, para que se pueda crear jurisprudencia que ayude a terminar con este tipo de acosos vecinales.

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Sobre la firma

Virginia Vadillo
Es la corresponsal de EL PAÍS en la Región de Murcia, donde escribe sobre la actualidad política, social y medioambiental desde 2017. También trabaja con la Agencia EFE en esa comunidad autónoma. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo de Agencias por la Universidad Rey Juan Carlos.

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