‘Isco’, la leyenda de un delincuente común hecho narco
El hermano mayor del clan de la droga linense de ‘Los Castaña’ se entrega tras dos años en busca y captura
Ya en la comisaría de Policía de La Línea de la Concepción (Cádiz), cara a cara con los agentes de los que llevaba huyendo dos años, cabizbajo, Francisco Tejón, el narcotraficante más buscado de España, les dijo: “No hice el videoclip para reírme de vosotros”. Nadie le creyó. “Demasiada sumisión para lo que es él”, dice un agente. “Dice eso para que no le putee mucho nadie ahora que ha caído”, asegura. “Él es mucho más chulo que todo eso, es un juerguista, ostentoso, madridista a ultranza y mucho más malo que su hermano”.
Isco, como es conocido popularmente el mayor de los dos hermanos que lideraban el narcoclan más importante de tráfico de hachís del Estrecho, el de Los Castaña, se entregó ayer por la mañana. Un coche de la policía le recogió —previo acuerdo— a las 7.00 en el restaurante Mireia, en su barrio, en su zona de seguridad, en el laberinto de viviendas que paso de ser su refugio a ser su prisión.
A sus 39 años, la última vez que fue visto a las claras, “en su salsa”, fue precisamente en ese videoclip de reguetón del cantante de origen cubano Clase A titulado Candela, publicado hace 11 días y del que se desconoce cuándo se grabó. “Se le ve haciendo de sí mismo”, dicen los investigadores, que conocen su vida de “lujos horteras, fiestas sonadas, putas y coches caros” antes de que la Justicia le pusiera en busca y captura.
Acorralado, condenado a una clandestinidad que solo le permitía salir a la calle con un casco puesto y en moto, lo intentó todo, sobre todo después de la detención de su hermano Antonio el pasado 7 de junio, con un espectacular despliegue policial en el barrio de La Atunara.
Han sido meses de infructuosos intentos de negociación por parte de sus abogados y su entorno: “Nos ofrecieron de todo: colaboración, vender a otra gente, dinero...”, aseguran los investigadores. No son pocos los que le recuerdan, en el verano de 2016, paseándose con un Lamborghini alquilado por Sevilla, “de fiesta con chicas de pago y colegas”, cuentan quienes le han seguido los pasos de cerca y han llegado a entrar en su casa para detenerlo mientras estaba dirigiendo un alijo desde otro sitio, “y se le oía gritar por el teléfono de quien le avisaba: “¡Para atrás!” a la goma [la lancha]”. Un tipo que mantenía las lanchas custodiadas por su gente 24 horas, capaz de alijar cinco veces a la semana, llamaban a su grupo “el Real Madrid”.
Así, quien empezara a edad temprana como “un chorizo de poca monta”, dicen policías de La Línea, se ha convertido en héroe popular dentro de la narcocultura implantad en el Campo de Gibraltar, donde los narcotraficantes han empleado a centenares de jóvenes que ahora reivindican a sus capos del hachís a ritmo de rap frente a un Estado que les ha abandonado, y se tatúan narcolanchas en los brazos y se hacen camisetas con sus siluetas. Son los impulsores de ese “narco estado del bienestar” —como lo denomina la Coordinadora contra la Droga de La Línea—, “que da de comer a muchas familias”.
Los Castaña empezaron trabajando para Messi, Abdellah El Haj, el narco arrestado en una falsa operación hace un año y puesto en libertad tras pagar 80.000 euros y supuestamente dar información relacionada con el terrorismo. Un escándalo que alimentó la leyenda de la impunidad que les rodea a todos.
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