La tragedia de Joana, la farmacéutica de Manacor
La mujer se desvió para evitar retenciones y topó con el torrente desbordado en Son Carrió. El agua la arrolló a ella y a su hijo
“Solo de pensarlo, me sube una cosa por la barriga…”, decía este viernes entristecido un vecino de Sant Llorenç, sentado en la terraza del Grill C’As Bombero, en Manacor, junto a la farmacia de la familia Lliteras. “Es que la he visto desde que era así”, explicaba, señalando la estatura de un niño, porque ha trabajado en las tierras del agroturismo que la familia tiene en Artà. Y porque vive de alquiler en una casa de ellos. Una mujer, sentada en la mesa de al lado, se emociona al escucharlo. “Era magnífica”, afirmó, con la voz rota. Hablaban de Joana Lliteras, la mujer de 40 años que murió el martes víctima de la riada a su paso por Son Carrió, en Mallorca. Logró poner a salvo a su hija de cinco años, pero no a su hijo de seis.
Junto a su madre, la también farmacéutica Margarita Planas, Joana regentaba una farmacia en la entrada de Manacor. Cada día desayunaban y comían en C’As Bombero, donde la recuerdan con la sonrisa siempre en los labios. El periódico del día, que pasaba de mano en mano entre los clientes del bar, lleva su foto acariciando un delfín. La farmacia está cerrada a cal y canto.
Joana murió el martes cuando iba camino de su casa, en Manacor. La Guardia Civil trabajaba con la hipótesis de que se desvió por las carreteras secundarias hasta Son Carrió para evitar las retenciones que estaba causando la lluvia, cuando la sorprendió la tromba de agua del torrente Ses Planes, que bajaba desbordado. La mujer llamó a su marido, de origen holandés, que estaba fuera, pero la comunicación se cortó. Tuvo tiempo de sacar a su hija Úrsula, de cinco años, del Hynduai negro que conducía y dejarla en una zona medio segura, de donde la rescató un ciclista. Luego salió ella, con Artur, de seis años, pero la corriente se los llevó por delante a los dos. La Guardia Civil encontró el cuerpo de Joana el miércoles, atrapado en el curso del cauce del torrente en Son Carrió. De Artur, solo han hallado una mochila con ropa que llevaba ese día.
En las fotos de las redes sociales se ve la familia al completo de Joana: sus tres hijos, de cinco, seis y ocho años (el mayor no iba en el coche) y su marido. Posan sonrientes, en la piscina. Ella deja claro que es amante de los animales y socia de Médicos sin Fronteras, a los que apoyó en el día de su cumpleaños. “He elegido esta organización sin ánimo de lucro porque su misión significa mucho para mí y espero que contribuyáis con la causa como forma de celebrarlo conmigo”, pedía. También abundaban las imágenes de sus hijos.
Su marido y varios amigos participaron en las labores de búsqueda de Artur. “Queremos ayudar en todo lo que sea posible”, respondían escuetos y ojerosos los allegados. El cuerpo del menor sigue sin aparecer, engullido por un torrente que se ha convertido en un lodazal de piedras, sedimentos y maleza acumulada que dificultaba enormemente las tareas del Ejército, la Guardia Civil, Bomberos y demás efectivos que rastreaban palmo a palmo el cauce.
Los especialistas se valieron de maquinaria pesada para abrir espacios y que los perros pudiesen entrar con más facilidad y rastrear, centrándose sobre todo en Son Carrió. “Una excavadora casi se nos queda atascada en dos metros de barro. Es muy duro, porque el niño puede estar en cualquier sitio, atrapado por una piedra y cubierto de lodo”, lamentaba uno de los militares destinados en la zona. Entre los especialistas, había algunos veteranos de la Guardia Civil que ya participaron en el rescate de cuerpos en la riada de Biescas (1996), donde murieron 87 personas. “El último creo recordar que también fue un menor y tardó 12 días en aparecer”, explicaba uno de ellos, caña en mano, con la que sacudía cada montón de maleza a su paso. El ruido de las aspas del helicóptero, que volaba bajo peinando el curso del torrente, le obligaba a levantar la voz para hacerse oír.
Al lugar se desplazaron también José Andrés López, de 37 años y Josep Fortesa, de 26, dos geógrafos de la Universidad de las Islas Baleares, pertrechados con un palo que aseguraban que era un GPS. Iban a marcar la zona para luego sobrevolarla un dron: “Reproduciremos lo que pasó, lo analizaremos y trabajaremos la prevención para que no se vuelva a repetir”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.