“Las mujeres no vamos a tolerar faltas de respeto ni un minuto más”
María Teresa Fernández de la Vega relata cómo ha ido rompiendo techos de cristal allá por donde ha pasado, hasta llegar a la presidencia del Consejo de Estado
María Teresa Fernández de la Vega (Valencia, 1949) ha ido rompiendo techos de cristal allá por donde ha pasado. Entró en política en 1982. Fue la primera secretaria de Estado de Justicia, en 1994; la primera vicepresidenta del Gobierno, en 2004, con el socialista José Luis Rodríguez Zapatero; la primera mujer en presidir un Consejo de Ministros; la primera consejera permanente del Consejo de Estado, en 2010. Y ahora, con 69 años, se ha convertido en la primera mujer en presidir el máximo órgano asesor del Ejecutivo.
La entrevista se celebra en el palacete silencioso del siglo XVII, en el Madrid de los Austrias, que alberga el Consejo de Estado. De la Vega sube cada día su imponente escalera blanca, ignorando el ascensor, casi como liturgia. “A través de estos escalones se hace la transición del mundo exterior a este otro espacio de reflexión”, dice. Está remodelando su despacho. Se queda con un gran retrato de Felipe VI pero ha prescindido de otros lienzos “un poco oscuros”.
Sobre una repisa de su despacho ha colocado un cartel de homenaje a sus tías Elisa y Jimena Fernández de la Vega, médicas; las primeras mujeres que estudiaron en una universidad gallega a principios del siglo XX. El primer día que las gemelas Fernández de la Vega asistieron a una clase de anatomía en Santiago, el profesor las conminó a salir del aula. Consideraba que no podían ver un hombre desnudo, por muy muerto que estuviera. Ellas abandonaron airadas la clase, la universidad, y regresaron a su Asturias natal hasta que un grupo de estudiantes varones fue a buscarlas: habían convencido al profesor para que pudieran asistir a las lecciones de anatomía. Las jóvenes regresaron, pero hicieron las cosas a su manera. Estudiaron por su cuenta, se licenciaron con notas extraordinarias en 1919 y tuvieron carreras notables.
Pregunta. Como sus tías, usted ha sido pionera en conquistar espacios públicos ¿Cómo ve hoy a España en materia de igualdad?
Respuesta. Somos un país referente. Ya lo fuimos. Cuando fui vicepresidenta del primer Gobierno paritario me llamaban de todas partes. Éramos referente por el número de mujeres que había en el Gobierno y por nuestro programa. La primera ley que aprobamos fue la ley para luchar contra la violencia de género, luego fue la ley de igualdad, la del matrimonio homosexual… Se produjo un cambio muy importante. ¿Suficiente? No, porque venimos de lejos y desgraciadamente queda mucho por hacer, pero en este momento estoy esperanzada. Sin igualdad no hay democracia, no una democracia plena.
P. ¿Por qué tuvo tanto éxito en nuestro país el 8 de marzo?
R. En España, y en todo el mundo, las mujeres habíamos tenido una época de avances. Luego vino la crisis y lo arrasó todo. Afectó especialmente a los más vulnerables, y las mujeres seguíamos siendo vulnerables. Ahora la situación económica ha mejorado y, por otro lado, en la escena internacional hemos visto aparecer a un ciudadano superpoderoso de un país superpoderoso que falta al respeto a las mujeres. Creo que esta falta de respeto es lo que hace que todo estalle. El movimiento MeToo tiene mucha importancia porque justamente nace en la fábrica de sueños que es Hollywood, en el lugar donde se crean las historias y se retratan las realidades de nuestro mundo para muchos millones de personas. Este movimiento pasará a la historia como algo muy relevante.
Este movimiento de las mujeres pasará a la historia como algo muy relevante.
P. Pero ¿cuál cree que es el hecho diferencial español? ¿qué explica una jornada de huelga y manifestaciones masivas que no se produjeron en otros países?
R. Veníamos de una legislatura en la que se estaban dando pasos atrás y quisimos decir: “Se acabó”. No queremos esperar 50 años más a que se cierre la brecha salarial, no queremos seguir trabajando gratis, no queremos que el trabajo de los cuidados lo hagamos 100% las mujeres y sin cobrar. No estamos dispuestas a seguir sufriendo las consecuencias de un modelo que durante siglos ha hecho de lo masculino un valor preponderante y de lo femenino un valor subordinado. Las mujeres no vamos a tolerar la falta de respeto ni un minuto más.
P. Ustedes aprobaron la ley contra la violencia de género, pero las mujeres siguen muriendo a manos de sus parejas y exparejas.
R. Si no fuera por esa ley no hablaríamos de violencia de género, no tendríamos juzgados especializados, no tendríamos una infraestructura que ha concienciado profundamente a una sociedad. La ley de igualdad también abrió camino para que hoy un inspector de trabajo pueda ir a una empresa, pedir los salarios y poner una multa si son distintos para hombres y mujeres. Pero luego esas leyes las aplica el patriarcado. Las cuotas en los partidos, por ejemplo, ¿quiénes las aplican? Las cúpulas de los partidos ¿y cómo están integradas? Mayoritariamente por hombres. Hay que ocupar también esos espacios para que las leyes se respeten.
P. ¿Qué se puede hacer para erradicar la violencia de género?
R. Hay que ir a por todas. Tiene que ser un abordaje radical, global y sostenido porque el problema es que muchas veces se adoptan medidas que no se sostienen en el tiempo. Por otro lado, la educación es clave, y no estoy hablando de implantar Educación para la ciudadanía, que por supuesto hay que recuperar, sino que hay que exigir un compromiso por parte de toda la comunidad educativa, en las escuelas y en las universidades.
P. Las adolescentes y mujeres más jóvenes se han sumado con gran empuje a este resurgir del feminismo en España. Pero, por otro lado, los estudios detectan muchos casos de violencia machista en parejas muy jóvenes.
R. Es una paradoja. La condición feminista es muy importante. Tiene una parte instintiva, pero luego hay que trabajar para dotarla de contenido y de argumentos y poder formular un discurso en términos políticos y reivindicativos. Hay que educar a las jóvenes y a los jóvenes. Es importante que los hombres sean sensibles al feminismo como un movimiento que genera progreso para todos. Hace falta un pacto social de generaciones, de instituciones, y de hombres y mujeres.
P. Usted participó muy activamente en el movimiento feminista de los años 70.
En casa éramos dos hermanos con una escasa diferencia de edad y siempre se protegía la dedicación del varón a las tareas intelectuales.
R. Yo llevo luchando desde que era pequeña. Al principio no era una posición intelectual. Me di cuenta de que me trataban de forma distinta y no me gustó. Nací en una época en la que las mujeres no teníamos derechos. Teníamos unas restricciones tremendas. En casa éramos dos hermanos con una escasa diferencia de edad y siempre se protegía la dedicación del varón a las tareas intelectuales. Si nosotras las teníamos, debíamos llevarlas a cabo después de las labores que nos correspondían por razón de nuestro sexo. Yo me rebelé contra eso siempre.
P. ¿Cómo recuerda la primera vez que presidió un Consejo de Ministros?
R. Fue muy emocionante no solo por el hecho de presidirlo sino por la fuerza simbólica que tenía que por primera vez una mujer presidiera el órgano de gobierno democrático del país. Quise compartirlo con las mujeres de Moncloa y las reuní a todas porque siempre he pensado que yo estaba ahí solo porque había estado en el lugar adecuado en el momento oportuno. Como yo, podía haber estado cualquier otra. Y si yo hoy estoy aquí como presidenta del Consejo de Estado, es por las jóvenes que han seguido manteniendo la lucha por la igualdad. Yo debo esto a las mujeres y al movimiento feminista, un movimiento que ha sido muy criminalizado. Ahora ya se va aceptando, pero cuando era joven nos miraban casi como unas señoras que no éramos ni mujeres.
P. ¿Se ha sentido discriminada?
R. Creo que en general he sido muy privilegiada, pero claro que he vivido situaciones en las que el trato ha sido absolutamente machista. No hay ninguna mujer que no haya vivido alguna situación así. De repente dices '¿Y esto por qué? No es posible'. Y resulta que sí es posible, que está pasando. Ahora las detecto enseguida y me duele mucho cuando veo que les pasa a mujeres que igual no son del todo conscientes. Hoy por fortuna todo está cambiando y las jóvenes tienen mucha conciencia.
P. Hay voces que hablan de caza de brujas a los hombres, de acusaciones sin pruebas y llevadas a cabo sin acudir a los tribunales; de pérdida de garantías.
R. Creo que el debate es bueno, así que bienvenido sea. Entiendo que la gente se pueda sentir atacada y lo exprese. Solo les hago una reflexión: si ellos se sienten atacados, que piensen cómo se siente una joven cuando es atacada. Si todos nos ponemos en el lugar del otro, probablemente avancemos.
Si ellos se sienten atacados, que piensen cómo se siente una joven cuando es atacada. Si todos nos ponemos en el lugar del otro, probablemente avancemos.
P. En su discurso de toma de posesión como presidenta del Consejo de Estado habló de las emociones como motor del cambio. ¿Cree posible que valores tradicionalmente vinculados a lo femenino pasen al espacio público?
R. Es imprescindible incorporar los valores de la mitad de la ciudadanía. Somos iguales pero distintos; es una diversidad que aporta riqueza. Una sociedad que no atiende a sus niños y a sus mayores es una sociedad depravada, pero eso no puede recaer solo en la mitad de la población. Oigo decir a muchos hombres que cuidan a sus niños que no se lo quieren perder. Son pocos. Quizá otros no saben lo gratificante que es.
P. ¿Le costó renunciar a un cargo vitalicio, como ser consejera permanente del Consejo de Estado, para acceder a la presidencia?
R. La verdad es que yo pensaba que me jubilaría aquí. Cuando me lo dijo el presidente Sánchez le respondí: ‘Yo te propongo nombres de mujeres’, y me dijo: ‘No, quiero que seas tú’. Y como siempre he trabajado por lo público, y además son tiempos complicados, no podía decir que no.
“El Consejo de Estado más que poder tiene autoridad”
Pregunta.¿Qué hace el Consejo de Estado?
Respuesta. Es el máximo órgano consultivo del Estado y el más antiguo de nuestra Administración en su configuración actual. Su misión es asesorar al Gobierno en sus iniciativas normativas y en cuestiones referidas al funcionamiento de la Administración. La comisión permanente es el principal órgano ejecutivo y está formada por consejeros elegidos entre personas de reconocido prestigio con experiencia y que hayan desempeñado funciones en distintos ámbitos del Estado. Su nombramiento es vitalicio, lo que ha determinado una configuración de consejeros independientes y de naturaleza plural al haber sido nombrados por gobiernos de distinto color. Aquí las discusiones están llenas de argumentos y razones. El debate es muy rico y no es raro que los consejeros cambiemos de opinión. Se puede venir con una posición y después de escuchar los argumentos de todos, cambiarla, algo que no sucede fácilmente en otros ámbitos de la vida pública.
P. Sus dictámenes no son vinculantes.
R. Su fuerza radica en la calidad de su contenido. Por eso, esta casa más que potestas tiene auctoritas. Su legitimidad, su prestigio, se basa en su cualificación, en el buen hacer jurídico y democrático. En más del 90% de los casos el Ejecutivo atiende nuestras observaciones.
P. ¿Qué cambiaria?
R. Mejoraría el uso de las tecnologías de la información y la comunicación. El ciudadano tiene derecho a conocer sus instituciones. Hay que facilitar un mayor conocimiento del Consejo por parte de la sociedad.
P. ¿Y del funcionamiento interno? Algunos consejeros no permanentes tienen o han tenido vínculos con empresas o bancos.
R. Los consejeros permanentes tenemos un régimen absoluto de incompatibilidad. Los consejeros de pleno también tienen un régimen estricto de incompatibilidades y deben inhibirse en todos aquellos asuntos en que hayan podido intervenir o pueda haber conflicto de intereses. No conozco ningún caso en el que se haya incumplido la ley.
P. ¿Usted es la presidenta ahora, pero cómo va de mujeres el Consejo de Estado?
R. En este momento en la comisión permanente no hay ninguna porque me he ido yo, que durante estos años he sido la única. Aún hay camino por recorrer.
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