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El misterio del Cristo emparedado

La iglesia de un pueblo de Cádiz expone una talla cristífera del siglo XVI, tras descubrirla quemada y tapiada en un nicho oculto

Jesús A. Cañas
Figura localizada en la parroquia de Santa María Magdalena.
Figura localizada en la parroquia de Santa María Magdalena.

Cuatro años de runrún, de especulaciones y de misterio por una pregunta que no consigue respuesta clara. ¿Qué hace un Cristo, quemado y mutilado, emparedado en la iglesia del pueblo? Esa es la duda que corroe a algunos de los más de 7.000 habitantes de Puerto Serrano (Cádiz), después de que en 2014 un electricista se llevase “un susto enorme”, mientras que picaba un muro de la parroquia de Santa María Magdalena. “Dio con un nicho, alumbró con la luz del móvil y vio lo que creía que era un muerto”, añade el historiador Juan Jesús Portillo Ramos.

De aquel hallazgo poco más se supo. El párroco de entonces decidió volver a tapiar el hueco, pero el rumor ya estaba inoculado y latente en el pueblo. Aún hoy la pregunta sigue en el aire, solo que ahora el misterio está, en parte, resarcido y sobrecoge al que mira la pared más cercana al campanario de la iglesia. Allí luce, desde hace escasos días lo que queda del Cristo emparedado, después de que el actual párroco, Pedro Antonio Lozano, haya decidido sacar la imagen de su letargo, limpiarla, consolidarla y volverla a colocar a exposición de los fieles.

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“La verdad es que la imagen impone muchísimo. Estábamos algo asustados pensando que la gente se lo iba a tomar peor al verlo en la iglesia, sin embargo hoy he ido y ya le han dejado flores”, reconoce Portillo. Es el desenlace parcial de un misterio que tiene una raíz aún más antigua. “La imagen estaba tras un altar de yesería que se quita en los 80. En 1986 es cuando se descubre el Cristo por primera vez, según recuerdan algunos mayores”, explica el historiador. Quizás por respeto o quizás por conmoción, al igual que ocurrió en 2014, se decidió dejar la talla donde estaba.

Pero todo cambió este pasado mes de abril. Esta vez de forma deliberada, un operario picó en el lugar donde unos años antes el electricista se llevó el susto de su vida y allí estaba la imagen, dentro de un nicho que antaño pudo ser un enterramiento. “Estaba desmembrado, era como si fuese un puzzle. Faltaban los bíceps, los dedos, las tibias, la nariz y parte del cabello”, relata el restaurador Ismael Rodríguez, encargado de los trabajos de adecentamiento del Cristo que han concluido hace unas semanas.

“Pronto nos dimos cuenta de los secretos de los que nos hablaba la imagen”, apunta Rodríguez. La talla, realizada en madera de cedro, tenía signos de haber sufrido el ataque de hongos y de haber sido quemada en algún momento. Sin embargo, Rodríguez no tiene constancia alguna de que la iglesia, del siglo XVII, “haya sido saqueada nunca en su historia”. Por ello, el historiador maneja una hipótesis principal: “Puede que la imagen sufriese un ataque de algún tipo de xilófago y se decidiera quemar para evitar que la plaga se extendiese, algo que antes era común. Sin embargo, como el cedro es complicado que arda, quizás decidieran emparedarla para no tenerla que tirar a la basura”.

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También la antigüedad de la imagen genera misterio. Desde que la talla se sacó de su nicho, Portillo ha estado indagando cualquier rastro en los archivos del Arzobispado de Sevilla y del Obispado de Jerez. En una descripción del siglo XVII, hay constancia de un crucificado que no es el mismo que el que está expuesto al culto en la iglesia desde el siglo XVIII. Además, el historiador sabe de la existencia de una hermandad de la Vera-Cruz (advocación que suele referirse siempre a crucificados) a principios del mismo siglo XVII.

Eso también coincidiría con la datación que el restaurador hace en función de los rasgos estilísticos de la escultura: “En el sudario y en el rostro se le aprecian rasgos suaves, propios de tiempos más arcaicos”. Por ello, Rodríguez que se inclina a pensar que la talla puede ser del siglo XVI y “no posterior” a esos años. El experto ha localizado clavos en los bíceps que podrían encajar con el mecanismo articulado que permitía desenclavar al Cristo de la cruz para que pudiese servir tanto de crucificado como de yacente. También hay elementos de sujeción que denotan que la imagen pudo tener una peluca de pelo natural, del gusto de los siglos XVII y XVIII.

“Quizás fuese el titular de la Vera-Cruz y dado el mal estado que presentaba, en el siglo XVIII se encarga una nueva imagen -la que hoy está en la iglesia- y se empareda esa”, reconoce el historiador. Porque otra incógnita sin averiguar es saber desde cuándo la escultura estaba escondida en la pared. La horquilla del momento exacto es de casi 200 años, según explica Portillo: “Estaba en una zona de la iglesia que se amplió en 1796, concretamente en lo que fue una puerta que se tapió y hasta 1986 no apareció por primera vez”.

En estos meses, el restaurador se ha limitado a realizar una limpieza y consolidación de las piezas que componen al Cristo. “Se ha optado por conservación y no por restauración porque si reconstruyésemos toda su anatomía la imagen sería más mía que del autor que la hizo”, razona Rodríguez. Posteriormente, el experto ha colocado todos los elementos sobre una nueva cruz en la disposición que llevarían si la imagen estuviese completa. El sobrecogedor resultado, nombrado como Cristo de la Vera-Cruz como guiño a la advocación que quizás tuvo en el pasado, ya es visible para todos los que se acerquen a la parroquia de la Magdalena. De momento, ya hay quien le ha puesto flores a sus pies. Quizás haya sido por devoción. O quizás como una forma de pedir perdón en nombre de quién quemó, tapió y ocultó con tanto ahínco al misterioso Cristo emparedado de Puerto Serrano.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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