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El “terror rural” que acabó en muerte en una aldea de Galicia llega a juicio

El fiscal pide 17 años para el supuesto asesino de holandés Martin Verfondern y 18 para un hermano del acusado si se prueba que participó en su matanza

El presunto homicida de Verfondern, retratado por su víctima.

Ocho años y medio después de su desaparición y justo cuando se cumplen cuatro del hallazgo fortuito de su esqueleto devorado por las alimañas, la muerte de Martin Verfondern, el holandés de Petín (Ourense), llega mañana a juicio con dos miembros de la familia vecina sobre la que siempre recayeron las sospechas sentados en el banquillo de los acusados. El extranjero que en 1997 recaló con su esposa en la remota aldea de Santoalla do Monte "buscando el aire y el agua más puros", para fundar su particular ideal de vida ecológica, murió de un disparo de escopeta en enero de 2010. Supuestamente, tal y como confesó tras su arresto en 2014, apretó el gatillo Juan Carlos Rodríguez González, el hijo menor y discapacitado del otro matrimonio que habitaba Santoalla, una anciana pareja que había resistido y se había hecho fuerte en el apartado lugar tras la desbandada de la emigración. En aquel rotundo paisaje de montaña y casas arruinadas, la convivencia entre las dos familias, instaladas en dos extremos y con caminos diferentes para acceder al pueblo, se fue desmoronando como los propios muros de piedra que solían desplomarse en las noches de invierno. Pese a la hospitalidad de los primeros años por parte de Jovita, la madre de los nativos del lugar, ahora fallecida, el odio fue llenando con el tiempo el vacío que iba abriéndose en el corazón de la aldea abandonada; sobre todo cuando los forasteros empezaron a reclamar sus derechos sobre el monte comunal.

A la presión y el acoso que decía sufrir, Martin Verfondern lo definió en su tortuoso castellano como "terrorismo rural". Y en sus últimos meses de vida, además de entregar a este periódico vídeos y pruebas gráficas de esta violencia, en una entrevista con EL PAÍS señaló directamente a Carlos como el posible brazo ejecutor de aquel enfrentamiento entre familias. El acusado, que entonces había cumplido ya los 42, andaba por el pueblo "con una escopeta al hombro" y, por su minusvalía psíquica tenía, en palabras de su víctima, "el cerebro de un niño de 10 años". El fiscal pide ahora 17 años de prisión para él y acusa también a un hermano mayor, Julio Rodríguez (que en el momento de los hechos tenía 46 años). Pero deja abiertas para este último dos posibilidades: si finalmente el jurado popular solo lo considera encubridor, por su condición de pariente se libraría de la cárcel. Pero si se demuestra que también participó en la matanza, el ministerio público exige una pena de 18 años entre rejas. De momento, desde su arresto a finales de noviembre de 2014, solamente ha cumplido prisión provisional Juan Carlos Rodríguez.

La viuda: "Si me marchara, ellos ganarían esta guerra"

S. R. P.

La viuda de Martin Verfondern, que padece una enfermedad degenerativa de la vista, sigue sacando su proyecto de agricultura y ganadería ecológica en Santoalla. Allí Margo Pool vive sola, con la única visita periódica de voluntarios que viajan a este extremo oriental de Galicia para aprender a cuidar cabras y cultivar tierras y con los que contacta a través de un programa internacional. "Si me marchara, ellos ganarían esta guerra", declaró a El País tras recuperar los huesos de su marido y darles sepultura en el diminuto camposanto de la aldea.

El caso vivido por este matrimonio es considerado por la Asociación Apoco de Apoyo al Acosado Vecinal como paradigmático. Según miembros de este colectivo nacido para luchar contra el acoso, en especial del ámbito rural, la muerte de Martin Verfondern visibiliza las situaciones extremas que viven calladamente muchas personas en España y que algunas veces tienen como fatal desenlace el suicidio en lugar del homicidio. Las dos comunidades autónomas con más casos registrados son, explican, la valenciana y la gallega.

La defensa del principal acusado niega ahora que su cliente apretase el gatillo y atribuye su confesión al estado confuso en que se sumió tras su arresto. Su hermano, que no sufre discapacidad alguna, negó desde el primer día haber matado al holandés de Petín e incluso estar presente en el momento de la supuesta discusión y el disparo. Solo reconoció haber ayudado a ocultar su cadáver y su coche en un pinar situado a 12 kilómetros en línea recta, pero ya en el municipio vecino de A Veiga. Un lugar recién plantado para la producción de madera donde nadie, hasta ocho años y medio después, halló los restos. Fueron agentes de la Guardia Civil, en labores rutinarias de vigilancia de incendios forestales, quienes vislumbraron en junio de 2014 desde un helicóptero el tenue brillo del viejo Chevrolet Blazer de Verfondern. Tras esconderlo entre las filas de pinos, supuestamente había intentado calcinarlo sin éxito.

El fiscal del caso, Miguel Ángel Ruiz, hace un completo relato de los hechos investigados en su escrito de conclusiones provisionales. Martin Albert Verfondern, "conocido como El Holandés", había nacido en Alemania en 1958 pero se había afincado en Ámsterdan y tenía la nacionalidad holandesa. En 1990 se casó con Margo Pool, cinco años mayor, y no tuvieron hijos. A los siete años "decidieron dar un cambio radical en sus vidas y, después de viajar por varios países, se instalaron en la localidad de Santoalla, en el municipio de Petín (Ourense) en mayo de 1997".

"Santolalla, conocida también como Santa Eulalia o Santoalla, es una pequeña parroquia en la falda de la montaña y de difícil acceso, solo por carreteras de montaña desde Petín. En 1997 solo había una casa abierta" mientras el resto habían quedado abandonadas, describe también el fiscal. "En dicha casa vivían Manuel Rodríguez; su esposa, Jovita González; y uno de sus hijos, el acusado Juan Carlos Rodríguez, nacido 1967 y sin antecedentes penales". A Santoalla "subía regularmente [desde la capital municipal, Petín] el otro acusado", Julio Rodríguez, cuatro años mayor y también sin antecedentes, para ayudar en "las labores agrícolas y ganaderas".

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"En un principio la convivencia entre las dos únicas familias era muy buena y realizaban juntas muchas actividades", sigue relatando la fiscalía cómo se fue forjando la crónica negra de Santoalla, un pueblo hasta entonces conocido por haber sido el escenario del primer largometraje del cine gallego (Sempre Xonxa, de Chano Piñeiro, 1989). "La situación comenzó a cambiar cuando Martin y su esposa Margo pretendieron formar parte de la Comunidad de Montes Vecinales en Mano Común" denominada Cabeza de Vilariño o Coto Redondela. "La familia de los acusados se negó" y "este hecho cambió la convivencia radicalmente". Los "conflictos entre las partes" fueron "múltiples", y acabaron "con denuncias de Martin ante la Guardia Civil y el juzgado". Tanto fue así, que la víctima "empezó a temer por su vida" ante las sucesivas "amenazas" de los Rodríguez, y comenzó "los trámites para contratar un seguro de vida". En muchas ocasiones "llevaba consigo una cámara con la que grabar los encuentros [violentos] con sus vecinos".

El 31 de octubre de 2008, el juzgado de Primera Instancia de O Barco de Valdeorras, cabecera judicial de la comarca, dio la razón al vecino extranjero y ordenó inscribirlo como comunero. Este hecho, según la acusación, incrementó "el nivel de hostigamiento de la familia Rodríguez hacia Martin", que multiplicó sus denuncias en el cuartel. El 4 de diciembre de 2009, la Audiencia Provincial confirmaba la sentencia y Verfondern se convertía en comunero de forma definitiva. No pasó más que mes y medio hasta que murió de un disparo.

El fiscal cree que Juan Carlos "decidió acabar con la vida" de Martin Verfondern, "de modo que sobre las 13.15 horas del 19 de enero de 2010, aprovechando que Margo Pool se encontraba en Holanda" por unos días, "esperó a la entrada del pueblo, en un sitio donde necesariamente tenía que pasar" la víctima, "que había salido a hacer la compra". Carlos "portaba una escopeta con la que habitualmente paseaba. Le forzó a que parara el vehículo y a menos de un metro de distancia, y de manera totalmente sorpresiva y sin la más mínima posibilidad de reacción o de defensa por parte de Martin", que estaba en el asiento del conductor, "le disparó un tiro por la ventanilla, lo que provocó su muerte inmediata". El cuerpo "quedó tendido en su Chevrolet Blazer".

"Minutos después apareció su hermano Julio", sigue hilvanando el posible relato de los hechos el fiscal Miguel Ángel Ruiz. "Subía con su tractor desde Petín y se encontró el cadáver dentro del coche, a la entrada del pueblo, y a su hermano Juan Carlos". "Con intención de que el crimen quedara impune, tras aparcar su tractor cogió el coche de Martin, puso su cuerpo en el asiento del copiloto y aprovechando su total conocimiento de la zona lo llevó por pistas forestales a un paraje de "nulo tránsito" denominado As Touzas da Azoreira, "de muy difícil acceso y vedado a la caza". Allí, a 18,5 kilómetros encabalgando caminos, tan solo 12 en línea recta desde Santoalla, "escondió el coche entre unos pinos. Sacó el cuerpo, lo llevó a decenas de metros de distancia y le prendió fuego con unas ramas de pino".

Pero el fiscal ofrece una alternativa en la que involucra de lleno a Julio y lo sitúa como cerebro del crimen. Según este segundo relato recogido en su escrito, los hermanos, "de mutuo acuerdo y en ejecución de un plan preconcebido e ideado por Julio, decidieron acabar con la vida de Martin". De modo que, "sobre las 13.15 horas del 19 de enero de 2010, tras un reparto de papeles" el menor de los dos, con una minusvalía acreditada del 65% y "un retraso mental leve", "esperaría a la entrada del pueblo" con esa arma para la que "no tenía licencia". Allí mismo, después de matar al vecino, aguardó "tal y como estaba pactado hasta que llegó su hermano, que subía con un tractor cargado de hierba, su labor habitual", para "evitar sospechas".

A partir de ese momento, y a pesar de que la extraña desaparición del holandés de Petín fue objeto de una larga investigación por parte de la policía judicial y de muchas informaciones periodísticas tanto en España como en Holanda y Estados Unidos, los Rodríguez negaron durante años y guardaron sin fisuras su secreto. "El vehículo calcinado de Martin fue encontrado por un helicóptero de la Guardia Civil el 17 de junio de 2014", y los escasos restos de su cadáver el día 20, "a unos 95 metros del coche, por agentes que realizaban la inspección ocular", recuerda Ruiz, que considera que Juan Carlos debe cumplir 17 años de prisión porque su "capacidad intelectual y volitiva" está solo "parcial y escasamente afectada". El fiscal lo acusa también de un delito de asesinato en concurso con otro de tenencia ilícita de armas; mientras que a Julio le atribuye, alternativamente, un delito de encubrimiento del que quedaría exento por parentesco, u otro de asesinato como coautor del crimen.

En este segundo supuesto, reclama para el hermano mayor una pena de 18 años (de los que no ha cumplido aún nada) y, al igual que para el menor, la prohibición de residir en el municipio de Petín y aproximarse a una distancia de 300 metros o comunicarse con la viuda de su vecino durante más de un cuarto de siglo. Además, los acusados "deberán indemnizar junta y solidariamente a Margo Pool en la cantidad de 200.000 euros".

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