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De la base militar a la feria de Rota: estadounidenses fascinadas por las castañuelas y el traje de faralaes

La Feria de Rota se convierte en un ejemplo de imbricación cultural con estadounidenses de la Base que participan de su folclore

Laura Pirri, primera por la izquierda y Tomoko Hall, cuarta por la izquierda, con un grupo de amigas.
Laura Pirri, primera por la izquierda y Tomoko Hall, cuarta por la izquierda, con un grupo de amigas.JUAN CARLOS TORO
Jesús A. Cañas

Tomoko Hall quiere saberlo “todo” del flamenco. La estadounidense no es que se esté documentando para una tesis sobre el folclore español como Nancy, la célebre protagonista de la saga de novelas de Ramón J. Sender, aunque poco parece faltarle. Ciñe la cuerda de las castañuelas a sus manos, se coloca en posición sobre el amarillo albero del recinto ferial de Rota (Cádiz) y se arranca a bailar la primera parte de una sevillana. No está sola, otras seis amigas americanas de la Base le acompañan con una soltura que ya quisiera para sí más de un local.

“Llevo ya dos años en clases. Quiero bailar todo el flamenco y aprender toda la cultura española”, confiesa Hall sonriente, poco antes de arrancarse por sevillanas, justo en la puerta de la caseta municipal. Lisa, Christie, Hiromi, Chistina, Hima y Lorelei, ataviadas con trajes de flamenca de estreno, completan el cuadro. Las siete son alumnas aventajadas de la bailaora flamenca roteña Laura Pirri y se han citado en el Día de la Mujer de la Feria de Rota, celebrado el pasado jueves, para bailar unas sevillanas colectivas con el resto de féminas de una localidad que ha celebrado su fiesta más destacada a lo largo de este pasado fin de semana.

Las amigas no son las únicas americanas presentes. Basta un paseo por la calle principal de la feria para descubrir a decenas de familias estadounidenses de paseo o de fiesta y, en el caso de mujeres y niñas, ataviadas con el traje de gitana. Incluso hay casetas como la ‘Empire’ que, con ritmos latinos y fiestas temáticas en inglés, son punto de encuentro habitual del público americano. Son una muestra más de la imbricación cultural de una ciudad de 33.000 habitantes que, desde hace 65 años comparte término municipal, ocio y costumbres con los más de 2.800 militares norteamericanos y sus 1.600 familiares.

Amy Stuart, con sus hijos.
Amy Stuart, con sus hijos.JUAN CARLOS TORO

Con esos mimbres, no es de extrañar la ciudad tenga una singular y amplia oferta hostelera de gastronomía mundial, que celebre una feria de la pizza o que acogiese la apertura de uno de los primeros restaurantes chinos de España, el Shanghái 1968. Y los influjos se dejan sentir también en localidades cercanas. En la feria de El Puerto de Santa María, donde algunos estadounidenses viven en urbanizaciones cercanas a la base, también es común la presencia de estadounidenses en su Feria de la Primavera que coincide en días con la de Rota y concluye en la noche de este lunes. Luego, a partir del 5 de mayo, llegará el turno de vestir de nuevo los volantes para la de Jerez de la Frontera.

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“Mucha gente viene a la feria, pero solo nosotras bailamos”, bromea Hall, de raíces japonesas y casada con un militar americano. Pirri le da la razón en eso de que “son las alumnas más aplicadas”; pero añade: “Le doy clase a unas 20 norteamericanas de la base. Las cosas han cambiado, antes se decía ‘mira esa es guiri’, pero ahora es difícil saberlo. Se preocupan por aprender, conocer el flamenco y mezclarse”. Tanto es así que con Tomoko y las suyas hace tiempo que ya superó la barrera de lo básico en el baile. “Hace dos meses que empezamos con las castañuelas y ya saben bailar cantiñas o bulerías”, matiza la bailaora.

Tanto es así que Hall incluso ya se anima a ayudar a otras compatriotas como Verónica Folkers a desentrañar los misterios del flamenco. La norteamericana, instructora de zumba en la Base, está destinada desde hace años en la provincia con su marido militar. De sus tres hijos, dos han nacido en Rota y es una de las grandes defensoras de la imbricación cultural que en estos días luce la feria de la localidad. “Me encanta la cultura relajada y alegre de España. Soy de las que hace vida fuera de la base desde primera hora, con un buen desayuno de pan, tomate y aceite”, relata Folkers, ataviada con un traje de gitana de diseñador.

Cada año, la joven norteamericana estrena vestimenta típica. Y no es la única, Tomoko tiene varios y confiesa que con cada edición puede llegar a comprarse hasta dos. En el Ayuntamiento de Rota lo saben bien. Por eso, la delegación de Turismo -bajo su oficina ‘Welcome to Rota’- organiza actividades en los días previos a la feria con la idea de que las mujeres destinadas en la base se integren en las costumbres locales y conozcan la oferta comercial que ofrece la ciudad en este sector. Tras varios años en los que celebraba un ‘showroom’ en el Castillo de Luna, este año han optado por organizar un tour por comercios de moda flamenca, zapatos o complementos. A Déborah Anderson no le ha dado tiempo siquiera a estrenar traje, pero Folkers no ha desaprovechado estos días de feria para hacerle de Cicerone. “Llegué hace dos meses y me fascina vuestra cultura. Tengo que aprender a bailar flamenco y ya tengo decidido el color de mi traje para el año que viene. De momento, he podido vestirme gracias a que amigas de aquí me han ayudado”, reconoce Anderson entre risas. Aún le quedan muchos meses de experiencias, mucho más allá de la feria. “No nos perdemos el Carnaval de Cádiz, la Semana Santa o las fiestas del Carmen”, relata Folkers.

Si pudiese elegir, la instructora de zumba lo tiene claro: “No me gustaría quedarme a vivir aquí… Me encantaría”. Sin embargo, sabe que un año tocará cambiar de destino. De hecho, esta feria será la última de Amy Stuart. Llegó con su familia hace cinco años y, a pocos pasos de Folkers pasea por las calles del recinto ferial por última vez. “Me gusta la cultura, la gente y esta ciudad. Estoy muy muy triste por tenerme que marchar”, remacha con una sonrisa triste.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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